Soy Elizabeth Lahey y vivo en Beacon Hills, un pueblo chico del estado de California, lugar en el que no habitan lobos hace 60 años, porque aquí tenemos otras cosas, algunos los llaman licantropos, otros criaturas de la luna, yo... prefiero llamarlo...
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Jackson y yo caminábamos en silencio hacia el parque, ni siquiera se porque acepté, no tengo mucho tiempo, necesito llegar a casa temprano, es solo que... bueno, realmente quería pasar tiempo con el.
Jackson y sus estúpidos encantos.
Llegamos a la plaza y nos sentamos en el pasto, justo a un lado de aquel gran árbol.
—¿Como estás... con lo de la otra noche?-pregunté
—Bien... mejor de lo que creí-sonreí y asentí-¿Y tu?
—Bien... bueno, apoyando a Scott, está muy mal.
—Porque Allison le terminó.
—Si.
Narra Jackson.
—Bueno... el fue el idiota, no merece a Allison, ella es...
—Por favor... cállate—dijo, mirando hacia abajo
—¿Por qué?
—Si me hubieras dicho que íbamos a venir aquí a hablar de lo mucho que quieres a Allison no habría aceptado de un principio.
Se iba a parar, pero la detuve antes de que lo hiciera.
—Espera, ¿Por qué estás así?—pregunté
—Estoy harta de que juegues con todas—dijo Lizzi, poniéndose de pie, también lo hice yo -juegas con Lydia, con Allison, conmigo...
—¿Contigo?—alcé mis cejas, ella abrió los ojos de par en par
—Debo irme—se dio media vuelta de golpe e iba a salir corriendo de aquí, pero la tomé del brazo, ella quedó demasiado cerca de mi, entonces me ocurrió exactamente lo mismo que en la escuela, cuando tomé su mano: mi corazón latió más fuerte que nunca.
—Ahora me dirás a que te referiste con que estoy jugando contigo, porque te dije que eres la primera amiga que tengo, créeme que no intento nada contigo—susurré, y a pesar de que haya dicho que no intento nada con ella, en estos momentos solo quiero besarla, como nunca besé a nadie.
—No quise decir eso, se que no quieres estar conmigo.
Entonces decidí hacer un juego de palabras.
—Quise decir que no intento jugar contigo, no que no quiera estar contigo—cuando acabé de hablar ella frunció el ceño, parece confundida.
—¿A que te refieres?
Le solté el brazo, me sentí feliz de que no haya aprovechado y se haya ido.
Ubiqué una mano en su cintura y la otra entremedio de su pelo, miré sus labios.
Quiero besarla, quiero hacerlo ya.
Me acerqué rápidamente y junté sus labios con los míos, me alegré cuando ella no intentó alejarme, si no que me siguió el beso.
