LA SELECCIÓN

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Todos los alumnos entraron en el vestíbulo de Hogwarts, que era muy alto, y vieron a una profesora. Parecía mayor, algunas canas empezaban a asomar por su apretado moño. Tenía una mirada severa (realmente severa) que asustaba a cualquiera, pero en los labios tenia una sonrisa.

—Gracias, Hagrid —dijo ella—, ya puedes ir al banquete —informó la profesora.

La profesora los condujo hacia una habitación al lado del vestíbulo y les hizo entrar.

— Bienvenidos a Hogwarts —empezó—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clase con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.
«Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seáis un orgullo para la casa que os toque.
La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible».

La profesora hizo una mirada rápida a la sala y a sus alumnos y se detuvo en Sirius, que llevaba la corbata desaliñada. Después de eso se fue.

—¿Como crees que nos escogerán? —preguntó Sirius, mientras se peleaba con el nudo de su corbata.

—Ni lo sé ni me importa —contestó James mientras se revolvía el pelo—. Si es una prueba, la voy a pasar; si es una sarta de preguntas, las voy a contestar

En ese momento traspasaron las paredes un grupo de fantasmas.

—¡Mirad compañeros! —dijo uno que parecía un monje gordo y bajito, que tenia mirada alegre— ¡Son los chicos y chicas de primer año!

—Buenas noches, ¿que hacéis aquí? —dijo un fantasma con medias y gorguera.

—Estarán esperando a ser seleccionados, Nick —contestó el monje gordo.

— ¡Ah, sí! ¡Por supuesto! Pues, mis queridos alumnos, quiero veros en Gryffindor, mi casa, ¡la de los valientes! Por cierto, mi nombre es Sir Nicholas de Mimsy-Porpington, pero podéis llamarme Sir Nicholas.

—¡Es Nick casi-decapitado! —apuntó James, mientras se colocaba bien sis gafas cuadradas—. Me lo ha dicho mi padre.

—Prefiero que no me llamen así, gracias.

—Si alguno va a Hufflepuff, a mi casa, ¡será bien recibido! ¡Yo soy el Fraile Gordo! —exclamó felizmente el monje gordo, ignorando los refunfuños de Sir Nicholas.

—Vamos —dijo la voz de la profesora, que acababa de abrir la puerta y llevaba con ella un pergamino enrollado.

Se encaminaron hacia el Gran Comedor y la visión que se les presentaba delante los dejó a todos impresionados: cuatro mesas se alargaban hasta la mesa de los profesores, cada una con alumnos vestidos con diferentes colores (rojo, azul, amarillo y verde). Las paredes eran más altas que las del vestíbulo y llegaban al techo... ¿o no había techo? Sí que había, pero estaba hechizado de forma que se viera el cielo de fuera, por lo que parecía abierto al aire libre.

Comenzaron a llamar a los alumnos nuevos y James prestó verdadera atención cuando le tocó a Sirius hacer la Selección.

—Black, Sirius —llamó la profesora.

Un par de Slytherins (sus primas) lo observaron sonrientes, hasta que...

—¡GRYFFINDOR! —exclamó el sombrero.

Toda la mesa de Slytherin y hasta algún profesor miró a Sirius con curiosidad. Los Slytherins con menosprecio menos una de sus primas, Andrómeda, y los profesores con curiosidad.

La mente de James estaba de fiesta en silencio hasta que volvió a prestar atención cuando llamaron a una zanahoria.

—Evans, Lily —la llamó McGonagall. La zanahoria (alias Lily) se dirigió casi saltando de los nervios al taburete y se sentó. Cuando el Sombrero no le había tocado casi el cabello exclamó:

—¡GRYFFINDOR!

James sonrió por dentro imaginándose las bromas que le podría gastar a zanahoria con Sirius. Eso si le tocaba Gryffindor, cosa casi asegurada.

Después de eso llamaron a un apr de niños, y seguidamente al niño de cicatrices.

—Lupin, Remus.

—¡GRYFFINDOR!

James ya se comenzaba a aburrir, Potter era uno de los últimos apellidos. Bostezó y aguardó. Llamaron al niño regordete del bote, que después de cuatro minutos quedó en Gryffindor. Seguidamente le tocó a James.

—Potter, James —llamó la profesora McGonagall.

El corazón de James dio un salto mientras él se aproximaba rápidamente al taburete. Se sentó con movimientos rápidos, que casi lo hicieron caer al suelo. Sintió al Sombrero rozar la punto de sus alborotados cabellos, antes de que gritara:

—¡GRYFFINDOR!

La sonrisa de James no podía ser más amplia. Corrió y se sentó entre Sirius y Evans, que no levantó la mirada «¡Qué aburrida!» pensó James.

Bueno, no levantó la mirada hasta que llamaron a su mejor amigo, y lo hizo esperanzada.

—Snape, Severus —Quejicus avanzó lentamente hacia el taburete. Al sentarse, el Sombrero le tapó los ojos. Hubo unos segundos de expectante silencio, en los que Lily se llevó un dedo a la boca para morderlo y en los que James y Sirius rezaron al cielo para no tener que aguantar a ese incordio de niño.

—¡SLYTHERIN!

Lily le sonrió levemente a Quejicus (más bien intentó sonreírle, pues su sonrisa derrochaba decepción), que no le devolvió la mirada «¡Qué grosero!» pensó James. Genial, la Aburrida y el Grosero, no le extrañaba que fueran amigos.

Al terminar la Selección, un hombre viejo con una barba muy larga y plateada, con gafas de media luna y ojos azules, se levantó con una gran sonrisa.

—¡Bienvenidos, bienvenidos! Otro año comienza, pero no os voy a entretener con un discurso de un viejo arrugado como yo, así que... ¡A COMER!

En ese momento todos los platos, bandejas y demás se llenaron de comida. James y Sirius comieron como si no hubiera un mañana, y conversaron con Pettigrew y Lupin, que compartian con ellos la habitación, ya que iban al mismo curso.

Evans por su parte no habló con ellos en toda la cena, pero de vez en cuando comentaba con una niña, también de primero que se llamaba Marlene McKinnon, que también iba a Gryffindor.

Al acabar el banquete (incluyendo el puding del postre), y después del discurso del viejo profesor (que se apellidaba Dumbledore) donde explicaba que no podían entrar en el bosque que hay en los terrenos del colegio, el Bosque Prohibido; y unas cuantas normas más, todos subieron a sus respectivas habitaciones.

El problema era que Hogwarts era immenso y, aunque los prefectos los guiaban de vuelta a la sala común, James y Sirius se las arreglaron para perderse. Encontraron rápido a su grupo gracias al prefecto de Ravenclaw, pero tal vez hubiesen acabado durmiendo en el corredor. Bonita forma de empezar el curso.

Los merodeadores: Lunático, Colagusano, Canuto y CornamentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora