QUIDDITCH

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—¡Vosotros! ¡Os pillé! —rugió Filch mientras corría con la Señora Norris galopando a su lado.

—¡CORRED! —aulló Sirius agitando las manos en el aire.

Los cuatro salieron corriendo, girando esquinas y subiendo escaleras, pero Peeves se interpuso entre ellos y la entrada a un atajo para llegar a la torre de Gryffindor.

—Peeves, déjanos pasar por favor —pidió James entrecortadamente mientras miraba adelante y atrás, por donde venia Filch.

—Eso estaría mal, niños. El pobre Filch tiene mucho trabajo —se burló Peeves mirándolos con expresión angelical.

—Justo por eso debes dejarnos pasar, a ti te gusta que Filch tenga trabajo —le recordó Remus con las cejas levantadas.

Peeves se apartó con una sonrisa maliciosa tras pensárselo unos segundos, pero Filch se encontraba justo detrás de los niños, cogiendo por el brazo a James y por la oreja a Sirius. Peter y Remus los siguieron silenciosos a la oficina del celador.

—Ya veréis cuando se entere Dumbledore... —se regodeaba Filch mientras sacaba unas llaves con manos temblorosas— ¡Os va a expulsar!

—Discrepo —replico James en un susurro mientras entraban en la oficina, repleta de archivadores, con muy mal olor y una colección de cadenas colgando de la pared

Después de eso Filch salió en busca de Dumbledore, dejando a su gata vigilando a los cuatro chicos.

—Me da miedo la rata —confesó Peter jugando con sus manos.

—Parece que entienda lo que decimos—corroboró Remus.

—Pues si es así... Oye, Señora Norris —empezó James—, pareces sacada de un basurero...

—Que huele muy mal —siguió Sirius.

—Y... Y eres muy fea —terminó Peter.

Para cuando hubieron acabado, la Señora Norris los miraba enseñando los colmillos, a lo que James y Sirius le sacaron la lengua.

—Sí, director... Como podrá ver están aquí los cuatro —oyeron que decía Filch mientras abría la puerta de la oficina.

En ese momento los chicos se tensaron y esperaron a oír la respuesta de Dumbledore.

—Vaya, vaya... Merodeando fuera de la cama y no lleváis ni un mes de escuela... —comentó Dumbledore tranquilamente mientras los miraba por encima de sus gafas de media luna. No parecía muy molesto.

—Podemos explicarlo... —se apresuró a decir James.

—Oh... ¡Un cuento...! Estoy ansioso por escucharlo —sentenció el director.

—Bien, pues estábamos ya casi dormidos en nuestras confortables camas, cuando de repente escuchamos un chillido... Y nos apresuramos a buscar al autor de tal grito, pues no queríamos que nadie se hiciera daño... —relató James haciendo pausas de vez en cuando pensando qué añadir a su mentira.

—Interesante... —asintió Dumbledore—. Ahora continue usted, señor Black, seguro que coincidirá.

—¿Qué...? —preguntó indeciso Sirius—. ¡Au! —exclamó al recibir un codazo de James—. Esto... Pues estábamos... Ya sabe... ¿Dónde estábamos?

Los merodeadores: Lunático, Colagusano, Canuto y CornamentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora