LLEGADA AL CASTILLO

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Transcurrieron algunos minutos, hasta que otro curioso se asomó por la puerta. Un niño de tez pálida y pelo negro realmente grasiento. El niño abrió la puerta del compartimento y se sentó sin preguntar. James y Sirius callaron y lo observaron.

James se fijó en que el rostro de la niña estaba húmedo cuando la miró.

Sirius había reanudado su interesante conversación sobre las babosas, pero James escuchaba la que mantenían pelo-grasiento y la zanahoria.

—No quiero hablar contigo —dijo zanahoria con la voz contraída.

—¿Por qué no? —le respondió pelo-grasiento.

—Tuney m-me odia. Por ver la carta que Dumbledore me envió.

Tal vez zanahoria era nacida de muggles, pensó James.

—¿Y qué? —respondió pelo-grasiento.

—¡Que es mi hermana! —exclamó ella. Sirius calló y aguzó el oído.

—Ella es sólo una... —pero no continuó. Aunque dio la impresión de que Lily no lo había escuchado, pues había estado secándose las lágrimas. Pelo-grasiento cogió aire y exclamó emocionado:— ¡Pero nosotros nos vamos! ¡Este es el gran momento! ¡Nos vamos a Hogwarts!

La pelirroja asiente, restregándose los ojos y sonriendo ligeramente

—Más te vale estar en Slytherin —dice pelo-grasiento.

—¿Slytherin? —preguntó James, sin acabar de creérselo. Tenía muy claro que quería ir a la casa de los leones—. ¿Quién quiere estar en Slytherin? Creo que mejor me voy, ¿te vienes? —añadió mirando a Sirius, que se encontraba tendido en su asiento.

Pero Sirius no sonreía.

—Toda mi familia ha estado en Slytherin —dijo.

—Rayos —dijo James—. Y a mí que me parecías normal.

Sirius sonrió.

—Tal vez rompa la tradición. ¿A dónde te irías, si tuvieras que elegir?

James elevó en el aire una espada invisible y dijo:

-¡«Gryffindor, donde habitan los de corazón valiente»! Igual que mi padre.

Pelo-grasiento hizo un ruido de disgusto. James se giró hacia él.

—¿Tienes algún problema con eso?

—No —comenzó pelo-grasiento, aunque el desprecio de su voz delataba lo contrario—, si prefieres ser un musculoso a un cerebrito...

—¿A dónde esperas ir, viendo que no eres ninguna de las dos cosas? —intervino Sirius.

James soltó una carcajada. Zanahoria se puso en pie sonrojada, mirando a los dos chicos con desagrado.

—Vamos, Severus, busquemos otro compartimento.

—Ooohhhh...

James y Sirius imitaron el aire arrogante de la pelirroja, y James intentó empujar a pelo-grasiento cuándo le pasaba por delante.

— ¡Te veo luego, Quejicus! —gritaron James y Sirius al unísono.

Cuando James y Sirius dejaron de reírse de Quejicus, miraron la ventanilla e intuyeron que estarían a punto de llegar a Hogwarts así que se pusieron el uniforme del colegio.

—Ojalá me toque en Gryffindor —divagó Sirius.

—Sería genial. Los profesores nos temerían.

—Mi familia me odiará si no voy a Slytherin... —dijo Sirius estremeciéndose.

—No te preocupes, si vas a Gryffindor robaremos un montón de comida de las cocinas —lo consoló James con suficiéncia.

Sirius sonrió y juntos salieron al andén de Hogsmeade.

— ¡Los de primer año! ¡Por aquí!—gritaba un hombre muy alto y muy ancho.

— ¿Y quién eres tu? —preguntó Sirius arrogantemente.

El hombre hizo una mueca y después puso cara de enfado para asustar al chico, lo que pareció funcionar, aunque no del todo.

—Soy Rubeus Hagrid, pero llamadme Hagrid, todo el mundo lo hace —explicó él esbozando una gran sonrisa.

James le tendió la mano a Hagrid y éste la cogió tan fuerte que casi le arranca el brazo.

— ¡Los de primero! ¡Por aquí!

Cuando todos los de primero estuvieron junto a ellos empezaron a caminar hacia el lago de Hogwarts, donde les esperaban unas barcas para llevarlos hasta el castillo y llegar cuando la resta de los alumnos ya estuvieran en el Gran Comedor.

James y Sirius se sentaron en un bote junto a otros dos niños, James reconoció a uno de ellos: era el muchacho que había visto en el Caldero Chorreante. El otro niño era bajito y regordete. Tenia el pelo rubio y chafado y los ojos azules.

El niño de cicatrices no habló en todo el camino hacia el lago, estaba asombrado con el gran castillo que se alzaba delante suyo. James, por su parte, le comentaba cosas de vez en cuándo a Sirius sin quitar los ojos del castillo. Sirius, sin embargo, sonreía ante la idea de estar en aquél lugar durante un año sin las amenazas de su familia, ni las severas reprimendas de su madre, ni las malas miradas de su padre, ni el sentirse apartado del mundo... Por otro lado el chico regordete miraba al suelo de la barca, jugando con sus dedos sin prestar mucha atención a lo demás.

Finalmente llegaron a la orilla del lago y se dirigieron al interior del castillo, donde los esperaba a todos un gran banquete de bienvenida, y, lo que más ansiaban, la Selección de la casa a la cual pertenecerían.

Los merodeadores: Lunático, Colagusano, Canuto y CornamentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora