capítulo 12

545 52 6
                                    

No pasa un solo día en que no deba limpiar los desechos de Amelia, si no orina o defeca en la cocina lo hace en mi habitación, en el baño, en el pasillo y, hasta en la situación más peligrosa, en la habitación de Jade.

La primera noche había orinado sobre las sábanas de la cama de Jade, cosa que a ella le disgustó bastante y la bajó de inmediato de su cama, obligándola a dormir en el suelo. Me compadecí de ella y durante la noche la volví a subir a la cama. A la mañana siguiente Jade no estaba del todo contenta, pero debe entender que es una simple cachorra.

Ahora Amelia tiene una pequeña cama que Jade había creado con un cesto de mimbre y algunas sábanas y acolchados dentro, nada de otro mundo. Pero Amelia no quiere dormir en ella, la pobre cachorra quiere un lugar cómodo y caliente a mi lado o al lado de Jade.

En tanto al paseo acordamos que Jade debe encargarse de eso, ya de que yo no puedo salir. Por lo tanto Jade debe sacarla a pasear tres veces a la semana y hacerla visitar el patio del edificio todos los días no sabía que este edificio de mierda tuviera un patio.  

 -¡Maldita perra hija de puta! −Ese grito irrumpió en mis pensamientos. Corrí rápidamente hacia el lugar de los hechos: la habitación de Jade.

Cuando entre vi una porción de las sábanas de la cama de Jade en el suelo, completamente rasgadas, destrozadas...

Jade estaba mirando fijamente a Amelia, como lo hace normalmente. Pero esta vez estaba más que furiosa. Apenas se percató de que yo estaba en la habitación.

Amelia estaba en el suelo, acurrucándose más contra si misma, pidiendo a Jade que tuviera piedad de ella.

 -Hagas lo que hagas, ni se te ocurra lastimarla. −En este tipo de situaciones Jade sería capaz de todo, no quiero que la golpee.

Jade bufó levanto las sábanas del suelo con la mano izquierda y con la mano derecha tomo a Amelia; de una muy mala manera. Luego salió de la habitación.

-¿Qué estás haciendo? −pregunté siguiéndola a lo largo del pasillo.     

 -La estoy castigando. −abrió la puerta de la última habitación de este piso y arrojó a Amelia dentro. Estoy casi segura que la pobre cachorra sintió dolor al caer de esa forma al suelo.

-Por Dios, Jade. ¡Son solo sábanas! Es seguro que tienes más de esas. −defendí a Amelia. Podría sonar ridículo pero no me importa.

-Esa maldita perra debe aprender a no ser tan descuidada. Se supone que tú deberías cuidarla y no dejarla hacer este tipo de travesuras.

 -Apenas lleva aquí tres días. Además cuido bien de ella, el que la hayas dejado salir de mi habitación es culpa tuya. −me crucé de brazos. Jade no dijo nada y camino en dirección a la cocina.

Abrí la puerta de la habitación en donde Amelia estaba, apenas lo hice la perra salió de la habitación y comenzó a dar pequeños saltos a mi alrededor. Es tan tierna.

Me agaché para levantarla, pero antes de que lo hiciera Jade volteó.

-Vuelve a dejarlo donde estaba. −hice caso omiso a su advertencia y comencé a acariciar el pelaje de Amelia. −Perrie.   −su tono era frío y controlador. No quiero encerrarla.

-No. −dije segura. Jade dio unos pasos hacia mí, pero aun estaba lejos.      

-Ella hizo algo que no debería hacer y ahora debe ser castigada por eso. Agradece que no le esté haciendo algo peor, ahora enciérrala y no la dejes salir hasta que yo lo ordene. Sino aprenderá por las malas.−volteó y volvió a entrar a la cocina.

Bloody hell//Jerrie Thirlwards.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora