Prólogo

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Ya era de noche y la lluvia caía a mares sin un ápice de querer detenerse. Las personas corrían a resguardarse para evitar contraer un posible resfriado y otras simplemente dejaban que las lluvias los mojaran como una forma de relajarse.

Las pisadas eran videntes pero una en particular apenas y se podía escuchar. Los tacones que traía puestos le hacía imposible seguir y peor aún la herida que tenía en el abdomen. No era muy profunda pero si sangraba mucho manchando gran parte de su vestido. Su cabeza le martillaba a causa de los golpes que recibió aún así sonrió. El hombre que le había disparado había terminado mucho peor, un gran agujero adornada su cabeza. Quiso reír, pero el dolor se lo impidió.

No sabía exactamente donde estaba, simplemente había escapado después de la explosión de milagro que estaba viva y solo con una herida que la estaba matando. No tenía como comunicarse y las fuerzas que aún conservaba se le estaban agotando. Quizá ya era su hora. No, se dijo, aún no, tenía muchas cosas por arreglar. Siguió caminando tratando de encontrar algún lugar que le sirva de refugio para poder resguardarse pero todas las casas estaban habitadas, ninguna vacía. Llevó su mano a la herida cuando sintió una punzada, hizo una mueca de dolor cuando sintió otra más fuerte y otra más que siguieron aumentando su dolor. Lo único que podía pensar es que ya había llegado a su límite. Ya las fuerzas le estaban abandonando, trato de seguir pero sus piernas le traicionaron y cayó de golpe al suelo. Miró al cielo por última vez hasta que el cansancio la arrastro haciendo que se cayera de lleno al suelo.

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Se removió incomoda al sentir un tenue dolor en el abdomen se volvió a moverse al sentir algo suave sobre su cuerpo ¿Suave? Que ella recordara el suelo era frió y duro sobre su piel. Abrió los ojos de golpe recibiendo toda la luz de lleno a su cara, cubrió su rostro con su mano hasta acostumbrarse poco a poco a la luz. Despegó su mano de su rostro y observó el techo sobre ella, se sentó con cuidado sobre lo que pareció ser una cama aunque el colchón estaba hundido por el uso era bastante cómodo. Escaneó cada rincón de la habitación con sumo detalle; había un escritorio algo antiguo, un ropero grande en el mismo estado, las paredes tenían un color deprimente y desgastadas, unos sillones grises con algunos hoyos y unas fotos colgadas en la pared. No había ventanas, solo una puerta que se supone era el baño y una escalera de madera a un costado.

— Esta habitación es horrible — murmuro — Pero tiene algo que la hace reconfortante, que lo hace especial

Unas pisadas captaron su atención, volteó y vio a alguien bajar por las escaleras. Trató de agarrar algo con qué defenderse pero no había nada a su alcance. Sujetó con fuerza las sabanas y esperó a que la persona bajara.

—Veo que despertaste — dijo mirándola

Analizó al chico y supuso que no tendría más de catorce años; tenía el pelo color castaño claro y unos bonitos ojos miel; vestía una camiseta cuello en V, un pantalón de chándal y estaba descalzo.

— ¿Cómo te encuentras? — preguntó

Ella no respondió y continuó observándolo, trató de levantarse pero hizo una mueca cuando sintió una punzada.
— Ey no te sobre esfuerces que tu herida aún no está curada del todo — dijo él acercándose a ella para poder ayudarla

— ¿Puedes decirme como llegue aquí? — preguntó — Y pues respondiendo a tu pregunta estoy mejor gracias

— Pues yo te traje, te encontré inconsciente en el suelo de la calle con una gran lluvia, te cargue y te traje aquí. Y como tu ropa estaba mojada te la quite para ponerte otra — dijo mirándola nervioso y algo avergonzado por lo último.

La verdad es que le había costado cambiarla, en su mente debatía si la idea era correcta, pero cuando noto que la temperatura del cuerpo de la chica aumentaba no lo dudo y le sacó la ropa para ponerle una de sus camisetas. Sacarle la ropa no fue el problema, el problema era verla en ropa interior de encaje negro; sintió que algo se paraba y créanme que no era su corazón. Trató de tranquilizarse y pensar en otra cosa que no fuera su tentador cuerpo, respiró profundamente y le puso su camiseta para poder curar su herida. Otro problema había sido cuando noto que tenía fiebre y no podía darle una pastilla ya que aún seguía inconsciente. Así que él tuvo que tomarse la pastilla con el agua y darle de boca a boca. Recordar todo eso le ponía nervioso y sentía su cara arder.

Tú eres Mío Donde viven las historias. Descúbrelo ahora