2. Mangel

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Mangel nunca había tenido mucho éxito con las mujeres a primera vista – tenían que conocerle un poco para que sus encantos surtieran efecto. Ser youtuber le había supuesto unas cuantas proposiciones no tan decentes (y una de esas era tan indecente que Mangel no puede recordarlo sin sonrojarse), pero en general, no era nada del otro mundo.

Rubius era otra cosa. Wismichu había opinado lo que había opinado porque él había sido testigo del trabajo de filtrado que hacía Mangel – no, de verdad, en este y en todo los países, en cuanto veían que Rubius era famoso, que llevaba una cámara detrás casi siempre, que usaba aparatos tecnológicos caros, que era alto y delgado y guapo – siempre había alguien. Como un puto reloj. Rubius no tenía ni puta idea que a él sólo se le acercaban las más 'normales', las que no iban a ir a hablar de este tema en un programa de la televisión echando pullas a los youtubers en general y tratando de hundir a Rubius en particular o de cómo follaba.

Allá a principios del 2013 Mangel ya había perfeccionado una mirada intensa y seria y francamente 'creepy' que aseguraba incomodidad para todo aquél que fuera su recipiente.

Y luego Álex había cambiado el pelo y se había puesto ropa un poco más de su talla y esto había sido el descenso a la puta locura. No es que fuera a menudo, afortunadamente. Una vez cada dos o tres meses, o a lo mejor dos seguidos y luego casi medio año sin ocurrir. Ocurría sobre todo en eventos.

Hombres. Joder. Es que parecía que lo hiciera a propósito. Si no fuera porque no tenía ni idea (y casi mejor que no la tuviera, con el pronto de mala hostia que tenía), sería un chiste muy malo.

- Esto es un bar gay, Álex, acabo de ver a dos tíos besarse al fondo. - Es que Álex iba provocando. Se había puesto chaqueta de cuero y los pantalones muy ceñidos, esos que le había regalado su novia antes de que lo dejaran. Esto no iba a acabar bien. Mangel ya se lo veía venir.

- Me da igual, es el Barça-Madrid y lo tienen puesto y hay sitio para sentarse en la barra. En los últimos veinte bares no había hueco en ningún sitio. El bar queda adjudicado. Y sé perfectamente bien que tú no eres homofóbico ni de lejos, así que entrando. – Le empujó dentro.

Efectivamente, dos cervezas después, durante esos pocos minutos que tardó Mangel en ir al baño y volver, Álex ya estaba totalmente integrado en el grupo de al lado, con ese tipo de camaradería que se forma durante los 'clásicos'. Estaban hablando animadamente sobre el árbitro, que claramente tenía ascendencia catalana o estaba untado o una vendetta personal contra los defensas del Madrid. Y uno de los miembros del grupo se estaba comiendo a Álex con la vista. Y es que joder, con la chaqueta de cuero estaba guapo, pero ahora que se la había quitado, llevaba puesto debajo un jersey rojo oscuro de color intenso y vibrante que le favorecía mucho. Y mención doble para los putos vaqueros apretados que tenía. El hombre, eso sí, tenía disimulo cero. Negativo, incluso. Le faltaba meterle mano directamente y delante de todo el mundo. Y Álex ahí, dándole bola.

Con un hondo suspiro de resignación, Mangel se preparó mentalmente para ejercer de niñera toda la puta noche. Menos mal que había fútbol – un clásico nada menos - y si hay algo que a un español medio le interesa más que el sexo, es el fútbol.

- Si quieres, venimos aquí de vez en cuando para ver el partido; podrías pasarte. – La voz del capullo de la mirada lasciva interrumpió la atención que tenía puesta en la pantalla y los penaltis.

- La verdad es que es un bar tranquilo y se está bien... Y las cañas están bien tiradas y son grandes. – Comentó Alex distraídamente mientras señalaba a su vaso prácticamente vacío.

- Lo son, lo son. – Esas palabras prácticamente gritaban: mi caña es la más grande del lugar, ¿quieres probarla? ¿Es que Álex no podía oír la insinuación?

Ya estaba. Se acabó. Nada de quedarse más en este bar al final del partido para ver el comentario. Se iba a llevar a Álex a su casa, a rastras si hacía falta, y poner el FIFA en la consola, y desfogarse gritándole improperios a la pantalla.

Esto pasa por no leer la letra pequeña del panfleto de "Conviértete en un youtuber: Harás el gilipollas delante de millones de personas y te pagarán por ello; viajarás a lugares que nunca creíste que visitarías; harás amigos fabulosos". La puñetera y traicionera letra pequeña que decía algo así como: "Advertencia sobre los amigos fabulosos: le dedicarás al menos el 30% de tu tiempo a vigilarles el culo a dichos amigos por el resto de tu miserable vida."

#PutaBida

Marcando territorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora