#4. muero por besarte

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Louis tenía el cabello húmedo por el sudor, y ahora el agua, que se había echado para refrescarse. Respiraba agitado, encorvado hacia adelante, mientras intentaba recuperar el ritmo cardíaco normal. Hacía casi un mes que no corría tanto, porque aún cuando vivía en Londres, el tema de la mudanza le había impedido ir a jugar al fútbol con sus amigos. De la última vez que había jugado sobre césped, habían pasado literalmente años.

Era difícil concentrarse en su relato, pero las mellizas le contaban del universo que habían construido con ramas y hojas, para sus muñecas.

—Y aquí es donde duermen —dijo Daisy, y se rascó la cabeza con la mano llena de barro, pero Louis lidiaría con el regaño de Jay cuando llegue a casa.

—Y pones esta arriba porque duermen en el mismo cuarto —agregó Phoebe.

—¿Son mellizas también? —preguntó Louis y tomó un largo sorbo de bebida energizante. Dios bendiga a los electrolitos.

Las niñas empezaron a explicarle la historia de estas hermanas/constructoras/detectives (investigaban el misterioso caso del gato perdido, que, Louis sospechaba, estaba perdido realmente en aquel montón de arena con el que las niñas habían estado jugando), y Louis empezó a relajarse finalmente, hasta que Harry llegó, y se sentó a su lado.

Louis tragó saliva, al recordar la nota que había encontrado esa mañana.

Harry echó la cabeza hacia adelante. Cuando se echó agua fría, esta corrió por sus rizos como si fuera el surco de un arroyo. Luego, en un movimiento rápido, tiró el cabello hacia atrás y Louis tuvo que obligarse a cerrar la boca al encontrarse con su mirada verde.

—¿Te divertiste? —dijo Harry, con su voz rasposa luego de correr por horas. Louis asintió, todavía un poco nervioso. La nota le pesaba en el bolsillo de su short—. Me alegra.

Harry sonrió y Louis hizo lo mismo, incapaz de hilar palabras. Afortunadamente el irlandés amigo de Harry se acercó a ellos para interrumpir su silencio.

—Todos se van —dijo, manoteando la botella de Harry para refrescarse él también—. Aparentemente ya son las cinco.

—¿Ya? —preguntó Louis sorprendido. La tarde se había pasado volando—. Maldición, debería volver a casa. Le prometí a mi madre que ayudaría con la cena.

—Sí, tengo una pila de tarea para el lunes —comentó Harry.

—Eso les pasa por ir a un colegio exigente —se burló el rubio, cuyo nombre era Niall, sacando la lengua.

Le había contado más temprano, en el descanso entre el primer y el segundo partido de fútbol, que de hecho había intentado entrar a Helsby al pasar al secundario, pero que no lo había logrado. Planeaba estudiar en Irlanda, de todas formas, y allí no le daban importancia a los A-levels, dijo.

Era un chico agradable, de la edad de Harry. Se habían conocido en la escuela primaria y eran inseparables desde entonces, lo cual se notaba por el modo en que caminaban pegados el uno al otro, y se interrumpían constantemente para decir exactamente lo mismo que el otro estaba contando. A Louis le recordaba a él con Stan, y aunque eso lo hacía sentir un poco nostálgico, más que nada lo hacía sentir en casa.

Era eso, quizá, lo que le causaba el cosquilleo en la panza. O el sol primaveral que lo había quemado mientras jugaba, o ahora la sombra del sauce (Louis se estaba convirtiendo en un completo campesino, con eso de saber los nombres de los árboles), que asentaba la primavera en su piel, refrescándola. Quizá era lo que había extrañado jugar al fútbol, o simplemente hacer algo los fines de semana que no tuviera que ver con arreglos domésticos. Quizá era la mano de Harry en su brazo mientras lo marcaba en la cancha, la sonrisa pícara de: "¿qué vas a hacer al respecto?", porque no había referí ni tarjetas amarillas. Quizá era la nota, que pesaba en su bolsillo:

O lo mucho que Louis moría por besarlo también

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O lo mucho que Louis moría por besarlo también.

x

Harry vivía en las casas junto al río, también conocido como el barrio bonito unas calles antes del desolado caserón. Se había ofrecido a acompañar a Louis a su casa también, ayudarlo a llevar a sus hermanas, pero él tenía la sillita enganchada en la bicicleta de todas formas, y además, había dejado la rosa enganchada del buzón al salir, y sólo se pondría raro. Los obligaría a hablar al respecto y Louis no creía estar listo.

En cambio, respondió con evasivas cuando Harry fingía curiosidad acerca de dónde vivía, y caminaron juntos a su casa, cada uno con una de las mellizas en las bicicletas a su lado.

Las niñas cantaban, demasiado felices por lo bien que lo habían pasado como para pensar en el gato de juguete que habían perdido bajo el árbol.

—¿Podemos venir otro día también, Boo? —preguntó Phoebs, haciendo a Louis sonrosar con el apodo que pretendía odiar.

—¡Sí, Boo! ¿Podemos? —Insistió Daisy.

—Sí, Boo —agregó Harry divertido—, eres bueno con la pelota.

Louis rodó los ojos, y torció los labios a un costado para controlar la sonrisa. ¿Cómo lograba Harry hacerle cosquillas sólo mirándolo así?

—Lo pensaré.

La casa de Harry tenía dos pisos y un humilde rosedal blanco bajo la ventana del frente. Louis no debería estar sorprendido, y quizá no lo estaba, pero era la excusa que se daba para sentirse así de nervioso.

Muero por besarte .

Harry estaba parado allí, con Phoebe en brazos, y la bicicleta apoyada sobre el muro del frente. Ya no tenía el rostro colorado, porque el viento de la tarde los había refrescado a ambos, pero los mechones sueltos de su rodete todavía goteaba en sus costados. Era bonito, realmente lo era, y no por sus ojos verdes, o su sonrisa fácil, o la voz grave y los chistes bobos. Era bonito por como hacía sentir a Louis; era bonito estar con él.

Muero por besarte. Louis también.

—¿Vamos, Lou? —dijo Daisy, apretándole el brazo—, tengo hambre.

Louis se obligó a despertar de aquel nimbo en el que se había enredado. Miró por última vez al chico de ojos verdes, y aunque notó que estaba sonriendo como un crío, no intentó contenerse. De la multitud de tonterías que hacía cuando estaba con Harry, sonreír sin motivo era la que menos le preocupaba. Además, Harry respondía con la misma sonrisa, y el mismo silencio tibio y floral.

Duró sólo un par de segundos. Louis suspiró y agachó la mirada, y pronto se encontraba en la bici junto a sus hermanas (un poco ansiosas por llegar a casa). Quizá, a decir verdad, él también se sentía ansioso por desaparecer las cosquillas que Harry le provocaba.

Cuando Sonríe Extiende la Primavera - HL Highschool AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora