#2. pienso en ti más de lo que debería

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Al día siguiente, cuando Louis despertó, estaba muerto de hambre y no había comida en la casa. Habían acordado hacer una gran salida familiar al supermercado esa tarde (las niñas eran demasiado pequeñas para quedarse solas, sobre todo en un lugar que no conocían), pero el estómago de Louis no parecía estar dispuesto a aguantar hasta entonces. Iba a necesitar más que frutas para desempacar tantas cajas, y colgar tantas estanterías. Se merecía un desayuno decente.

—¿Puedo ir a comprar algo a la pastelería? —dijo, porque había visto una de hecho muy tentadora al entrar al pueblo. No tenía nada que ver con el chico guapo que la atendía.

—Te estaría eternamente agradecida si lo hicieras —respondió su mamá, sacando dinero del bolsillo de su enterito jardinero—. Lleva la bicicleta, acostúmbrate a usarla.

—Tú dijiste que podía usar el tren para ir al colegio —protestó Louis, porque sabía por qué su madre le había dicho eso: ella entraba a trabajar demasiado temprano, y él no tenía permiso para usar el auto desde aquel incidente con Stan.

—Como te resulte más cómodo, Boo. Pero te tendrás que levantar más temprano para ir en tren. El colegio queda más cerca de aquí que de la estación.

Louis tomó el dinero de mala gana, y rodando los ojos salió de la cocina. La bicicleta estaba apoyada contra la pared, pero él prefería caminar antes que dar el brazo a torcer con su mamá. Era el mejor en las escenas adolescentes. No que estuviera orgulloso de eso.

No había dado dos pasos cruzando las rejas cuando decidió tragarse su orgullo. No era ni el tercer día de primavera y el calor ya se dejaba sentir.

Londres tenía esa cosa, con la niebla y el cemento, en el que el calor era insufrible las pocas veces que llegaba, pero Frodsham no era mucho mejor: Insectos, ranas, humedad del río y el bendito sonido del jardín que Louis todavía no lograba descifrar. El lado positivo es que no estaría allí el año siguiente, cuando comenzara la universidad. Sólo tenía que aguantar hasta el final del verano.

Por el momento, se pondría una gorra y llevaría la bicicleta: cuanto antes volviera a la frescura del caserón, mejor.

Fue al girarse que notó la nueva nota. No la nota realmente, la rosa blanca, fresca, como nueva. Como si alguien acabara de dejarla allí. Louis manoteó la nota y la rosa, pinchándose el dedo. La leyó mientras se chupaba la herida, calmando el dolor.

Miró a ambos lados, pero otra vez, no había nada ni nadie en los alrededores

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Miró a ambos lados, pero otra vez, no había nada ni nadie en los alrededores. Era genuinamente escalofriante. Guardó la nota en el bolsillo, donde todavía tenía la del día anterior, y volvió a buscar la bicicleta: ningún "H" iba a arruinar su día; había decidido empezarlo comiendo pastel de chocolate y eso es lo que iba a hacer.

x

La pastelería era tan concurrida como su favorita en Londres, lo que era decir mucho considerando que Frodsham tenía unos cuantos millones de habitantes menos. Había tres empleados, pero sólo uno de la edad de Louis, de bonitos ojos verdes y el pelo atado en un rodete.

Louis sacó pecho, número, y esperó, cruzando los dedos.

—29 —dijo el chico, con una voz más mórbida y grave de lo que aparentaba. Louis agradeció al cielo.

—Hola —dijo, acercándose al mostrador—, ¿qué tiene ese pastel de allí?

El chico tardó un momento en seguir los dedos de Louis hasta el pastel que señalaba. Cuando lo hizo tenía una media sonrisa con hoyuelos incluidos. Frodsham no estaba tan mal, después de todo.

—Chocolate y almendras —respondió—, ¿no eres de aquí?

—¿Fue preguntar por el pastel lo que me delató?

—Algo así. Tenemos los mismos cinco desde que abrió el negocio, nadie me ha preguntado en siglos.

Louis se encogió de hombros.

—Recién nos mudamos. ¿Tienes alguna de chocolate sin almendras?

El chico asintió.

—Esta tiene frutos rojos y chocolate —explicó—, y esta de aquí sólo chocolate y crema chantilly. ¿Londres?

—Lo siento, ¿qué? —preguntó Louis, un poco confundido.

—¿Eres de Londres? —insistió el muchacho acercándose sobre el mostrador.

—Lo soy —admitió—, ¿qué delató eso ?

Esta vez fue el cajero el que se encogió de hombros.

—Tienes ropa de marca y un corte de pelo moderno —explicó—, no has hablado con nadie desde que entraste, tienes esa frialdad de ciudad grande.

—Okay, Sherlock —dijo Louis frunciendo el ceño, un poco ofendido—, llevaré media de frutos rojos y chocolate, y una porción de la de almendras.

El chico rió, bastante fuerte, antes de señalar el botón en su pecho con su nombre escrito.

—Harry, no Sherlock. Frodsham es pequeño —explicó, mientras acercaba la torta al mostrador para cortarla por la mitad—: todos saben de la familia de Londres que se mudó hace poco.

—Bueno, eso es un poco menos escalofriante. Creo .

—¿Cuál es tu nombre, londinense?

—Louis —explicó, mientras Harry envolvía la primera torta y la guardaba en su lugar.

—Un gusto conocerte, Louis.

Hablaron de trivialidades, mientras Harry terminaba de preparar su pedido. Harry le contó de aquella celebridad que se había emborrachado en el bar del lugar, y de lo bonito que era sentarse en la costa del río en los días soleados, y Louis, que nunca se había caracterizado por ser precisamente cortés con los extraños, enumeró las mil y una cosas que extrañaba de Londres.

A Harry no parecía molestarle. Tenía esa cosa , intensa, en la mirada, que lo hacía parecer como si estuviera flirteando con él. Louis hubiese cedido si no fuera porque pronto su pedido estaba listo, y había una docena de personas esperando ser atendidas también.

—Nos vemos —dijo Harry, mientras le daba el vuelto—, en algún momento.

—En algún momento —rió Louis, y siguió pensando en aquel brevísimo guiño de ojos en todo el camino de vuelta a su casa.

Cuando Sonríe Extiende la Primavera - HL Highschool AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora