Irónicamente, Louis había estado esperando una nota desde el lunes.
No veía mucho a Harry últimamente, con todo el asunto de sus exámenes. Entre el estudio y sus horarios extraños, casi nunca iba en bicicleta al colegio, y cuando lo hacía era antes o después del horario de entrada oficial. A veces cruzaba a Harry en los pasillos, o almorzaban juntos con Liam y Zayn, pero el laboratorio estaba fuera de los límites con las examinaciones de los profesores para los A-Levels, y no podían realmente hablar de cosas interesantes en el medio del comedor.
Las cosas de las que Louis quería hablar con Harry, de todas formas, no podía hablarlas en público. No podía hablarle de cómo le ardía en el pecho o de cómo quería disculparse por hacerle daño sin saberlo. No podía hablar de que cuando sonreía sentía que el tiempo se detenía ni de que amaba Londres, extrañaba Londres, pero que ahora temía que cuando se fuera al empezar el verano, terminaría extrañando Frodsham.
Frodsham con sus insectos y su aburrimiento de suburbio y con Harry que olía a yuyos y río y sol. No podía decirle allí que moría por besarlo, también; ni que dolía dolerle, más que nada.
Se texteaban todos los días, conversaciones bobas, comentarios y rumores entremezclados con preguntas sinceras. A veces, Harry le mandaba audios para las mellizas, y ellas cantaban desentonadas las canciones que les enseñaban en el jardín, para hacerlo reír. Cuando Harry respondía, con la voz embriagada de carcajadas contenidas, Louis se mordía el labio y se sentía morir.
El jueves por la mañana, Louis encontró una nota antes de salir al colegio. La abrió ansioso mientras volvía sobre el sendero del patio a poner la rosa en agua. La última se había secado hace tiempo ya.
Sintió un manotazo oscuro en el pecho y luego buscó el celular.
Tengo mi último examen mañana, escribió, sin pensar, ¿quieres tomar algo esta tarde? ¿desearme suerte?
Harry nunca respondió su mensaje de texto, pero se cruzaron en los pasillos del colegio. Había estado buscándolo, aparentemente.
—Hay un bar bonito en la calle principal —explicó, sin siquiera saludar. Zayn tuvo la decencia, esa vez, de sólo dar media vuelta y perderse, para dejarlos solos—, pero pensé que quizá podríamos llevar una gaseosa y salir en las bicis. No has conocido las colinas todavía.
—No lo he hecho, considerando que no sé de qué me estás hablando —bromeó y Harry rió. Louis apretó los labios mientras se rascaba la cabeza—, ¿te paso a buscar, entonces?
—Cuatro y media, o cinco —respondió—, no mucho más tarde.
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La bicicleta de Harry estaba echada en el suelo junto al pórtico antes de que Louis tocara el timbre a las 16:35. El de rizos se apresuró a salir de la casa, con el cabello atado en una coleta, y una mochila gastada que parecía haberlo acompañado en varias salidas así. Tenía una camiseta suelta de mangas cortas, y los mismos shorts de jean que llevaba todas las mañanas al colegio, antes de cambiárselos por el uniforme. Louis se sentía ligeramente formal, aunque estaba cómodo. Los jeans elastizados eran prácticamente calzas.
El día estaba soleado, pero no caliente. En esa zona, cerca del río, una brisa fresca cruzaba las calles.
—Apresurémonos —dijo Harry mientras se subía a la bici—, si vamos directo a la cima podremos ver el atardecer.
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Dejaron las bicis atadas a unos árboles a los pies de la colina. Harry decía que llegarían más rápido si no tomaban los senderos, pero que andar en bici entre los árboles sería imposible. De a ratos, la sombras y la negrura de la tierra, daba la sensación de que la noche había caído sobre ellos. A veces Harry le tendía la mano para ayudarlo a subir un poco más, y era como las mismísimas estrellas, azules, brillantes. Entonces, salían al claro, y el sol quemaba sobre la piel de Louis, o una mariposa blanca aleteaba frente a su nariz, y él se sentía despertar.
La cima de la colina estaba despejada. Unos cuantos metros más allá había un monumento, pero el sol estaba poniéndose y no tenían tiempo para verlo. Harry se tiró de espaldas en el pasto y suspiró anchamente. Louis consideró seriamente besarlo.
No lo hizo.
—¿Sabes? En Londres —dijo Louis—, la primavera es distinta.
Harry se apoyó en sus codos, reincorporándose, y lo miró.
—¿Cómo?
—No hay tanto verde, supongo. Al menos que vayas a una plaza, o un parque, sólo tienes los árboles en los frentes de las casas. Algunos florecidos, es lindo.
—Hay árboles florecidos aquí —dijo Harry, frunciendo el ceño. Se veía bonito.
—No, lo sé. En el jardín de mi casa hay uno de hojas grandes y flores blancas, se pone bonito. Tiene estos frutos, como castañas.
—Un amigo mío tenía uno así. Jugábamos guerras tirándonos con esos, en la primavera. Era divertido.
Harry sonrió y volvió a mirar al cielo.
—No estaba quejándome, ¿sabes? —explicó Louis—, me gusta aquí. Es como si la primavera estuviera menos contenida.
Ninguno de los dos volvió a hablar hasta que el sol se puso del todo. Todavía quedaba en el cielo un halo lila, y Louis miró arriba, bien alto, y vio el negriazul empezando a comerse las nubes.
—¿Extrañas? —preguntó Harry.
—Un poco —respondió—. No este, sino el otro fin de semana pensaba ir a pasar el día. Visitar algunos amigos.
—Eso es cool.
—Sí —concedió, y tragó saliva antes de morderse el labio y continuar—, Zayn y Liam vienen conmigo. Li no va a Londres desde que tenía 12 años.
Harry no dijo nada, así que Louis suspiró antes de recostarse, como él, con los codos sobre el pasto, dándole respaldo.
—¿Quieres venir?
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Cuando dejaron el bosque, por segunda vez, la noche se había puesto del todo. Eran las ocho treinta, y Louis sabía que lo esperaba un regaño cuando llegara a su casa.
Subieron a las bicis, que los esperaban donde las habían dejado, y pedalearon perezosamente por las calles de Frodsham. No hablaron, los dos estaban demasiado cansados.
Harry se bajó de la bici sin que esta deje de andar siquiera, con un gesto hábil que no encajaba del todo con la torpeza que lo caracterizaba. Se quedó parado en el frente de su casa, mordiéndose el labio y mirando los alrededores de la calle desierta.
—Me divertí —dijo, como quien no quiere la cosa. Louis sonrió, apoyado adelante sobre el manubrio.
—Mañana es mi último examen —explicó—, el lunes podemos ir juntos a la escuela otra vez.
Harry sonrió antes de dar media vuelta, llevando la bici.
—Te veo en la autopista, entonces.
—Claro —respondió, y mientras pedaleaba su camino de vuelta a casa, se preguntó si Harry podía ver todo lo que hacía para mantenerlo a su lado.
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Cuando Sonríe Extiende la Primavera - HL Highschool AU
FanfictionFrodsham es un pueblo bastante corriente de siete mil habitantes, cerca de la costa. Posee en su inventario poco más que un castillo, tres puentes, cuatro escuelas primarias, cinco panaderías, demasiadas avocetas y absolutamente ninguna escuela secu...