Niña buena. Dulce. Confiada. Inocente.
Todo eso me describe.
Eso es lo que todos dicen de mi.
Y estoy harta.
Quiero algo más en mi vida.
Quiero a Michael.
Es hora de que la vieja Faith crezca.
Portada @SoniaLopezSouto
Registrado en Safe-Creative
Antes de empezar mi historia, diré que Michael Ross es absolutamente comestible y, completamente inadecuado para mi.
Tal vez por eso es por lo que lo deseo tanto.
Creo que todo empezó al ver la película Grease. Ver como Olivia Newton-John (Sandy), dejaba de ser la niña dulce y perfecta para acabar cambiando por John Travolta (Danny), me hizo ver que las cosas podían ser distintas, y claro, eso también me hizo consciente de los chicos malos.
Hasta el momento yo era la típica chica buena, inocente, amable, bondadosa, delegada de clase... Sueno tan dulce que incluso podría provocarme una sobredosis de azúcar.
Era amiga de las mismas chicas desde que tengo memoria. Todas igual que yo. El tema de los chicos estaba descartado. Yo era, además, la hija del párroco. Debía ser perfecta. Buenas notas. Buen comportamiento. Perfecta educación. Mi madre pensaba que así conocería a un hombre apuesto y adinerado que caería de rodillas ante mi, me pediría matrimonio e huiríamos lejos, tan lejos como mi madre soportase no poder controlarme, y tendríamos al menos cinco hijos. Eso me convertiría en una coneja en celo, pero me negaba a llevarle la contraria.
Si ella hubiese sabido que el primer hombre que se arrodilló ante mi, no fue precisamente para pedirme matrimonio, sino para torturarme con su pecaminosa boca, me encerraría en mi cuarto para que le rezase a mi rosario. Un rosario que estaba en el fondo de mi cajón cogiendo polvo. Pero estoy adelantando acontecimientos. Antes de seguir, voy a contaros como conocí a Michael.
*****
Le conocí en otoño. Mi estación favorita. Ni mucho frío. Ni mucha calor. Me encanta el color de las hojas de los árboles y ¿alguna vez habéis visto un amanecer o atardecer en otoño? Es simplemente mágico.
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Y fue precisamente durante un amanecer de otoño, cuando le conocí.
Todos y cada uno de los días del año, sin importar el clima, salgo a correr por el bosque que hay en la parte trasera de mi casa. Corro dos quilómetros y medio hasta la escuela, y regreso a tiempo para desayunar con mis padres y prepararme para ir a clase.
Al principio no le vi. Corro siempre con los auriculares puestos, y regulo el volumen en las partes claves de las canciones, de modo que la adrenalina quema por mis venas.
Con diecisiete años, podéis especular sobre que tipo de música escucho. CarminaBuranaes la que suele acompañarme en estos casos.
Hoy no es distinto, aunque mi mente si anda algo distraída. Hay un chico en la escuela que ha empezado a interesarse por mi. Él es como yo, pero en hombre. Buen chico. Buenas notas. Agradable. Simpático. Un muermo... ¿Acaso eso es lo que me depara el futuro? ¿No hay nada más? Quiero algo que me provoque la misma sensación que tengo cuando subo el volumen al máximo, destrozando mis pobres tímpanos.
Estoy tan sumida en mis pensamientos que por poco me dejo arrollar por una motocicleta. Me he detenido tan de golpe que caigo de culo al suelo, con tan mala suerte, que lo hago dentro de un enorme charco.
La moto se detiene. Aun en shock, observo como unas largas piernas bajan de ella y se colocan frente a mi.
Poco a poco, mis ojos le recorren hasta llegar a su amplio pecho, amplios hombros y perfecta boca. Sin embargo, son sus ojos azules los que me dejan con la boca abierta. ¿De donde ha salido este Dios?
Sus labios se mueven, pero sigo con los auriculares y no le oigo. Sin apagar el mp3, los saco de mis oídos y dejo que las palabras salgan de mi boca. -¿Que has dicho? -Te pregunté si estabas bien. Tiende sus manos hacia mi y yo las cojo para poder ponerme de pie. No solo estoy empapada, sino que además estoy cogiendo frío. -Lo estoy. -Lo siento mucho. No pensé que encontraría a nadie aquí a esta hora. -Te aseguro que yo tampoco. Me mira de arriba abajo, creo que para asegurarse de que no tengo ninguna herida. Observo que asiente un par de veces como si estuviese hablando consigo mismo y luego se dirige a su moto. ¿Se va? Estoy a punto de decirle cuatro cosas cuando se sube a su moto y se vuelve hacia mi. -Sube. Te acercaré a casa antes de que pilles un catarro o alguna de esas mariconadas. Quiero aceptar, pero si mis padres me ven llegar en eso no saldré de casa hasta los treinta. Doy un par de pasos hacia él, pero mi sentido de la auto conservación impuesta todos estos años me hacen dar media vuelta e irme corriendo.
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Primer capítulo listo. Ya sabéis que me encanta que votéis y comentéis. Así sé si os gusta. Un beso💋