Capítulo 2

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Desperté sin ganas de absolutamente nada. No había dormido bien durante la noche y mi cabeza aun no asimilaba bien lo que había pasado. ¿Un error? ¿Era cierto?

Desafortunadamente era un martes, tenía que ir a la escuela. Tenía que ver a Dante.

Traté de arreglarme lo más que pude, quería verme bonita.

Subí al coche y mi mamá me llevó a la escuela como todos los días. Durante las tres primeras clases traté de evitar a Dante, pero sabía que tarde o temprano iba a encontrarlo.

En clase de biología traté de sentarme lo más lejos posible de él y funcionó, por desgracia en la salida pasó lo inevitable.

No sabía que decir, ni siquiera podía mirarlo a los ojos.

—Te estuve buscando todo el día, ¿dónde estuviste? —preguntó como si nada.

—¿Por qué? — fue lo único que pude decir.

—Porque quería verte— contestó sin interés.

—No, dime. ¿Por qué me hiciste esto?

—No sé de qué me hablas —tartamudeó confundido.

—Andas con alguien más ¿verdad?

En mis 18 años jamás había sentido eso al hablar, mis piernas flaqueaban, mi voz se escuchaba entre cortada y en cualquier momento estallaría en llanto.

—Sí—dijo avergonzado, agachó la cabeza y desvió la mirada.

Tomé su barbilla con ambas manos y lo obligué a mirarme.

—¿Sabes lo que eso significa? —sonreí desanimada—. Significa que yo te di lo mejor de mí, te amé como jamás pensé hacerlo. Te entregué todo mi cariño, mi tiempo, me esforcé porque esto funcionara. Pero veo que a ti jamás te importó.

—Romina déjame explicarte.

—No, Dante— interrumpí —. Jamás te importé, confié en ti, en que me querías y solo me disté tu amor a medias, siempre fui la otra persona, nunca tu novia.

Cada palabra que decía quemaba en mis cuerdas vocales, mis ojos se empezaban a empañar y las lágrimas a salir. No podía evitarlo, lo amaba y su engaño me había dejado sin nada.

—No te voy a discutir nada, ahora no es el momento —dijo desviando su mirada de nuevo —. Solo quiero que sepas que te amo.

—Tu no me amas y quiero que no vuelvas a meterte en mi vida, necesito dejar de amarte y sé que lo voy a lograr, tiraste todo a la basura. Un hombre no es más por estar con dos mujeres, eres un cobarde Dante Cervantes y a pesar de todo deseo que seas feliz.

Di media vuelta y caminé sin mirar atrás. Una parte de mi quería que Dante fuera tras de mí y me dijera que todo había sido una estúpida confusión, pero él jamás llegó.

No sabía a donde ir, así que fui a la biblioteca, tomé un libro al azar y me senté en una mesa cerca de la sección de misterio, lejos de la de romance. No quería saber del amor por un muy buen tiempo.

Sumergí mi cabeza en el libro asegurándome de que nadie me viera llorar, repasaba las imágenes de lo que había pasado, Dante se veía tan indiferente y seguro.

Sentí una mano sobre mi hombro izquierdo, mi corazón se detuvo por una milésima de segundo esperanzándose de que fuera él, giré la cabeza y me desilusioné al ver a una chica.

—¿Estás bien? —preguntó preocupada.

—Sí, es solo que quiero estar sola—admití esperando a que se fuera.

—Si alguien está llorando no es bueno que este sola, uno nunca sabe, podrías tratar de cortar tus venas con las hojas de los libros o podrías morir aplastada por un mueble tratando de acomodar un libro — dijo divertida —. Mi nombre es Amy, quizás no me conozcas, pero yo...

—Vas en mi clase de inglés, ¿cierto?

—Así es y como no te vi con tu novio, pensé que te hacía falta compañía — se sentó a mi lado —. Así que —Miró el libro que tenía en mis manos —. El misterio del príncipe rojo, mmm, creo que es un libro pésimo y no logrará animarte, al contrario, alimentará tus deseos suicidas.

Reí sin pensarlo, Amy era agradable y eso era lo que necesitaba. Una amiga que me escuchara.

—Ten— sacó un libro con portada en tonalidades azules —. Es un libro que ya es película, algunos dicen que es aburrido y tedioso, pero a mí me ha encantado y pienso que eres una chica con un gusto literario muy bueno, así que espero y te guste.

Perdida.

—Así es, además el tema es muy alejado del amor y el romance, creo que puedes leer este o si prefieres también tengo Salem lot en mi mochila. Es algo sangriento y explícito, pero Stephen King sabe cómo escribir libros.

—No, Perdida está bien, muchas gracias.

—No es nada, tengo que irme, pero ¿desayunamos juntas? —Meneé la cabeza para decir si y se fue.

Había dejado casi a todos mis amigos por salir con Dante, sabía que era absurdo querer recuperarlos, así que Amy cayó como anillo al dedo.

Una amiga que ama la lectura tanto como tú creo que es un regalo divino.

Una amiga que ama la lectura tanto como tú creo que es un regalo divino

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