9• Yo decido.

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El viento frío le da de lleno en el rostro, enredando su cabello.

— ¿No te gusta el mar?

Yuratchka gira en dirección a su acompañante y, resignado a sentir la arena entrandole en la boca, responde.

— No es que no me guste —Dice, observando a su alrededor. La playa de San Petersburgo es fría y gris, casi sin vida. O probablemente sea el efecto que tiene el vivir en las costas de Kyushu. La playa de Hasetsu es más cálida — Creo que extraño mi hogar, es todo.

— ¿Cuando se irán?

— El próximo fin de semana —Murmura y se acerca al chico que ha dejado de caminar para esperarlo — ¿Y tú?

— Mi vuelo sale en la mañana.

Yurio hace una mueca.

Ese mes fue mejor de lo que se imaginó. En cuanto su padre le informó del viaje se había resignado a todo lo que podría pasar. Pero nada fue como lo esperó.

El día que su curso en la pista de Yakov comenzó, los dividieron por niveles y para su sorpresa -y probablemente por favoritismo- Yakov lo asignó con los patinadores Senior.

Fue toda una sorpresa ver tanta fuerza y agilidad en patinadores mayores a él y no perdió oportunidad en aprender todo lo que pudo. Todos lo vieron al principio como un bicho raro y él decidió ignorarlos a todos, algo que se le daba a la perfección.

Entre todos conoció a una chica pelirroja, que si bien era un poco fastidiosa, también era muy divertida y parecía entender su acido humor.

Al terminar el primer día y mientras esperaba a Zet fuera del recinto, lo reconoció.

Estaba enviándole un mensaje a su madre, avisando de su pronto regreso cuando el olor le llegó, con más fuerza que el día anterior e incluso más concentrado.

Se topó con el origen del atrayente aroma cuando se giró hacia las escaleras.

Otabek Altin lo veía con confusión en las orbes oscuras y con un brillo de algo que Yurio no supo identificar, pero que le erizó la piel de la nuca.

Desde ese día, el chico los esperaba a Zet y a él para ir a dar una vuelta por la ciudad o jugar en el parque donde se conocieron, acompañados por Yullian.

Aprendió muchas cosas de Otabek: En realidad tiene 16 años. Es patinador, pero su nivel es más bajo que el promedio por lo que aún no debuta como Senior. Es hijo único, sólo vive con su abuela y ahora reside en Canadá aunque nació en Kazajistán. Éste Verano lo está pasando con una tía en Rusia.

Y sí Yurio quisiera tocar puntos más profundos, diría que a Otabek parecen no gustarle mucho las cosas dulces y que el día que le regaló un caramelo a su hermano fue porque su tía se lo había dado. Le gustan los osos de peluche, como comprobó cuando Yullian llevó uno a su encuentro en el parque. No hablá mucho y le gusta el color negro. A diferencia de Yurio, parece no llevarse muy bien con las redes sociales y le gustan los deportes.

Pero decir todo eso sería admitir que Yuratchka ha estado más pendiente en el Kazajistán de lo que debería. Así que no dirá nada.

Y después de ese verano divertido y memorable, llega la despedida.

Se sienta en un tronco seco y clava su verde mirada en el mar, esperando a que Otabek tome asiento a su lado.

— No sabía que esperar de éste viaje —Dice Yurio —Ya te he contado la situación de mi familia, así que comprenderás que no fue fácil aceptar venir a Rusia sabiendo que mi mamá podría ser molestado. Incluso toda mi familia, pero... —Soltando todo el aire de sus pulmones, el rubio sonríe en dirección al moreno, quién lo ve con profunda atención — Pude conocerte, así que no fue tan horrible, después de todo.

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