17• Yuratchka.

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— Felicidades por su triunfo, joven Nikiforov.

— Oh. Gracias, pero nada hubiese sido posible sin mi familia.

Yuri reprime las ganas de ampliar su sonrisa. En cambio decide permanecer sereno ante la mirada inquisidora de la pareja frente a ellos, quienes no dejan de observarlo de pies a cabeza.

Llevan una hora con situaciones como esa. Amantes del patinaje, personas de alcurnia y patrocinadores importantes se han acercado a su hijo con la afable intención de felicitarlo por haber obtenido la medalla de oro en su debut como Senior y Yurio destella la sonrisa más grande de su repertorio antes de dar siempre la misma respuesta.

Aunando los comentarios de Yuratchka al agarre firme que mantiene con su mano, todo el mundo los mira fijamente.

Yuri cree saber lo que la mayoría piensa; Algunos se ven realmente complacidos con el triunfo del menor, sin embargo, muchos otros se preguntan como es posible que el niño esté tan tranquilo junto a su padre Omega, quien lo descuidó tanto que tuvo que irse de Japón.

Pero ya nada de eso importa.

No mientras nada ni nadie haga desaparecer la sonrisa de su bebé.

Yurio gira el rostro para encontrarse con sus ojos y la sonrisa cambia a una llena de ternura antes de apretar el agarre de su mano y llevarlo junto a la mesa con aperitivos.

Desde que se encontraron en el pasillo después de la presentación del programa libre, Yurio sólo se alejó una vez. Y en cuanto le colgaron la medalla al cuello y espero cinco minutos para la rigurosa sesión de fotos, volvió a él reclamando por otro abrazo.

Incluso cuando debieron ir al hotel a cambiarse de ropa para asistir al banquete, Yurio fue con ellos y no a su respectiva habitación, así que Víctor tuvo que conseguirle un traje.

Su niño no es de los que dan muestras de afecto en público voluntariamente, así que ya no está abrazándolo, pero se niega a soltarle la mano.

— Gatito —murmura Yuri mientras Yurio hace maniobras para servir algunos pastelillos en un mini plato con una sola mano —, no iré a ningún lado.

El rubio voltea a verlo y luego a sus manos unidas, antes de volver a su labor sin hacerle caso.

El azabache suspira enternecido. Lo cierto es que él tampoco quiere separarse de su hijo. No lo vió por meses. Días eternos en los que el dolor no hacía más que incrementar junto con el sentimiento de culpa.

El recuerdo del vacío en su pecho cada vez que veía la puerta de la habitación de su hijo mayor, el cojín favorito de Yura en la sala, su gato siamés paseando por los pasillos, incluso su platillo favorito; todo le provocaba una tristeza asfixiante.

De hecho piensa que Yullian debe agradecer esos días sin su presencia. Su hijo menor probablemente está un poco harto de la sobre atención que recibe por su parte al intentar consolarse un poco.

Ahora mismo le gustaría regresar al hotel, hacer un nido de mantas en la cama, poner una de las películas de terror que tanto le gustan a su rubio hijo y abrazarlo por días enteros. Reponer el tiempo perdido sin su calor y su suave olor a vainilla. Sabe que Víctor piensa igual.

Si embargo, contrario a lo que esperó, Yurio estaba ansioso por llegar a la gala y entendió porqué desde que recibió su primera felicitación. Yurio quería que el mundo entero supiera que su familia estaba bien y más unida que nunca.

— No voy a soltarte en mucho tiempo, mamá —dice y se lleva una cucharada de pastel a la boca.

Yuri sonríe y se queja mentalmente por las miradas llenas de curiosidad a su alrededor. Quiere besar la frente de su hijo.

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