• Un Beka para Yura.

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Especial OtaYuri.

[18 años]



Yuratchka Nikiforov está total, ridícula, absoluta y estúpidamente enamorado de Otabek Altin.

Y puede explayarse, explicar el por qué a detalle, hablando de lo mucho que le atrae su físico y su olor enmaderado, hasta lo encandilado que está por su personalidad.

Porque a sus veintiún años Beka muestra una expresión estoica, sería y un poco aburrida al resto del mundo que realmente no le interesa. Todo porque pocos privilegiados Yuri celebra ser uno tienen el placer de convivir con la personalidad más escondida y real del Kazajo.

A Yurio le encanta que Otabek lo deje escuchar las mezclas musicales que compone, porque es DJ algunos fines de semana en uno que otro club y sus gustos sobre música son iguales a los del rubio.

Para Yuratchka ver el patinaje de su novio es atrayente. Como un soplo de aire fresco que despierta su orgullo y la rivalidad que pueda llegar a tener por Beka al ver semejante manjar de movimientos rítmicos, un poco rudos, pero sobre todo originales.

Al hijo menor de los Nikiforov le intriga ser consciente de que no siempre será capaz de saberlo todo sobre Otabek. Porque un día puede ver al chico rudo de mirada intimidante que responde con resoplidos o monosílabos, y al día siguiente convivirá con su novio dedicado y detallista, aquel que lo toma de la mano al caminar, que acomoda los mechones rebeldes de su cabello porque le gusta ver sus ojos en total plenitud, el que ríe sin inhibiciones al escucharlo decir alguna tontería o contarle alguna anécdota graciosa de su familia, el mismo chico que puede besarlo lentamente y tocarlo con adoración.

Yuri no puede creer que sea ese mismo chico el que ven sus ojos ahora, en las impresiones tan bien cuidadas de un álbum fotográfico.

Ver el paso de los años en su novio de una forma tan simple como aquella es tan gratificante como tierna para Yurio.

Porque aún no se le olvida que hace años Beka también tuvo lo osadía de ver las vergonzosas fotografías de su infancia. Y aunque se sabe lindo y que cuando era bebé era la ternura personificada, a Yura nadie le quita de la cabeza que su padre también mostró las instantáneas que resguarda de su pequeño cuerpo desnudo y sonrosado cuando lo metieron a las aguas del Onsen por primera vez, y aunque sus padres y Otabek lo nieguen, él no confía en ellos si de ese tema se trata; Otabek vio su pequeño trasero de un año, está seguro.

Por supuesto, no creyó que devolverle el favor y aplicar la Ley del talión en esta cuestión sería tan beneficioso.

La abuela de Otabek tuvo la gracia de hablar sobre su novio y de cómo el pequeño Beka odiaba comer calabaza, cualquier otra verdura estaba bien para el niño, menos esa.

Yuratchka comentó, como quien no quiere la cosa y en ofrenda por aquella confesión, que él no soportaba el brócoli a su tierna edad. Que de hecho aún lo aborrece, pero aprendió a tragárselo para que su hermanito menor lo comiera.

Y de ahí se derivó cada detalle de la inocencia de su novio.

Mientras la amable abuelita sacaba los trapitos y pañales sucios de Beka al sol, Yuratchka sacaba alguno propio.

Que si Beka era bueno nadando porque uno de sus tíos lo aventaba a la piscina desde los tres años para que aprendiera a flotar; Yurio aprendió porque, al vivir en una costa y con su madre teniendo el terror latente de no poder confiar en su padre si de su seguridad física se trataba, lo inscribió en clases de natación.

Que Otabek es alérgico a las fresas y se llena de ronchas; A Yuratchka se le cierra la garganta si traga una nuez.

Altin adora los osos, pero no soporta a las lagartijas; Nikiforov ama a los felinos y quiere destruir a todos los patos del mundo.

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