Capítulo 11

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Después de una noche perturbadora repleta de persecuciones yamenazas, me desperté terriblemente tarde. No lo supe por el despertador,que debí apagar en algún momento que no supe definir, sino por lallamada a la puerta del cuarto. 

Abrí bostezando, en pijama y con el pelo revuelto y me encontré delleno con Cecilia, perfectamente arreglada, peinada y maquillada. 

—Bonito atuendo para salir con mi vecino. Pobre Lucas, llevaesperándote media hora abajo y se va a llevar una sorpresa muy agradablesi apareces de esa guisa. ¿Qué es? ¿La última moda en París? —se jactócon los brazos en jarras. 

—¡Que te den! —grité enfurecida. Su presencia consiguió terminarde despertarme. Le cerré la puerta en las narices y sufrí un momento debloqueo. Luego salí corriendo despavorida en dirección al baño llevandoen una mano el vestido que había decido ponerme la tarde anterior ytecleando furiosamente con la otra, avisando a Lucas para que me esperasediciéndole que no tardaba «nada». Una mentira muy común entre laschicas, pero ellos no tenían que pasar el suplicio de ponerse guapos.Parecía que venían así de serie. 

Cinco minutos más tarde bajé las escaleras totalmente presentable.Arreglada pero informal: un vestido largo y vaporoso, estampado conrayas verticales con unos zapatos de cuña y una cazadora vaquera. Un parde horquillas me recogían el flequillo hacia atrás. Gloss, algo de rímel ycolorete para darme algo de luz en la cara. Y voilà. 

—Ainara estás perfecta. —La hermana Visitación se quedó quieta delasombro cuando me vio aparecer. 

Estaba sentada en una silla de enea haciendo sus labores de punto decruz. Podía hacer auténticos cuadros reproduciendo cualquier cosa que sepropusiera. Mi favorito era una reproducción del Puente de Triana, vistode noche. Casi parecía una auténtica fotografía. Me había gustado tantoque me había empeñado en comprárselo el primer día que llegué a laresidencia. Aunque no hizo falta. Me lo regaló y estaba colgado en micuarto, el verdadero, que estaba en mi casa en el pueblo. 

—Y que lo diga, hermana —silbó una elegante voz masculina.Sentado frente a ella, en el sofá que pocos días antes había ocupadomi mejor amigo, estaba Lucas en todo su esplendor. 

Su olor a Hugo Boss llenaba toda la estancia. Inspiré lentamentemientras le evaluaba. También se había decantado por un look informal:una camiseta gris, con el logotipo de Batman en el centro, pantalonesoscuros y zapatos negros. 

—¿Nos vamos? —dije dirigiéndome a él. 

—Tus deseos son órdenes para mí. 

Se puso en pie y me tendió un brazo en un gesto que pretendía sercaballeroso, pero que estaba cargado de significado. Rehusé cogérselo yme encaminé hacia el portal no sin antes despedirme de la monja. En unaesquina, concentrada en teclear algo en su ordenador portátil, seencontraba Cecilia. Andrea entraba por la puerta cuando nosotrospisábamos la acera. 

—Vais tarde ¿no? 

Le hice señas para que se callara. No quería que nadie remarcase másel hecho de que me había quedado frita, ya era bastante evidente. 

—Hola, Andrea ¿qué tal estás? Nosotros bien gracias, ya nosmarchamos —saludó Lucas muy animado, dejando claro la prisa que teníaporque nos largásemos de allí. 

—Genial, espero que lo paséis muy bien. —Andrea se fueremarcando en exceso el muy. No sabía qué le pasaba a mi entornoúltimamente, pero decían dobles sentidos con connotación sexual condemasiada facilidad.  

—Maravilloso todo, pero cuanto antes salgamos de aquí mejor. Nome gusta estar en medio de la calle sin hacer nada —espeté. 

—Tranquila, ya me encargo yo de mantenerte ocupada. —Sonrió amedio lado, caminando tranquilamente con las manos en los bolsillos. 

Corto-circuitoWhere stories live. Discover now