Maldito payaso

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—¿Que viste? —cuestionó de nuevo.
—El... El... Desde el primer momento el ya me tenía —proclamé con la voz temblorosa e intente no romper en llanto.
—Pero... —lo pensó por un momento —el ya no te tiene, eres libre —sonrió.
—Si... lo soy —respondí con un hilo de voz.
     ¿Acaso quería se libre? Creo que en realidad me gustaba ser presa de ese hombre. Yo era su objeto, su pequeño juguete, y creo que así era feliz.
—Hoy iremos por todas tus cosas ¿de acuerdo?
—Claro.
—Alistate —asentí y entramos a la habitación.
Tome mi traje de arlequín que reposaba en el suelo, me desvestí, y me puse el traje, Hiedra hizo lo mismo, se puso su traje verde que cubría solo de la cadera al pecho, sus guantes y sus botas altas de tacón verdes.
Me limpie la pintura. Me puse labial rojo, delineador, algo de rimel y sombras del mismo color, lamentablemente mi antifaz y mi gorro seguían en la guarida del Sr. G. Me deshice el peinado que y me hice mis típicas dos coletas. Roja se quitó el rubor y se puso labial, delineador, rímel y sombras verdes. Tome mi revólver  y mi mazo.
—¿Estas lista?
—¡Si, Roja! —exclame.
—Muy bien.
Salimos del apartamento, Hiedra lo cerró y se metió las llaves al sostén. Salimos por la puerta trasera para que nadie nos viera.
     Caminamos por la acera, alcance a ver por un segundo el Lamborginhy morado, ( aunque el decía que era morado yo siempre lo vi rosa), vi también a Rocco y a Luigy, dos de los hombres más fieles y que siempre estaban con el Señor G. Con ambos inició la pandilla. Yo los conocía bien, supongo que eran lo más cercano a amigos que tenía y eran de los únicos hombres de los cuales el Señor G me dejaba estar sin supervisión. Tomé a Roja y la distraje para que no los viera y ellos no me vieran.
Seguramente estaban ahí por mi y el Señor G con ellos. Rogué mil veces para mis adentros que solo fuera mi imaginación.
En ese momento me sentí terriblemente mal, tan culpable. Ni quería que le hicieran nada a Ella ni a su hogar, en verdad yo la quería y si le hacían algo a su hogar o a sus plantas por mi culpa no me lo perdonaría nunca.  
     Cruzamos una esquina, lo mas rápido posible para que ella no los viera. Lo último que ví fueron las espaldas del Sr. G. — maldito y estúpido payaso, me las va a pagar —pensé.
Caminamos todo el tramo hasta la guarida.
—Se dará cuenta —escuche a Hiedra susurrar —Harl ¿se dará cuenta?
No contesté.
—Harley, ¿que pasará di se da cuenta? —preguntó algo preocupada.
—No lo hará Roja, tranquila. —la alente con una sonrisa falsa.
Suspiró.
—Bien.
Forcé la cerradura de la puerta trasera que daba a un pasillo, ahí había otra puerta, hice lo mismo, esa daba directo a nuestra... a su habitación.
     Mis cosas estaban tal y como las había dejado, eso me sorprendió, debo admitir que hasta temía que el ya se hubiera desecho de ellas, pero... no.
Quizá si le importo, —pense— quizá quiere que regrese con el. ¿Que estas pensando Harley? Seguramente no ha tenido ni tiempo de tirarlas, después de todo seguramente esta muy ocupado revolcándose con perras.
—¿Harley? —dijo Hiedra interrumpiendo mis pensamientos.
—¿Si?
—¿Cómo nos llevaremos todas tus cosas?
¡Rayos! No había pensado en eso.
—Tonta, vienés a robar tus cosas y ni siquiera sabes como las llevarás —refunfuñó molesta una de las voces.
—¡Oh callate! —le respondí.
—No dije nada —dijo Hiedra.
—Lo lamento, Roja, no era para ti.
Ella me miro, de una manera, como si pensara: "si que esta loca". Recordé que el guarda cajas en un pequeño almacén. Sin decirle nada a Hiedra me dirijí a la puerta del almacén y ella me siguió, solo abrí la puerta ya que esa no tenia llave y comencé a sacar cajas de cartón y se las pase a Hiedra.
—Tienes un amigo que transporta cosas ¿no?
—En realidad no es mi amigo —dijo con un tono de duda.
—Lo que sea.
—Si, su nombre es...
—Su nombre no es importante, —interrumpí —¿puedes llamarlo y pedirle uno de sus camiones? Que lo deje a unas dos cuadras de aquí.
—Claro —sacó de su bota derecha un pequeño teléfono celular y llamo mientras yo comenzaba a meter algunas de mis cosas en las cajas.
Divisé una puerta, el Señor G no me dejaba abrirla, pero el no estaba allí. También forcé la cerradura de esa puerta y la abrí con mucha curiosidad y alegría por que por fin vería lo que ese payaso ocultaba, pero toda mi felicidad se fue al carajo cuando vi lo que había ahí. Maldito payaso, el muy maldito la guardaba como un maldito trofeo...


Amor, besos y un abrazo psicológico.
Y ¡Feliz Navidad! (Lo escribí el 25 de diciembre, aquí en México, no se cuando lo lean o si celebren la Navidad, pero aun así mis mejores deseos).
Voteny comenten.

Te necesito, mi horrible amor (Harley Quinn/ Harlivy/ Jarley) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora