III: "Insomnio"

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DANAE

Logramos llegar a casa sanos y salvos, y completos. Abrí cuidadosamente la puerta, aunque tenía la certeza de que no había nadie en casa. Papá en el trabajo, mamá en otro país. Y bien, yo encerrada, ya saben, soy una especie de Rapunzel, eso creo.

-Quita enfermedad, y el destino cruel... Trae lo que perdí -cantaba Sam, el ebrio en un tono de voz muy bajo.

-¿Puedes callarte? Pareces idiota -me quejé ligeramente estresada. También está el hecho de que mis habilidades sociales son un asco y no sé tratar a la gente como lo harían las personas normales.

-Así te encanta, lindura -intentó decir de un modo seductor, pero con ese nivel de alcohol, solo se vio como un torpe.

-Te conocí esta mañana, iluso -rodé los ojos.

-¿Qué no has visto tu película?...hic...O alguna de Disney. Se enamoran en un día, belleza...hic...Solo piénsalo -habló nuevamente como un tarado.

Decidí ignorarlo después de soltar una ligera risa. Caminamos hasta mi habitación entre tropezones y una que otra eventual caída. Alcancé la manija de mi puerta y no tardé en abrirla para finalmente entrar a mi pieza y dormir.

Empujé a Sam al suelo y le puse una manta de Barnie que tenía cerca. Me tiré a mi inmensa cama sin necesidad de ponerme pijama por el cansancio y cerré mis ojos.

Todo estaba bien, caería dormida tranquilamente y...

-No puedo dormir -habló esa voz estresante y completamente impertinente.

Lo ignoré una vez.

-Danae... -chilló como niño -. No puedo dormir -armó un berrinche alargando la letra i como un bebé.

-No me importa, idiota -gruñí seca con mi rostro pegado a la almohada.

Cerré mis ojos aún más fuerte y volví a mi tarea de intentar dormir. Todo iba bien, estaba a unos cortos minutos de caer en los brazos de Morfeo y repentinamente sentí un cuerpo sobre mí, y uno bastante pesado.

-Por tu abuela, Sam. VETE A DORMIR -le grité e intenté salir de la trampa mortal que era estar bajo su cuerpo.

-Durmamos abrazaditos, princesa. Por favor -habló en un tono de voz tenue, sin embargo no le salió para nada masculino.

-Tu putísima...¿Sam? No me digas que ya te dormiste -gruñí debajo de Sam al escuchar un ligero ronquido salir de él.

Bien, era hora de usar la fuerza.

-A la cuenta de tres, Danae. Uno... Dos y... Tres -. El último tres sonó como si estuviera dando a luz a un bebé en extremo gordo que no parece dar rastro de querer salir.

Se escuchó cómo el cuerpo de Sam caía contra el duro suelo de mi alcoba. Podía respirar tranquila sin su pesado ser sobre mí.

Después de haber soltado un sonoro suspiro, me puse de pie y me dirigí a mi armario pasadizo a buscar la pijama más conservadora que tuviera, ya que recapacité y pensé que la verdad, no me sentía del todo cómoda vestida así para dormir.

Encontré una especie de túnica blanca con un sol sonriente en el centro y me la puse. Era cómoda y me llegaba a los talones. Perfecto. Parecía una monja.

Salí de mi armario y me lancé a mi cama para pegar un sueño largo y profundo. Suelo tirarme así a mi cama y es bastante divertido pero no conté que esta vez, al aterrizar bruscamente a esta, se me saldría un pedo.

¡Joder joder joder!

¿Por qué la vida me odia de este modo? ¿No pudo hacer que se me rompiera un tacón o una uña durante la fiesta? Es menos trágico que soltar tremendo gas frente a un chico... O cualquier persona, sin importar quien sea.

¡Danae, deja caer tu cabello! #CA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora