I: "Mapas"

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Que tenga buena tarde, profesor Sánchez -hablé fluido. Me encantaba el poder presumir mi español, en especial viviendo en un edificio completamente poblado por chicas que piensan con los ovarios. Sé perfectamente que saben a qué me refiero.

Hasta luego, señorita Rodríguez -se despidió mi atractivo profesor de español. Oh dios mío, a este Adonis qué no le haría.

Lo sé, lo sé. Soy una pervertida, pero santo cielo. ¿Qué esperan de mí? ¿Que sea normal? Oh vamos, he vivido en esta "torre" durante dieciocho años, mi rareza merece compasión.

Además, es duro no salir más que a otros pisos, siempre pensé que era suficiente. Es decir, en este edificio ocurrían las mejores fiestas, venían las estrellas más reconocidas a hospedarse, y tiene servicio a la habitación. ¡A la habitación, chicos! Qué tan genial es eso. El punto es que hasta que cumplí mis dieciséis me bastaba. Sin embargo yo quería salir y conocer el mundo, París, Moscú, Tokyo... Una playa al menos.

Caminé hasta la oficina de papá después de haber cerrado la puerta del penthouse. Su oficina era fascinante. Techo alto y un candelabro. Un escritorio enorme y libros por montones. Yo no era una lectora obsesiva pero me conocía algunos clásicos.  Aún así, mi parte favorita de su oficina era la pared izquierda, la cual era un enorme mapa de todo el mundo y tenía marcado con pinches rojos los lugares que él había visitado, sea por trabajo o lo que sea. Se conectaban todos por un hilo rojo y por este pasaba un diminuto avión de juguete. Lo movía de atrás hacia adelante divirtiéndome pensando qué cosas entretenidas pasan dentro de un avión. Bien, la verdad sí sé, tampoco es que nunca haya visto una película, pero todos saben qué tan diferentes son las películas a la vida real. Imitaba los gritos de los pasajeros imaginarios del avioncito durante una turbulencia, de las fuertes, mientras lo sacudía y hacía gestos extraños.

Me entretuve un rato largo y luego fui directo a mi habitación. Claro que sí. Una gran habitación. Una muy grande. Y por Dios, tenía que serlo si es que no me dejaban salir al mundo.

Me acosté en mi cama y observé el techo. Era asombroso, tenía un enorme mapa estampado como la pared de mi papá, la diferencia estaba en que yo me trepaba a un pequeño columpio que colgaba del techo y marcaba los lugares que quería visitar. Cada semana marcaba un lugar diferente e investigaba de él; la semana pasada marqué la isla de Hateruma, y la antepasada Grecia. El sábado decidiré qué lugar marcaré y seguramente será fantástico.

Me balanceaba de atrás hacia adelante en aquel columpio, esperando a que se me ocurra algo interesante que hacer pero nada venía a mi vacía mente. Último recurso, bajar a algún otro piso con alguna otra persona a organizar alguna que otra fiesta. Sí, es una buena idea. Una fiesta, mi cuerpo necesita una urgentemente.

-¿Qué tal me veo, hermoso? - le hablé a mi perro con aquella irritante voz nuevamente. Me respondió con un ladrido y mucha baba.

-Me halagas, lindura. Ven aquí -me puse de cuclillas y apreté a Kiwi entre mis brazos, era el mejor amigo que podría tener. Siendo también uno de mis pocos amigos. Oh vaya, mi vida social apesta.

No lo sé, chicos. No soy de las personas a las que todo le sale bien. Con todo el tiempo que tengo, el cual es bastante, he intentado pintar, y fracasé, he intentado bailar, otro fracaso, ni hablar de cocinar, los bomberos me han visitado constantemente. Yo sé que no conozco personas por montones pero esos personajes que aparecen en películas que siempre hacen todo bien por ser protagonistas... Bien, todo es falso. En sí porque todos somos protagonistas de nuestras vidas ¿verdad? Y no todo sale siempre como uno espera.

Oh demonios, Danae. ¿Por qué tan sentimental?

No lo sé, voz interna, tengo mucho tiempo para reflexionar, tal vez.

Deja eso a un lado y ve a organizar una fiesta.

Por supuesto que sí.

SAM

-Buen día, adelante por favor -dije cortésmente al abrir la puerta para uno de los residentes.

No era el trabajo más divertido pero... A quién engaño, era genial. No hacía mucho, ganaba bien, y era invitado a todas las fiestas que se realizaban en este edificio, y vaya que eran las mejores fiestas de la ciudad. Y lo dice alguien que ama viajar por todo el estado en su motocicleta y se conoce con todos, es decir que ha asistido a cientos y cientos de fiestas.

-Discúlpame, Sam. ¿Me habrán dejado algún encargo esta mañana? Se suponía que lo recibiría ayer pero parece que se ha retrasado -. Aquel era el administrador del edificio, quien raramente se encuentra aquí. Un señor canoso y relleno, me hacía pensar en Santa Claus.

Caminé rápidamente a mi "puesto" y revisé si había algún recado para mi jefe.

-No señor, ninguno ha llegado.

-No hay problema, hijo. Ten un buen día -. Y se despidió de mí con una sonrisa. Era un buen hombre. Tenía sentido del humor y ciertamente también un gran corazón. Trabajo en el edificio desde los dieciséis años y a decir verdad, en cinco años he podido observar lo buen tipo que es este hombre.

Mi celular suena. Es un mensaje de mi hermana.

Lía: ¿A qué hora llegas, pedazo de papa mal cocida?

Pequeño engendro...

Me sacó una sonrisa y antes de poderle responder, un par de chicas bastante lindas de acercan hacia donde me encontraba.

-Sí señoritas, díganme lo que necesiten -dije con formalidad. Era de las pocas dificultades que tenía este trabajo, y a decir verdad, me agradaba ser caballeroso. Sarcástico, pero un caballero, con un gran sentido del humor. Claro que sí.

-Por favor, Sam. Con confianza. Leanna e Eonne. Ya te lo hemos dicho -mencionan las muchachas con sonrisas cómplices.

-Bien, díganme ¿qué ocurre? -les muestro una sonrisa torcida y noto cómo les afecta, la chica número dos aprieta con más fuerza el antebrazo de su amiga y esta se traba al hablar.

Lo sé, chicas, soy un bombón comestible ¿verdad? Aún no puedo creer que la chica de la mañana me haya botado a patadas (realmente no tengo idea de cómo poner que me botó lanzándome donas) a pesar de que haya usado mi arma mortal. Por Dios, era infalible.

-Queríamos saber si quisieras venir a la fiesta que daremos hoy en el 708 -dijo la chica número uno enredándose en un dedo un mechón de cabello.

-Hoy es lunes, lo saben ¿no es así? -. Por supuesto que iría, solo quería ver que se esforzaran un poco más.

-Ya sabemos pero ya todos acabamos exámenes finales. Así que ¿vendrás? -preguntaron ansiosas.

-Claro que sí, ahí estaré -dije y les guiñé un ojo. Las chicas se fueron a anunciar su fiesta a los demás, supongo.

Vaya vergüenza. Estuve a un pelo de que sepan que no estoy estudiando. No es porque no quiera y tampoco quiero hacerme ver como un inútil que solo sirve para abrir y cerrar puertas. La verdad es que tengo que ahorrar antes de regresar a mi carrera. Primero está pagar también la escuela de Lía. Tiene que vivir bien y disfrutar de su niñez, esa es mi prioridad, luego estudiaré.

Yo: Lo siento Dam-Dam, llegaré tarde hoy, ve a dormir a la casa de Lila, yo te recogeré de ahí mañana en la mañana. No comas toda su refrigeradora, bola de grasa.

Lía: Como digas, bolota de grasa con estrías. Te quiero.

Yo: Igual, torpe.

Bien, ahora a esperar a la fiesta. De repente ahí encontraré a la chica de las donas.


Ohhbaia parece que tuve problemas al publicarlo:'v 
Oh sí, espero les haya gustado el capitulo uno, bellezas:'D poco a poco descubriremos más de Sam y Danae oh sí 7u7 qué pasará en la fiesta? Conoceremos mucho más de estos dos en el siguiente capítulo. Oh sí, yo sé que tú has leído esto con voz de comercial, a mí no me engañas.

Patatas fritas

Ariane

¡Danae, deja caer tu cabello! #CA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora