01: garden

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saturday, june 18th, 2011.

Te conocí en aquella fiesta a la que me llevó Zack, mi hermano.

A mis dieciocho años de edad solo había ido a dos fiestas y me costaba mucho hablar con personas desconocidas.

Me empezaba a alterar porque no conocía a nadie, no encontraba a Zack y me urgía salir de ahí. Sabía que sí me quedaba más tiempo, probablemente terminaría mal.

Estaba decidido a irme mientras caminaba hacia la entrada, cuando alguien tocó suavemente mi hombro.

Eras tú.

—Hola, ¿todo bien?

Vaya, te veías muy lindo. Observé tus ojos rasgados, dos expansiones pequeñas en ambas orejas y tu cabello oscuro.

—Sí... o eso creo —respondí tartamudeando un poco.

—¿Seguro?, Estás pálido —preguntaste alzando la voz debido al ruido de la música.

—Sí, estoy bien —mentía, estaba muy lejos de estar bien: estaba asustado y sentías náuseas—, no suelo venir mucho a fiestas, es sólo eso. Gracias por preguntar.

—No es nada —dijiste encogiendo los hombros—. Te vi desde la barra hace un rato y me preocupé al verte así.

Te preocupaste por mí. ¿Entiendes lo sorprendente que era eso para alguien como yo?

Después de un breve momento, noté que portabas la misma sudadera de calavera que yo.

—Mira, tenemos la misma —dije sonriendo y señalándola con mi dedo índice.

Volteaste a verla y al darte cuenta que eran iguales también sonreíste.

De repente, tu sonrisa me tranquilizó. Algo así como el canto de una madre a un bebé.

—Mmmh, hay mucho ruido aquí, ¿quieres ir al jardín a platicar un rato... o ya te ibas? —preguntaste como si nada.

Automáticamente me dio un vuelco al corazón.

"¿Yo? ¿Hablando con alguien desconocido? ¿Estás seguro?"

—No, vamos al jardín, me quedo un rato más.

Sí, sí lo estaba.

Asentiste con la cabeza y me hiciste un gesto para que te siguiera. Pasamos a través de toda la multitud de gente y llegamos con un poco de dificultad al jardín. Era muy bonito, estaba repleto luces de colores en los arbustos y había una banca de madera.

—Es más tranquilo aquí, ¿no? —dijiste sentándote en la banca y respirando profundo.

—Sí, mucho mejor.

—Por cierto, ¿por qué no has salido a tantas fiestas? No te ves de los chicos que se queden en su casa los fines de semana.

No sabía si lo decías de broma, pero yo era un chico muy flacucho, pálido y miedoso, que cualquiera que me veía desde lejos creía lo contrario a ti.

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