wednesday, july 6th, 2011.
Matty nos llevó a una carretera poco transitada a las afueras de Ohio. Aquel lugar se había convertido en una especie de refugio al que íbamos cuando queríamos despejarnos de toda la ciudad.
Habíamos ido ese día a una tienda de música a comprar un par de discos y George nos sugirió que fuéramos a escucharlos hasta allá. Había sido una buena idea: reíamos, platicábamos y bromeábamos mientras la música sonaba en el estéreo. Un par de horas más tarde, George y Matty habían ido a jugar al otro lado de la carretera.
Tú y yo nos habíamos quedado solos.
El viento pegaba con fuerza, el sol apenas se ocultaba y contemplábamos una gran vista desde el porche del auto. Después de mucho tiempo, pude disfrutar uno de los pocos detalles que tenía la vida para mí: el primer atardecer contigo.
—Por cierto, ¿tus papás no te dicen algo por salir más seguido que antes? —hablaste curioso de repente.
Ahí fue donde mi corazón empezó a palpitar sin cesar y me entraron náuseas. Aún no te había hablado sobre lo horrible que era estar en compañía de ellos.
Miré hacia abajo. Quería intentar evadir el tema a toda costa, pero no sabía cómo hacerlo.
—Eh...—respondí sin saber que decir.
Empecé a sentirme sofocado a pesar del viento que había.
—Tyler —hablaste tranquilo, luego colocaste tu mano en mi rodilla y la acariciaste con delicadeza—, ¿te sientes bien?
Subí mi cabeza para verte y sentía la seriedad en tu mirada.
—Puedes confiar en mí.
Con esas palabras, recordé que eras tú quien me escucharía hablar: alguien que me había brindado todo su tiempo y cariño en el poco tiempo de conocernos. Alguien tan bello por dentro y por fuera.
Pero a pesar de eso, la duda seguía ahí. Mi incertidumbre salía a flote cada vez que hablaba de cosas personales, y más sobre mis padres. Tenía miedo de que la gente me hiciera daño de nuevo, como todo el tiempo lo hacían en los colegios pasados o en la universidad. Prefería mil veces la lástima de todo mundo, a que me siguieran jodiendo la vida más y más, sin cansancio alguno.
Sentía que todos se empeñaban en hacerme creer que yo era un marica fracasado.
Pero, ¿qué dirías tú, Josh?
—Yo... —estaba seguro de hablar, sin embargo me giré para observar a los otros chicos: el rizado y el alto jugaban a aventarse trozos de barro el uno al otro cruzando el asfalto, lo suficientemente lejos para que no escucharan lo que yo hablaba, así que inhalé y continúe.
"Mi padre abusa de mí y de mi madre. Nos golpea desde que yo tenía ocho años".
Tú sólo te quedaste callado.
Sí, seguro que ya había echado a perder todo. ¿Cómo se me había ocurrido decirte algo tan personal en tan poco tiempo de conocernos? Qué estúpido me sentí.
Pero mis pensamientos al respecto cesaron cuando me preguntaste algo.
—¿Por qué lo hace?
"Vamos Tyler, ya no lo pienses más, él lo va entender. Es mejor decirlo rápido o vas a arrepentirte".
—Por ser gay. Estaba muy pequeño cuando me enteré, ya que un chico del colegio me gustaba. Le conté a mi mamá y ella reaccionó muy bien, pero a la hora de decirle a mi papá fue el peor error que cometí en mi vida. Para una persona homofóbica y machista, el 'colmo' era que su hijo fuera gay. Para mí, fue como si mi héroe se hubiera convertido en un demonio de un momento para otro.
«Ese día golpeó por primera vez de tantas a mi madre y a mi. Nos insultó de todas las formas posibles. Estaba furioso. Pero los golpes no bastaron: ella salió perjudicada psicológicamente porque la culpó de mi orientación sexual. Ella estaba tan cegada por su amor hacia él, que le creyó toda la mierda que le decía, cayó en depresión y se convirtió en alcohólica. Así pasaron años, las cosas empeoraron, y ahora ya nunca nos presta atención, está loca de amor por mi padre y sigue creyendo que es una buena persona».
Los recuerdos del primer día que empezó todo llegaban a mí.
Hematomas en mi cuerpo. Llantos interminables. Mucha confusión. Las teclas de mi pequeño piano siendo estrelladas por mi padre contra las escaleras. Los abrazos de mi madre mientras me consolaba con simples frases repetitivas. Olor a vodka en la alfombra de la sala. Gritos desde su recámara.
Sufrimiento que nunca acabaría.
—El ángel de mi vida es mi hermano Zack. Él siempre ha estado para mí —recordé a mi hermano mayor con solo 14 años, cubriendo mis oídos cuando los golpes y los gritos eran muy fuertes en la recámara de mis padres—. Me acepta como soy, me ayuda en lo que puede y me hace reír. Somos inseparables. ¿Y sabes qué, Josh? Lo más injusto de todo esto es que el único que trabaja y mantiene la casa en pie es él. Pero a mi padre no le importa un carajo, le quita todo el dinero que gana y lo gasta en cosas para él mismo.
Los escasos rayos de sol que quedaban se reflejaban en tu cabello. En ese momento no podía descifrar tu expresión, tal vez estabas confundido o impactado por todo lo que te había confesado. Continúe hablando sin parar, debía soltarlo todo.
—Siempre quise ser un mejor hermano, un mejor hijo... Pero nada funciona, mis papás siempre me verán como alguien despreciable. Estar en esa casa es un infierno de verdad: tienen peleas horribles todo el tiempo, nunca sé cuando llegará mi papá a golpearnos, o cuando mi mamá estará tan perdida en el alcohol que no recuerde quiénes somos. Ni siquiera debería llamarles "papás". Ellos nunca lo serán para mí. Esas personas me hicieron desconfiar de ellos, de los demás y de mí mismo. Me hicieron más daño que nadie en el mundo.
Sorpresivamente, me pusiste sobre tu regazo y me acariciaste el cabello. Sin darme cuenta, me había llevado tanto tiempo en hablar que mis lágrimas ya las había soltado a chorros. No podía retenerlas más al hablar de lo mal que estoy.
Aunque algo que me resultó extraño fue que mi voz aún no se quebrara. Quería aparentar ser fuerte mientras estábamos juntos.
—Josh, ¿qué demonios iba a saber yo a los ocho años que desataría todo este caos, sí yo sólo quería decirle a mis padres que me gustaba un chico?
De inmediato, la voz se me quebró por completo y mi plan de ser un 'macho' había fracasado.
Me había dado cuenta que sí tan sólo me hubiese quedado callado once años atrás, nadie sabría que el hijo menor de los Joseph era homosexual. Y tal vez en ese momento yo estaría disfrutando del atardecer con mis padres y mi hermano mayor.
Me quedé llorando en tu regazo sin hablar. Tú solo acariciabas mi cabeza y sentía tu comprensión al hacerlo.
Contigo me sentía inmune a todos mis problemas. Eras como mi escudo, y eso me confortaba.
Después, te aclaraste la garganta y hablaste muy bajito.
—Tyler... Mis padres me abandonaron a los once años.