Gritos bajo la luna

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El camino hacia la próxima parada del circo era largo y terroso, la mayor parte del tiempo el transporte iba sin problemas pero a veces una rueda caía en algún hundimiento o pasaba por encima de una piedra y causaba un violento bamboleo del cual todos ya estaban acostumbrados, por ello sus cosas personales que pudieran romperse en los remolques las guardaban en un lugar seguro antes de partir y la utilería de los espectáculos que fueran frágiles las aseguraban para que no se movieran de su lugar. Min Hyuk nunca había viajado de esa forma por lo que no estaba acostumbrado a todo el movimiento, se encontraba de nuevo acostado en la cama de Ji Hoon- como éste se la prestó- y quería seguir descansando después del horrible día que pasó anteriormente pero se le era imposible. No sabía por cuánto tiempo más viajarían y cuando lo ayudarían a regresar a su mundo y ya se estaba frustrando por toda la locura. Aún no podía creer de la existencia de ese otro mundo, quería estar metido en un sueño pero ya había comprobado que no lo era, los sueños no son tan realistas. Se resignó a aceptar la realidad que muchas veces vio en películas fantásticas que después de todo no estaban tan equivocadas.

Aprovechó a tratar de dormir ya que el camino no parecía estar accidentado en esa zona, se acomodó de medio lado, hundiendo su cabeza en la cómoda almohada que parecía un montón de suave algodón y de repente escuchó un ruido en el techo del remolque como si algo hubiese caído en él. Levantó la mirada y dejó la cama, siguiendo el sonido de lo que parecían pasos y se dirigían al otro lado del remolque; se acercó a la ventana para asomarse e intentar ver algo pero antes de abrirla, un rostro apareció repentinamente que lo hizo saltar hacia atrás y chocar contra la pared.

-¡Hola! – gritó el chico pelirrojo para poder ser escuchado a través del vidrio de la ventana.

-¿¡Qué rayos haces ahí!? – preguntó Min Hyuk a la defensiva.

-Lo siento ¿Te asusté?

-¡Sí! ¿Y cómo te montas en el techo estando en movimiento? Te puedes caer.

-Estaré bien, no te preocupes... ¿Podrías abrir esa compuerta del techo?

Min Hyuk miró arriba la compuerta en medio del techo que estaba cerrada con un seguro y lo quitó. Se abrió por afuera y el pelirrojo bajó por ésta hacia el interior del remolque.

-¡Tadá! – exclamó el chico con sus manos alzadas como si hubiese terminado una rutina de gimnasia -Ya estoy a salvo aquí adentro – sonrió ampliamente.

-¿Por qué viniste hasta acá?

-Pensé que podrías sentirte solo – se sentó al borde de la cama y palmeó a su lado, indicándole a Min Hyuk que lo acompañara.

Min Hyuk dudó por unos segundos pero lo acompañó, no es como si le fuera a suceder algo malo. Al sentarse, el fuerte sonido de una flatulencia lo hizo poner de pie de golpe y el otro se partió de la risa hasta el punto de que sus lágrimas salieran. Aplaudía y se doblaba mientras Min Hyuk lo miraba confundido pero después de buscar bajo la sábana en la cama, encontró lo que parecía un cojín de flatulencias como esos que se encontrarían en una tienda de bromas, sólo que el que tenía en su mano no estaba hecho de plástico sino de cuero pero tenía la misma construcción y función.

-Muy gracioso – Min Hyuk le lanzó el cojín y por fin se calmó.

-Es un clásico – comentó el pelirrojo limpiando sus lágrimas.

-¿En qué momento pusiste eso ahí? No te vi hacerlo – volvió a sentarse en la cama pero lejos del chico, recostando su espalda en la cabecera.

-La mano es más rápida que la vista – dijo agitando los dedos de sus manos – Son trucos, soy un payaso.

-Por eso es que odio a los payasos – dijo Min Hyuk con desprecio.

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