Capítulo 7

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Capítulo 7

Otabek

Actualidad, Rusia

El departamento era pequeño, pero a Otabek le encantaba porque era solo suyo. No era como alguna de esas repugnantes residencias con habitaciones y baños compartidos. Le gustaba estar solo. Siempre había creído que él mismo era su mejor compañía.

Hasta que conoció aquella tormenta de nieve llamada Yuri Plisetsky.

Su amistad era extraña, pero no por eso menos válida. A Otabek le encantaba escucharlo contar todas sus peripecias.

Recordaba la "pelea" de la tarde y no le preocupaba demasiado. Yuri tenía el carácter de un tigre salvaje enjaulado pero se transformaba en el gato más dócil cuando la furia se le pasaba. Justamente acababa de enviarle un mensaje para que se encontraran en el Puente de los Besos de San Petersburgo. Una elección rara para encontrarse, pero a Otabek no le importaba si eso significaba reconciliarse con Yuri.

Se enfundó en una bufanda y cogió sus mitones para partir. No necesitaba la motocicleta ya que el puente quedaba a pocas calles y además había nevado. La nieve significaría retrasarlo bastante.

Afuera la única iluminación que había eran los faroles, que se conservaban desde la época imperial. A Otabek le encantaba aquella ciudad. Si bien era muy distinto visualmente a las ciudades en Kazajistán, todas tenían ese toque de historia perdido en medio de la inmensa modernidad.

Los copos de nieve le quedaban atrapados entre las largas y negras pestañas. Varias veces ya, Yuri lo había insultado porque tenía unas buenas pestañas naturalmente, a diferencia de las suyas rubias y cortas. A él le gustaban las pestañas de Yuri.

¿Alguna vez dejaría de pensar en Yuri? Sentía vergüenza consigo mismo. No porque le gustaba un hombre, precisamente. Otabek había entendido hacía bastante que los hombres y mujeres le atraían por igual, siempre y cuando fuese una persona que congeniase con él y no tuviera actitudes de mierda.

Se avergonzaba porque Yuri era uno de los primeros amigos que tenía y sus pensamientos estaban peligrosamente yendo por los caminos del enamoramiento. No podía ser posible que arruinase la única amistad que tenía. O al menos la única que le agradaba poseer.

No pudo evitar pensar en su hermana y como está tenía cientos de amigos en Almaty. Bibigul era la persona más sociable que Otabek había conocido. Recordaba como su funeral había estado tan lleno que la gente había colmado la funeraria y debían tomarse turnos para darle un último adiós a la mayor de los Altin.

Él no era así y nunca lo sería. No estaba seguro si las amistades eran verdaderas. Debían serlo, pensó, o la gente no habría esperado horas y horas para besar por última vez la frente y manos de su hermana. Pero a Otabek no le interesaba que cientos de personas creyeran que él era bueno y lindo y simpático. No le importaba que todo el planeta pensara que era un amargado con la vida, siempre y cuando tuviera un solo amigo que lo quisiera incondicionalmente.

Y se estaba enamorando del chico que estaba planeando que ocupara ese puesto.

* * * *

Yuri ya lo esperaba. Estaba apoyado en el barandal del puente mirando al Río Nevá (1). El viento le sonrosaba las mejillas y le volaba los cabellos rebeldes. Otabek se grabó esa imagen para plasmarla en una hoja más tarde.

—     Hola — Lo saludó. Yuri se miró las uñas, evitándolo.

—     No me saludes tan amablemente, mierda ¡Lo pones todo más difícil! — Dijo el rubio alzando la voz.

Hasta que los días nos unan otra vez [Viktuuri/Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora