I: Primeras impresiones

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Han pasado ya dos largos días desde que aterricé en esta ciudad. Debo decir que es todo lo que se puede esperar de una ciudad norteamericana; calles inundadas de movimiento, personas que pasan a mí alrededor velozmente, ignorando que estoy, y si chocan conmigo o yo con ellos, me miran de una forma que da a entender que... si pudiesen me cortan en pedacitos. Sin mencionar que soy de aquellas personas que la mayor parte del tiempo se la pasan diciendo: "perdón disculpe", antes de algo servía pero ahora... ¡De nada sirve!

Admito que soy un poco distraída, por no decir mucho, pero podría ser del tipo que sigue su camino sin decir nada. Bueno, tal vez estoy exagerando un poco. No todos son así, se podría decir que la mitad de aquellos con los que he tropezado se han disculpado y me han regalado una sonrisa amable... sobretodo aquél chico. Claramente fue muy agradable siendo que fui la persona responsable de haberlo envestido brutalmente con mi carrito; dejándolo en el piso con mis interminables maletas y bolsos sobre él. Inevitablemente las imágenes de aquel encuentro llegaron a mi mente.

Apenas baje del avión y me encontré total y completamente pérdida. —Tome mis bolsos y maletas y las acomode rápidamente en un carrito que encontré—

Aún me encontraba algo anonadada por la inmensidad del aeropuerto—Miraba a mi alrededor y en mi mente discutía tontamente conmigo misma— Era un aeropuerto enorme, todo lo que decían era cierto, sin lugar a dudas era el aeropuerto más transitado del mundo, me sentía afortunada de ser una de las tantas personas que pisan el Hartsfield-Jackson, lo sé debería sentirme afortunada si fuese de las pocas que... pero bueno también me siento afortunada de no ser de las que no lo han pisado nunca. —Mientras mis pensamientos seguían discutiendo si era bueno ser de la mayoría o la minoría, siento que mi "pequeño" carrito choca con un "obstáculo" y las maletas caen sobre aquél "obstáculo".

—Auch— gimió el obstáculo, mientras asomaba su cabeza, seguramente para ver quién había sido el responsable o la responsable, en este caso, de provocarle semejante caída.

— P-perdón, l-lo sient-to mucho—balbucee. Sentí que mis mejillas ardían, seguramente estaba roja o peor aún... morada.

—Tal vez podrías darme una mano— dijo el obstáculo, regalándome una hermosa sonrisa—Su sonrisa cautivó mi mirada y terminé por darme cuenta de que no era un obstáculo y si lo fuese... era un obstáculo muy varonil y bien parecido, tenía unos perfectos ojos celestes, cabello castaño oscuro... tal vez negro y una sonrisa que definitivamente debía ser causante de muchos suspiros entre las chicas— Salí de mis pensamientos de inspección, y rápidamente le saque algunos bolsos de encima y le tendí mi mano.

—Muchas gracias señorita distraída— me tomó la mano y la agitó graciosamente.

—De nada "obstáculo"— reí, para luego percatarme de que lo había llamado obstáculo... ¿en qué diablos estaba pensando? ... La sonrisa desapareció lentamente de mi rostro.

— ¿Cómo? —me miró un tanto extrañado.

—No, no, nada...—repetí algo nerviosa. Por un momento pensé en salir corriendo y dejar todos mis bolsos tirados, estaba dispuesta a comprar cosas nuevas, pero algo me decía que me vería algo ridícula si salía corriendo de la nada, y seguramente haría algo estúpido como agitar los brazos, un acto completamente inconsciente, por cierto, pero debo confesar que cuando estoy nerviosa hago cosas estúpidas y me conozco a tal punto que me veo tropezando y frustrando mi huida... así que entre pros y contras; decidí quedarme.

—Creo que acabas de llamarme obstáculo— rio, y al mismo tiempo se cruzó de brazos.

—Creo que tal vez lo hice, pero inconscientemente— dije, mirando fijamente al piso, mientras maldecía a mis pensamientos, que últimamente salían de mi boca en voz alta.

—No te preocupes—se rio nuevamente, seguramente notó el "delicado" morado que cubría mi rostro.

—Ian Somerhalder— me tendió la mano— antes de estrechar su mano intente disimular que secaba la mía, así es la tenía completamente sudada, estaba tan nerviosa que en menos de cinco minutos parecía que me hubiese dado una ducha de sudor. Levante mi mano y estreche la suya delicadamente, pero cuando me disponía a decirle mi nombre— se escucharon unos gritos no muy lejos aclamando el suyo.

—Perdón me tengo que ir, creo que están al borde del cólera—tomo su bolso que había caído junto con el, en el reciente choque y salió corriendo— No, no, no te vayas— aclamaba mi mente.

— ¡Cuidado con el equipaje, no todos los obstáculos somos tan amables! —grito con una sonrisa en su rostro luego de una pequeña carcajada, tras darse la vuelta para verme por última vez. — Lo miré y le sonreí devuelta.

No podía negar que era bastante... o muy bastante lindo— pensé mientras soltaba una risotada por la estupidez que había pensado— muy bastante lindo— repetí, esta vez en voz alta—para volver a reír. Era realmente lindo este chico Somerhalder— concluí, mientras recordaba aquél celeste tan especial que tenían sus ojos.

Habían pasado dos días desde mi llegada y el sol me estaba matando, por suerte salí con short y remera. Seguí mi camino por las calles de Atlanta, Georgia. Reconociendo lo que sería mi hogar durante este año. Será un gran año —pensé— aires nuevos, gente nueva, es todo lo que necesito por ahora; bueno y si tengo suerte no me vendrían mal un par de amigas o amigos nuevos. Realmente necesitaba alejarme de mi hogar, de mis amigos, de mi novio, ahora me siento tan tranquila, a veces es necesaria la soledad, esa sensación de que no están encima de ti, viendo lo que haces y dejas de hacer, estaba bastante aburrida ya de eso, estaba claro que necesitaba un respiro, un gran respiro que lograra sacarme de la rutina en la que me encontraba metida hace ya... un buen tiempo.

Ya estaba casi todo listo, por arte de magia en tan sólo en dos días estaba prácticamente instalada, gracias a Dios logré encontrar un bonito departamento; claro no muy grande, pero que está a quince minutos de la facultad en autobús, cerca de cafeterías, restaurants y un parque precioso.

¿Qué más se puede pedir? Eso si lo único que hacía falta y según mí parecer era lo más difícil: aprender a movilizarme por magna ciudad. Faltaban alrededor de dos semanas para entrar a la facultad, aún me quedaba suficiente tiempo para convertirme en una citadina originaria más.

—Mientras caminaba, me quede mirando el letrero que señala las calles— "Peachtree"... esa calle... la he leído más de una vez... pero ¿Dónde? ¿Dónde fue que la vi?...

— Y de pronto siento que algo frío recorre mi camiseta, se desliza hasta alcanzar un poco mi short, y finalmente llega a mi ropa interior para acabar en contacto con mi piel— agité mis manos y una mueca se apoderó de mi rostro, levanté la vista y unos ojos celestes me miraban fijamente.

— ¿Quién es el obstáculo ahora? — dijo, mientras soltaba una pequeña risita.

Peachtree/ Árbol de duraznos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora