VI: El repartidor.

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El apuesto repartidor me miró y soltó una risita— ¿Estás bien? — dijo mientras miraba la mano que sostenía mi pie.

— ¿Por esto?... Si, si no es nada— dije mientras soltaba mi pie para luego darme cuenta de que estaba sangrando.

— ¡Eso no parece estar muy bien! —Dijo algo preocupado— A ver déjame ayudarte— me pasó la pizza y se agachó para ver mi pie.

—No, no definitivamente no es nada— dije mientras retrocedía— Dios no podía dejar que me viese de tan cerca los pies, no sé por qué, pero siempre me ha dado mucho pudor mostrar mis pies, no sé encuentro que los pies no tienen ninguna clase de atractivo, hasta me atrevo a decir que son la parte más fea del cuerpo humano, sobretodo aquél dedo meñique que no sé para que lo hicieron, es el más horroroso de todos, casi no tiene uña, siempre me he preguntado por qué es tan pequeño— los nervios manejaban mis pensamientos.

—Okey, no es nada entonces— dijo algo molesto mientras se ponía de pie— son $_ —dijo mientras se cruzaba de brazos.

—Enseguida vuelvo— murmuré, dejé la pizza sobre la mesa y fui a mi habitación, me limpié el pie con una toalla y saqué el dinero. Él me siguió con la mirada desde que me fui o tal vez no, pero creo que sí, sentí ese peso en todo momento incluso cuando me encontraba en la habitación. Me dirigí hacia la puerta, pero mientras caminaba me sentía bastante incomoda, tal vez había sido un poco grosera ante su amabilidad, después de todo sólo quería ayudarme— Aquí esta... —me acerqué a su chaqueta para ver si salía su nombre, pero no había nada.

— ¿Qué buscas? — dijo mientras se inclinaba un poco.

Al sentir el contacto de su respiración, un escalofrío se apodero de mi cuerpo, levanté rápidamente mi cabeza...

— ¡Mierda! —exclamó mientras llevaba su mano a la nariz.

— ¡Oh dios mío! ¡Soy una estúpida! —Mascullé— ¿Estás bien? De verdad lo siento mucho, no sé que me pasa últimamente, la estupidez se apoderó de mí— dije sin saber que más decir.

—Creo que me rompiste la nariz— dijo en un tono gangoso, debido a que sus manos mantenían apretada la zona afectada.

—Dios mío, tenemos que ir a un doctor entonces—dije mientras mi mano se posicionaba en mi frente— debes odiarme en este momento.

— ¿Me prestarías tu baño un segundo? —dijo algo fastidiado.

—Claro, pasa, es por ahí— dije mientras retrocedía y le señalaba dónde se encontraba el baño. Me quedé en la sala esperando—No puedo creerlo, hay como una nube de mala suerte sobre mi cabeza, ese chico debe pensar que soy una estúpida, bueno hasta yo lo pensaría.

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Al fin, la última entrega. Lo único que quiero hacer es dormir, trabajaré una semana más y ya. Así puedo disfrutar un poco del dinero que he ganado trabajando antes de entrar a la facultad. Saludé al conserje.

—Hola Nick, ¿Cómo va el trabajo? — dijo mientras se asomaba por la ventanilla.

— No me quejo— le sonreí— última entrega— dije sin poder esconder la felicidad que me causaba.

—Ya veo, nos vemos a la vuelta— hizo una seña con la mano.

Corrí hacia la puerta del edificio y me dirigí rápidamente hacia el ascensor y caminé hacia la puerta en cuestión— Aquí debe ser— pensé— revisé mi bolsillo para confirmar la dirección. Toqué el timbre. Segundos después escuché un golpe seguido de quejidos de una voz femenina, más bien una voz femenina maldiciendo. Parecía ser una voz suave y delicada así que no pude evitar reír, nunca había escuchado una voz como esa maldiciendo, detuve mi risa al sentir como se abría la puerta. Una chica con un sexy vestido blanco apareció tras esta.

Peachtree/ Árbol de duraznos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora