VII: Una mirada, una sonrisa y diferentes costumbres.

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No podía entender por qué ahora lo consideraba como primera opción, nunca había sido opción... no podía, simplemente, no podía permitirlo.

—David, mi nombre es David— mentí totalmente decidido— ¿y el tuyo? — La verdad es que nunca me ha importado conocer el nombre de alguna victima, pero técnicamente no había sido mi victima, así que no choca con mis principios—pensé, tratando de zafarme del reproche que ejercían mis reglas.

— _ (tn), bueno ha sido un gusto David y muchas gracias por la pizza. Siento nuevamente lo del golpe, mmm... verás... creo que el cambio de ciudad me convirtió en una tarada— dijo al mismo tiempo que ponía ambas manos hacia los lados, señalándose a sí misma.

No pude evitar reír ante el gesto que hizo con su rostro— Ella era... diferente, y por suerte no la volvería a ver. Ese pensamiento produjo en mí dos sentimientos tan opuestos que nunca había experimentado a la vez: por una parte sentí un gran alivio. Algo en ella... tal vez su expresión, su peligrosa naturalidad ante un extraño o su encantadora sonrisa; me hacían actuar inevitablemente diferente y eso no me gustaba. Y por otra parte, uno que no logré identificar, pero definitivamente no me agradó experimentarlo. Pensé que tal vez se asemejaría a lo que siente un niño pequeño cuando le quitan un dulce—ignoré mis pensamientos y camine hasta la puerta, ella corrió tras de mí— Abrí la puerta y salí de su apartamento, ella se coloco en el marco de la puerta y apoyo su cabeza en este.

—Bye, bye, David— dijo mientras juntaba la puerta, ahora sólo podía ver su rostro.

—Hasta luego— dije sabiendo que no habría un luego y dí la vuelta. Sentí el golpe de la puerta al cerrarse, y volteé para ver esa puerta por última vez. Caminé lentamente hacia el ascensor. Mis pensamientos no me dejaban en paz—Tal vez debería haberle dicho mi nombre, de todas formas no la vería de nuevo, ¿para que mentir si ella no me buscaría?... Ella no sería una molestia ¿qué diablos estoy pensando? No importa si no la volvía a ver, mis reglas son mis reglas, no puedo ser tan contradictorio. El nombre real a ninguna y punto, sólo cuando es estrictamente necesario o inevitable. Darle mi nombre la haría diferente a las demás y eso no puedo permitirlo, de todos modos ¿qué sentido tiene? ella ya no lo sabe— entré al ascensor y oprimí el botón, al descender sentí como mi estomago subió hasta mi garganta. Se abrió la puerta, salí del pequeño cubículo y aceleré el paso. Me acerqué a la caseta del conserje.

—Tardaste bastante ahí, ¿acaso no te cansas de robar corazones? —se rió el conserje.

—No fue exactamente eso lo que sucedió...— levanté mis cejas.

— ¿Así que por fin robaron el tuyo? —me miró incrédulo.

— ¡Tonterías Bob!— le dije riendo.

— ya lo creo... pero ya verás cuando llegue esa chica, pagarás los corazones que rompiste chiquillo— dijo con un tono sabiondo.

—Lo que digas Bob— reí— me tengo que ir, ya se me ha hecho tarde— dí la vuelta y me dirigí hacia donde había dejado mi motocicleta.

—Estos chicos de hoy— murmuró mientras meneaba la cabeza.

—Nos vemos Nick— gritó.

Volteé para despedirme, pero Bob ya no estaba sólo como hace un instante. Estaba ella. Descalza con el mismo vestido blanco y con aquél listón rojo amarrado a su cintura.

—David—tosió— perdón, Nick. Olvidaste tu dinero en mi baño— dijo mientras dejaba unos billetes en el mostrador de la caseta de Bob. Luego de esto sonrió de la misma forma que lo había hecho antes de que descubriese que era un mentiroso. —Dio la vuelta, frotó sus manos en sus brazos y salió corriendo hacia el edificio.

Peachtree/ Árbol de duraznos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora