VIII: Una visita nocturna.

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Ya estaba hecho—miré la puerta, esperando impacientemente a que esta se abriese—. Quizás aún estoy a tiempo de escabullirme, existe una posibilidad de que no haya escuchado el timbre, tal vez está en el quinto sueño... bueno, claro si eso existe —mis manos comenzaron a sudar—. Okey, esto no esta bien, no es normal, mejor me voy. —Di la vuelta decidido a volver mañana o a no volver —. Cuando ya me encontraba decidido a avanzar, sentí como la puerta se abría lentamente. Demasiado tarde—pensé, y dí la vuelta.

—Mmm ¿Ian? —dijo una vocecita somnolienta, mientras rasgaba sus ojos.

—Mmm... tal vez, puedo ser otra persona si quieres— sonreí algo nervioso.

—Tú estas bien—rió mientras retiraba las manos de sus ojos y los abría.

—Mira lo que te traje— le dije mientras le mostraba la bolsa que tenía en las manos.

— ¿Un regalo? ¿Para mí? Muchísimas gracias, no tenías por qué— dijo mientras me arrebataba la bolsa de las manos.

— No es exactamente un regalo— dije mientras reía.

—Oh tan sólo es mi ropa— dijo riendo—No te preocupes sabía que era mi ropa—rió nuevamente.

—Claro que no lo sabías, ví tu ojos y eran como los de una niña de cinco años— reí.

— ¿Vienes a estas horas a burlarte de mí? —me reprochó mientras sus mejillas se tornaban rosadas.

—Exacto. ¿A que más podría venir? —Dije riendo— ¿no me invitarás a pasar? ... —le pregunté mientras echaba un vistazo a su departamento por sobre su cabeza— o acaso tienes a alguien más ahí en tú sala— la miré de reojo.

— ¿Quién crees que soy Somerhalder? —me dijo riendo mientras se apartaba de la puerta, abriéndome el paso.

—No lo sé, dime lo tú— le respondí mientras avanzaba a la sala.

—Bueno, claramente puedo decirte que no soy quien crees— dijo mientras cerraba la puerta.

—Tal vez aún no lo sé con certeza, pero creo que tengo una idea— dije mientras me sentaba en el taburete de su cocina americana.

—Sorpréndeme—dijo mientras se sentaba a mí lado y dejaba la bolsa sobre la mesa.

—Eres una chica muy aburrida...— bromeé— pero se puede arreglar— le sonreí.

—Eso no me sorprende, hasta yo sé eso— dijo con un tono resentido mientras miraba hacia otro lado.

—Sólo bromeaba—dije mientras apoyaba mi cabeza en una de mis manos y me volteaba para mirarla fijamente.

— ¿Qué miras? — preguntó algo nerviosa—. No me mires de esa forma— dijo mientras sus mejillas se ruborizaban.

— ¿Cuál forma? —dije mientras abría los ojos.

— ¡Esa misma! —exclamó—. Detente— dijo mientras volteaba y se ponía de pie.

—No huyas— dije mientras la tomaba de la mano y la acercaba para que se sentara nuevamente—. En tanto se acercaba evitaba mi mirada.

Peachtree/ Árbol de duraznos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora