IX: La curiosidad mató al gato, recuerdos y misterios.

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Tomé la manilla, la giré y metí lentamente mi cabeza al pequeño cuarto de baño. Tras la roja cortina logré dilucidar su delicada silueta. A mí mente llegaron algunas cosas que claramente no deberían llegar. La culpa era mía... quién me mandaba a meterme a su baño con ella ahí, desnuda... Al terminar de pronunciar esa palabra en mi cabeza, sentí algo parecido a una pequeña descarga eléctrica, era como si algo me incitase a entrar de una vez por todas al maldito baño, abrir esa cortina, meterme con ella a la ducha... mis nada culpables fantasías fueron interrumpidas por un pequeño tarareo. No pude evitar sonreír al escucharla. Ví como su silueta se apresuraba a cerrar la ducha, saqué mi cabeza rápidamente y cerré lo más despacio que pude la puerta. Entre nerviosismo y culpabilidad, no sé como habrá resultado esa hazaña. Tras cerrar la puerta, oí el típico ajetreo luego de salir de la ducha. No tenía tiempo para escapar de la habitación así que me pareció una buena idea fingir que había entrado para asustarla. Me puse a un lado de la puerta. Segundos después sentí como se giraba la manilla y se abría la puerta.

— ¡Boo! — Grité

—Aaaaah— exclamó mientras llevaba sus manos a su rostro, dejando caer la toalla que cubría su cuerpo— ¡Dios mío!— dijo mientras se agachaba y recogía la toalla poniéndola, para mi tristeza, nuevamente en su lugar.

—Yo no ví nada— mentí descaradamente mientras reía. Claro que ví, no sé cómo en tan poco tiempo alcancé a recorrer tantas partes de su cuerpo con mi mirada.

— ¡Estúpido!— gritó, mientras yo intentaba descifrar si el rojo que cubría su rostro era ira o vergüenza.

—Pero si te digo que no ví nada— mi ataque de risa no cesaba.

— ¡No vuelvas a hacer eso nunca más! —Dijo mientras me empujaba directo a la salida de la habitación— Nunca, nunca, nunca más— repetía mientras miraba el suelo— Ahora por favor espérame aquí— apenas alzó la mirada.

— ¿Segura que nunca, nunca más? —le pregunté suplicante.

—Nunca— afirmó—. Me acerqué y le dí un tirón a su toalla—. Deja eso ya— dijo mientras me mostraba una hermosa sonrisa.

—Así te ves mucho más linda— le sonreí.

—Lo que tu digas Ian— dijo mientras cerraba la puerta— no vuelvas a entrar eh — escuché.

Me esperan otros "minutitos"—pensé—. Caminé hasta el sofá más grande y me tendí. En el momento en que mi cabeza tocó el sofá, a mí mente llegaron muchísimas imágenes. La primera que llegó fue cuando ví sus ojos por primera vez.

Venía llegando de un viaje con Nina y unos amigos, y como para variar un poco habíamos discutido en el avión. Así qué me distraje fácilmente mirando unas revistas en un puesto del aeropuerto, con la intención de que el grupo se adelantara sin mí. No tenía ganas de mirar la cara de pocos amigos que Nina me regalaba cada vez que discutíamos. A veces, me cuestionaba el por qué seguía con ella, pero es tan difícil, lo que pasamos fue muy difícil, nos unió y no soportaría hacerle más daño del que ya ha vivido, bueno hemos vivido... Un montón de bolsos en mi cabeza interrumpieron mis pensamientos.

— Auch— gemí mientras asomaba mi cabeza para saber que rayos había pasado.

— P-perdón, l-lo sient-to mucho— escuché de una tímida vocecita. Alcé mi cabeza y una chica me miraba ruborizada.

—Tal vez podrías darme una mano— le inquirí, y no pude evitar sonreírle, se notaba que estaba demasiado avergonzada, por un momento tuve el impulso de tocar una de sus mejillas para ver si ardían, porque estaba realmente roja—me tendió la mano.

Peachtree/ Árbol de duraznos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora