Rêve.

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6.RÊVE.

El café caliente y humeante se vertió dentro de la blanca taza de porcelana, añadiendo luego la cantidad exacta de azúcar. Se hizo un moño mal hecho en su largo y violáceo cabello, para luego dirigirse con taza en mano hacia la habitación de invitados.

Pudo ver a su esposo una vez atravesó la puerta, parado junto al ventanal restregándose los ojos, notablemente cansado. Y es que no podía culparlo, su teléfono había sonado incansable por horas de la madrugada, alertándolo sobre lo ocurrido y solicitando de su presencia en el hospital al cual había sido trasladado el azabache. Matsuda no había dudado ni un segundo en ponerse de pie a pesar de la hora, coger cualquier prenda decente y plantarle un sonoro beso en la mejilla antes de partir.

—Parece que ha logrado dormirse— su voz fue lo más suave posible para no molestar al inerte y pálido cuerpo que se encontraba entre las sábanas blancas, roncando levemente debido a lo forzada que sonaba su respiración.

—El doctor ha dicho que ningún golpe es de gravedad, pero que los analgésicos le ayudaran con el dolor para permitirle descansar— se sentó en la butaca que se encontraba en una esquina, jalando suavemente el cuerpo de su esposa para sentarla en su regazo, rodeándole la cintura con los brazos y acariciándole con cariño los rollitos que se le formaban alrededor de ella.

—He traído el café que me pediste, aunque yo insisto que deberías descansar un rato— le acarició los cabellos, removiéndole algunos mechones que le cubrían la frente para luego plantarle un beso, acto que provocó una sonrisa en su esposo, quien negó levemente ante la proposición.

—Prefiero estar atento por si despierta— masculló, sorbiendo un poco de café mientras sus ojos se dirigían hacia su compañero.

Y es que Elle Lawliet no le parecía tan admirable en estos momentos; su cuerpo parecía lucir pequeño perdiéndose entre las cobijas, a las cuales sus puños se aferraban de vez en cuando. No parecía estarla pasando bien, las muecas que formaba su rostro de vez en vez junto a los hematomas que le decoraban el contorno se lo confirmaban.

—¿Lograste verlo?— rompió el silencio unos segundos después, con sus ojos puestos en la misma escena que su esposo observaba, entendiendo rápidamente el motivo por el cual él se negaba a descansar aunque fuese por un ínfimo momento: no deseaba dejarlo solo.

Matsuda suspiró con pesadez, quizá más que cansado se sentía decepcionado. Esa simple pregunta le hizo recordar los esfuerzos que había hecho para dirigirse a la dirección que había encontrado en la libreta del azabache, donde una rubia muy amable lo había atendido, pero caso contrario fue cuando logró hablar con su objetivo.

—Lo he visto... pero dice no querer saber nada de él— chasqueó la lengua, colocando la taza en la redonda mesita que se encontraba a un lado, pasando ambas manos luego por su rostro en un intento de despabilarse.

Que más hubiese deseado que tener el poder de convencimiento suficiente para traer a Light consigo, hubiese deseado que lo siguiente que su compañero viese al abrir los ojos fuese a su esposo a su lado, más cuando aún bajo efectos del alcohol y dolor lo había escuchado balbucear su nombre. Pero el castaño se había mostrado renuente, no permitiéndole ahondar en detalles sobre lo ocurrido, pidiéndole que se largase de manera descortés.

—Es por ello que la policía te llamó a ti, ¿verdad?

—Su teléfono desvía las llamadas, dicen que yo también aparecía entre su lista de "marcado rápido" por lo que se pusieron en contacto cuanto antes— su voz sonaba apagada y sus ojos hundidos sobre unas hinchadas ojeras rojizas.

—Ve a dormir, Matsui. Te aseguro que él agradecerá todo lo que ya has hecho— le enmarcó el rostro con ambas manos, atrayéndolo hacia sí para besarle los labios antes de ponerse de pie.

L'appel de la vieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora