Capítulo uno: ¡Zack!

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Cumpleaños número diecisiete, ¡Si que el tiempo pasa deprisa!. Quité mi cubrecama y bostezando me encaminé hacia el baño, allí gasté al menos dos litros de agua en mi cara, necesitaba despejarme. Luego cepillé mis dientes hasta que quedaran de un blanco esmeralda. Sonreí fingidamente hacia el espejo... me veía bien, acomodé lo más apropiadamente mi cabello ondulado y coloqué mascarilla sobre mi piel. No soy de usar siempre maquillaje, solo en ocasiones como éstas.

De vuelta en mi habitación, decidí inspeccionar en el armario alguna vestimenta para lucir, era mi cumpleaños, debía verme presentable. Convencida por un sencillo vestido con flores estampadas en él y escote cuadrado, inspeccioné el cajón de mis tacos a ver que podría convinar.

Un par de plataformas cómodas y-que a su vez- me hacía ver menos diminuta. Voy hacia el espejo enorme que se deposita sobre el suelo y es del tamaño de una puerta.

¡Amo ese espejo!

Giré en mi eje un par de veces para sentirme satisfecha con lo que vestía, normalmente solía ser mas dedicada a la moda pero luego de cuatro años de tener la misma rutina supongo que, ya me valía poco. A demás ¿Para quién me valdría la pena dedicar media hora en arreglarme? No amigos, no novios. Solo conocidos con quien paso tiempo y nos ayudamos mutuamente... De cualquier forma voy a terminar mudándome en un mes o menos.

 Nueva York es una bonita ciudad y las personas (al menos los vecinos) son amables. Sigo pensando que esta ciudad no es más que un espacio en donde graban películas tontas, "la ciudad en donde los sueños se cumplen", sí, claro.

Hace aproximadamente una semana estamos aquí. Mañana, día Lunes, comienzo a estudiar en una secundaria. Para mi desagrado es pública y allí estarán todos los inapropiados chicos que componen bandas de Gangster's. Tal vez exagere, pero si son peligrosos, mis padres no pudieron encontrar un cupo en algún colegio privado. Recuerdo haber perdido la cordura cuando mi madre lo había mencionado, intentando sonar casual... ¡Eso no es casual, mamá!. No lo acepté, pero al menos me mentalicé en que no tenía otra opción.

Suspiré al recordarlo. Tomé mi IPhone y miré el marcador de la hora: 9:35 am.

Puede que mi padre aún esté en casa. Mi padre, suspiro dramáticamente; él está absolutamente todo el día ocupado en su trabajo y esta vez no exagero.

 Mis pasos resonaron por el pasillo y me dirijo escaleras abajo, con cuidado de no caerme mis ojos observan cada movimiento. Levanto mi cabeza llegando al último escalón y  me encuentro con la mesa situada en el hall, vacía. Pero ¡qué extraño!, miss sarcasmo. Mi subconsciente me regaña... Sé que su trabajo necesita dedicación, pero ¡vamos! ¿Es necesario en mi cumpleaños?.

Resignada me dirijo a la cocina, donde mi madre está desayunando y aparenta leer una sección del diario semanal. Frunzo el entrecejo. Su mirada viaja hacia mi y sonríe en modo de disculpa.

—Lo sé.

Suspira mientras se levanta y me atrae en un abrazo confortante.

Mi madre era quien me consolaba cuando el ocupado de mi padre ni siquiera tenía tiempo para mirarme o dirigir  palabra alguna.

Besa mi mejilla y su expresión cambió de tristeza a felicidad.

Esta mujer si es bipolar.

—¡Feliz cumpleaños Clare!—. Sonriendo de oreja a oreja vuelve a envolver sus brazos a mi alrededor y me indica que me siente a su lado.

Camina rápidamente hacia la nevera y de allí saca dos CupCakes que sobre ellos contienen una vela. Yo, estando sentada, sonrío. Si me dieran a escoger algún momento feliz en mi vida, diría éstos. La dedicación de   mi madre para que yo sólo me sintiera alegre por un momento, era muy bonito de ver... me hacía sentir especial, sólo por un momento. 

Bostecé y me envolví, para no decir enrollar, más en la manta que me proporcionaba calor. Estaba mirando una película bastante antigua que ya me estaba aburriendo para ser sincera, cuando la puerta se abrió de repente. Mi padre, pensé. Tal vez y solo tal vez recuerde que hoy es mi cumpleaños. Miré el reloj situado en la pared, el cual marcaba en números luminosos 22:15, un reloj digital. Aún era mi cumpleaños, el podría saludarme.

 Giré mi cabeza para verlo aparecer por el pasillo principal, su traje de  “negocios” estaba ligeramente desarreglado y sus ojos se veían estresados, con cansancio. Al verme se sobresaltó un poco, para luego relajar sus hombros.

Sonrió y me besó en la mejilla. Sin palabra alguna, le devolví la sonrisa o al menos intenté hacerlo. Mi visión se nubló y solo vi alejarse su silueta, y desaparecer por el largo pasillo. Hacia su habitación. Suspiré resignada. Mi padre se ocupaba tanto de su trabajo como de que tuviéramos todo, hablo de absolutamente todo. A veces era exagerado con objetos que compraba... como un IPhone 5, no es que no me guste, pero mientras tenga un buen reproductor de mp3 y mande mensajes de texto para mi está bien cualquier dispositivo móvil. 

Hoy me he procupado tanto por la figura paterna que olvidé por completa al diablillo que tengo por hermano.

 Rápidamente sequé mis lágrimas y salté del sofá, aligeré mi paso por las escaleras de madera hasta encontrar la puerta de mi hermano, en ella colgaba un cartel de <<PROHIBIDO PASAR>>. Típico en un chiquillo de 14 años. Sin tocar, entré. Su cama... si se puede llamar cama, estaba vacía. 

—¡Zack!, ¡¿dónde te has metido?!—.Mi grito fue tan chillón, que creo haber despertado a algunos vecinos.

 Salí al pasillo y comencé a gritar su nombre otra vez. Mi melena rubia estaba desordenada por estar semi acostada en el sofá, ugh. Debía ser un desastre.

Una cabeza se asomó desde mi habitación. Oh Zack, gemí de frustración y alivio a su vez.

Este jovenzuelo me las pagará. Cuando me acerco sigilosamente a él, retrocede. Adentrándose en mi recamara.

—¿Qué rayos Zack?—. Creo que si las miradas pulverizaran, mi hermano ya no tendría cabeza.

Él solo sonrió inocente. Pasando las manos en su cabello, como de costumbre, tenía 14 años y ya se preocupaba por su cabello, dios.

—Hey Clare...—. Balbuceó nervioso, oh no.

¿Que ha hecho ésta vez?.

Entrecerrando mis ojos lo observé, sus mejillas ligeramente sonrojadas y el cabello desarreglado de Zack llegaron a mi corazón, es tan adorable. Sus ojitos brillaban mostrando su ansiedad, queriendo saber de una vez si lo iba a acusar con nuestro padre.

—Contéstame Zack— Mi voz ya no era severa, el chico me puede.—¿Qué has hecho esta vez?—. 

Volvió a sonreír y de uno de sus bolsillos sacó una pequeña caja azul con una cinta roja envolviéndola. Sujetándola fuertemente, alargó su mano y me la ofreció.

—Feliz cumpleaños hermana— Dijo tímidamente el pequeño Zack.

Suspiré alegre, ¡tenía el mejor hermano del mundo!, mi corazón se expandió de amor a mas no poder. Despeinando su cabello dorado. Lo abrasé y besé su mejilla para luego  recibir mi regalo, feliz.

Con cuidado de no romper la cinta, tardé un minuto aproximadamente en desenvolver por completo la caja. Dentro de ésta, un collar sosteniendo la letra C apareció a la vista.

— Zack, ¡Es precioso!—. Pasé un brazo por su hombro. A modo de respuesta el sonrió satisfecho.

—Gracias pequeño, ahora por favor... ¿Puedes ir a dormir?, mamá nos castigará a ambos. A demás, mañana tenemos clases—. Hice una mueca provocando su risa quisquillosa.

—Si Clare ya me voy;  por cierto, Sabes que el “buen trato” era solo por este momento ¿no?—.Sus cejas se elevaron y sonriendo travieso, caminó hasta su habitación en la cual se encerró.

Suspiré. Si, ya lo sabía. ¡Demasiado perfecto fue!, bufé. Me dirigí al cuarto de baño y allí hice mis necesidades.

Cambié mi atuendo por algo mas cómodo. Una remera lisa y el short a juego... otro día había pasado. Pero mañana, sería un día bastante largo.

La maldita secundaria.

&quot;This is my world, babe&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora