Para ser día domingo, la pista de patinaje estaba casi desierta a excepción de unos niños con sus padres riendo y cayendo sobre el hielo, cayendo muy seguido. Esa idea revuelve mi estómago. Observo el hielo de la pista. Vaya que se ve duro. Suspiro y levanto mi mirada para observar a Lex, está tomando una fotografía para postearla en Instagram, totalmente normal. Hannah, por su parte, se encuentra riéndose de las caídas, para-nada-graciosas, de los pobres niños. Capta mi mirada y sonríe amable, notando el nerviosismo evidente en todo mi cuerpo. Se acerca y posa sus delicadas manos en mis hombros. Éstos están rígidos desde que llegamos, como 10 minutos atrás. Hann suspira y habla, con tono divertido.
—Amiga, debes superar este absurdo miedo a caerte. Además, no es nada del otro mundo— ríe suavemente—. El peor resultado puede ser un trasero congelado y con mucho dolor.- Dice tranquilamente, alterando todo mi organismo.
Mis ojos se ensanchan y se frunce mi ceño. ¡Que le den! Ni en mi más loco estado de euforia me posaría sobre ése hielo traicionero, y duro, muy duro.
Lex aparece en mi campo de visión y me da una sonrisa dulce y contagiosa.
—¡Oh vamos, Clare! Será muy divertido. Anda, anímate.
Mira con sus grandes ojos, atenta y ansiosa a mi respuesta, y definitivamente no le puedes decir no a esta chica. Suspiro dramáticamente y asiento aún no muy convencida. Hannah vuelve a reírse y anuncia que va por los patines. Me arreglo el cabello en una coleta desordenada, ya que estoy resignada a que no tiene una forma de verse aceptable hoy. Toco mi nariz, de seguro roja, porque obviamente aquí no está caluroso como en el exterior. Cuando voy a voltearme para ver a Lex, me topo con un celular frente a mi cara. Aturdida, susurro una maldición, hasta que reconozco el iphone de Lexis, quién ríe animada ante mi reacción. No la culpo, de seguro habrá visto mi cara con alguna mueca parecida a las de Mr. Bean. Hasta soy buena imitándolo.
La morena sonríe y señala su teléfono celular.
Diez intentos de selfie's después, nos resignamos con una sola, en la cual tapo casi toda mi cara con la bufanda de la morena, intentando disimilar mis ojeras y el mal estado en el que me encuentro. Cosas de la anemia.
Nuestra amiga vuelve caminando cuidadosamente con los tres pares de patines filosos en sus manos. Rápido tomo un par, por seguridad de la chica. Ella sonríe agradecida y comienza a colocarse los suyos.
Lex ya está pronta y ansiosa sobre el borde de la pista, indicándonos que nos apresuremos.
Tomo aire e intento levantarme del asiento, ya con los patines puestos. Debo admitir que no son del todo cómodos pero que más da; ya estoy aquí. Me adelanto un poco y trato de no tropezar hasta llegar a la pista. Una vez que llego pego, literal, mis manos a la barra de hierro y me siento triunfante. Triunfante y segura.
Pueden llamarme loca, pero en serio el hielo me resulta intimidante. Para mi poca suerte, la pista es amplia. Demasiado para mi gusto.
Hannah entra en la pista con una cámara fotográfica en sus manos. Esto no es una buena señal. Al menos no para mí. Me río nerviosa e intento armar una frase coherente.
—Hann, ¿Para qué traes esa cámara? Se ve costosa—. Trago saliva y miro el hielo.—Sería una pena si se cae y rompe.
Mi amiga entrecierra sus ojos y sonríe audaz. Y sé que estoy perdida.
—¡Oh, no te preocupes, nena! Son resistentes.—Guiña un ojo en mi dirección y comienza a patinar, hacia el medio de la pista. Pero ¿Qué rayos? La maldita parece una profesional. Lex me mira, y comienzo a pensar que lee mis pensamientos, porque asiente casi igual de sorprendida que yo.Luego de intentar casi por una hora no caer, fallando miserablemente y teniendo evidencia desde la cámara de Hannah. Me rindo y salgo de la pista. Las chicas aún siguen dentro, riendo por cualquier cosa. Observo el lugar y por primera vez desde que llegué aquí, veo un puesto pequeño en donde venden chocolate caliente. Delicioso. Camino hasta el puesto y espero prudente a que un pequeño compre su chocolate, cuando lo hace, gira hacia mi y sonríe. ¡Que tierno!, es rubio y muy hermoso, tendrá unos siete años. Decido devolver su sonrisa y cuando iba a largar un saludo, quién menos me espero está justo a su lado.
Lleva un gorro de invierno y pantalón deportivo, junto con una sudadera suelta; y se ve condenadamente sexy. No lo puedo negar.
—¿Quién persigue a quién ahora, eh?
Intento ignorar su sonrisa de publicidad perfecta y me vuelvo al niño, arrodillándome a su lado. Despeino su cabello y le vuelvo a sonreír.
—No me digas que tienes la mala suerte de ser familiar de—. Señalo a Bieber despectivamente, ganando una carcajada de su parte.— este acosador.
Cuando escucha la palabra eleva una ceja y me observa con chispas de humor en sus ojos.
El niño bufa y asiente con su pequeña cabeza.
—Este tonto es mi hermano.
Me río audible por lo gracioso que sonó esa frase y me vuelvo a mi lugar. Suspiro y actúo como si estuviera angustiada.
—Pues eso si que es mala suerte—. Confirmo, Bieber se divierte con la situación porque no deja de sonreír con esa sonrisa estampada en la cara. En mi mano comienza a vibrar mi IPhone. Llamada entrante de Lex.
Miro hacia delante y veo a Justin arreglando la campera de su hermano. El momento es tan familiar y tierno, no parece esa fachada de chico malo que lleva en la secundaria, es algo ridícula. Murmuro una frase sin terminar, llamando la atención de ambos.
—Debo irme. Suerte con tu tonto hermano— Digo en broma y veo como el Gangster menea su cabeza divertido.
De pronto se acerca hacia mi, tanto que puedo olisquear su perfume; embriagador. Pasa una mano por su cabello y habla suave, suave y sensual.
—Puede que te vayas ahora. Pero no escaparás de mi tan fácil.
Me retuerzo en el lugar. Ignorando el estúpido y acelerado latido de mi corazón. Bufo intentando sonar convincente y camino de vuelta hacia donde se encuentran las chicas. Tratando de no caer ni tropezar. Veo a Lexis y ella me ve. La saludo. Giro mi cabeza por inercia, y ellos siguen ahí; su dulce hermano está tomando chocolate caliente, soplando porque está demasiado caliente. Y él, él sigue observándome. Rápidamente me vuelvo y acelero el paso hasta llegar a Lexis. Ese chico si que pone mis nervios de punta.
Intento recordar cuando fue la última ocasión que alguien del sexo masculino causara esto en mí. Y no consigo ese recuerdo. He viajado demasiado y no he tenido tiempo de que algún chico ande robando mis pensamientos, hasta ahora. Los romances juveniles sólo los veo en series, películas, o libros. No trato de pensar en lo que Justin busca, porque está más que claro: sexo de una noche. Él no ha notado el hecho de que ni siquiera han coqueteado lo suficiente conmigo. El campo "chicos" es un tema en el cual soy una novata.
Mi primer beso fue algo, asqueroso. A los 15 años, con Billy Tucker. Violó por completo la regla de "no lenguas" y al momento que entramos en aquel armario, sabía que había sido una muy mala idea. Maldito Billy Tucker. Y maldita sea su asquerosa lengua.
No es necesario ser tan detallada y decir que le faltaba uno de sus dientes delanteros ¿o si? Qué más da.
Luego de ese episodio húmedo y vergonzoso, no he vuelto a besar con lengua. He salido a fiestas y he besado a algunos chicos, pero no con lengua. Marcó mi adolescencia.
Suspiro pesado y llego hasta Lexis, ésta anuncia que ya nos vamos y agradezco al cielo porque recordar eso me ha dejado algo desorientada.
El camino a casa, en la camioneta de Hannah es algo silencioso, a escepción de los cantos de Lexis, causando nuestras risas escandalosas.
Al llegar, me preparo un batido de frutilla en la cocina y observo a Zack bailando como un loco por toda la casa, escuchando música a todo volumen en su nuevo iPhone, enviado desde Nueva York, o donde sea que esté nuestro padre ahora. Y me pregunto qué es lo que le lleva tanto tiempo allí.

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"This is my world, babe"
Teen Fiction"—Bueno, si de verdad te quedas aquí durante un tiempo—. Se lame los labios; alterando mi sistema nervioso. —Este es mi mundo, nena."