... el juguete más genial del mundo...
Sofía cerró la caja de galletas que contenía todas las hojas escritasa maquina que había recibido del desconocido profesor defilosofía. Salió a hurtadillas del Callejón y se quedó un instantemirando al jardín. De repente, se acordó de lo que había pasado lamañana anterior. Su madre había bromeado con la carta de amor,durante el desayuno. Ahora se apresura hasta el buzón para evitarque aquello volviera a suceder. Recibir una carta de amor dos díasseguidos, daría exactamente el doble de corte que recibir una.¡De nuevo había allí un pequeño sobre blanco! Sofía comenzó avislumbrar una especie de sistema en las entregas: cada tarde habíaencontrado un sobre grande y amarillo en el buzón. Mientras leía lacarta grande, el filósofo solía deslizarse hasta el buzón con unsobrecito blanco.Esto significaba que no le resultaría difícil descubrirlo. ¿Odescubrirla? Si se colocaba ante la ventana de su cuarto, tendríabuena vista sobre el buzón y seguro que llegaría a ver al misteriosofilósofo. Porque sobrecitos blancos no surgen por si mismos asícomo así.Sofía decidió estar muy atenta al día siguiente. Era viernes y teníatodo el fin de semana por delante.Subió a su habitación y abrió allí el sobre. Esta vez sólo había unapregunta en la nota, pero la pregunta era, si cabe, más loca queaquellas tres que habían venido en la carta de amor.¿Por qué el lego es el juguete más genial del mundo?En primer lugar, Sofía no estaba segura de estar de acuerdo con que el lego fuese el juguete más genial del mundo, al menos habíadejado de jugar con él hacía muchos años.En segundo lugar, no era capaz de entender qué podía tener que verel lego con la filosofía.Pero era una alumna obediente, y empezó a buscar en el estantesuperior de su armario. Allí encontró una bolsa de plástico llena depiezas del lego de muchos tamaños y colores.Por primera vez en mucho tiempo, se puso a construir con laspequeñas piezas. Mientras lo hacia, le venían a la mentepensamientos sobre el lego.Resulta fácil construir con las piezas del lego, pensó. Aunquetengan distinta forma y color, todas las piezas pueden ensamblarsecon otras. Además son indestructibles. Sofía no recordaba habervisto nunca una pieza del lego rota. De hecho, todas las piezasparecían tan frescas y nuevas como el día, hacía ya muchos años,en que se lo habían regalado. Y sobre todo: con las piezas del legopodía construir cualquier cosa. Y luego podía desmontarlas yconstruir algo completamente distinto.¿Qué más se puede pedir? Sofía llegó a la conclusión de que ellego, efectivamente, muy bien podía llamarse el juguete más genialdel mundo. Pero seguía sin entender que tenía que ver con lafilosofía.Pronto Sofía construyó una gran casa de muñecas. Apenas seatrevió a confesarse a sí misma que hacía mucho tiempo que no lohabía pasado tan bien como ahora. ¿Por qué dejaban las personasde jugar?Cuando la madre llegó a casa y vio lo que Sofía había hecho, se leescapó: –¡Qué bien que todavía seas capaz de jugar como una niña!–¡Bah! Estoy trabajando en una complicada investigaciónfilosófica.Su madre dejó escapar un profundo suspiro. Seguramente estabapensando en el conejo y en el sombrero de copa.Al volver del instituto al día siguiente, Sofía se encontró con un montón de nuevas hojas en un gran sobre amarillo. Se llevó elsobre a su habitación, y se puso enseguida a leer, aunque al mismotiempo vigilaría el buzón.
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El mundo de Sofía
RandomSofía comenzará a recibir correo dirigido a otra persona, una tal Hilde Moller que curiosamente es una joven como ella, de su misma edad. El curso de Filosofía empieza con un ejemplo: todo es un misterio para nosotros que a la vez somos parte del...