Capítulo 5: Pensando

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Hoy no fue un día normal para ella, esta vez estaba pensando. Sobre los momentos que había vivido con él, sobre todas las veces en las que en la secundaria ella salía e iba a buscarlo a su casa para salir a caminar o a tomar algo, o a hacer el amor cuando sus padres no estaban.
Se quedó pensando en todos esos momentos. Como cuando en los cumpleaños él llegaba tarde porque había pasado el día buscando un regalo que sea de su agrado, algo lindo pero no demasiado. No porque sea tacaño o porque no quiera darle un regalo hermoso, sino porque ella es muy sencilla y no le gusta mucho que le regalen cosas caras. De hecho, en un cumpleaños, él le había comprado un anillo que parecía de oro con diamantes muy chiquitos y ella casi se lo rechaza.
-¿En serio compraste esto amor? Debió ser muy caro. No debías, en serio.
-Si debía. Y nada es muy caro para el amor de mi vida.
-Eres muy dulce amor.
En ese momento recordó como de a poco se iban quitando la ropa mientras se cubrían de besos.
Él la besaba con pasión en el cuello mientras le susurraba al oído que la amaba, que la quería y que siempre quería estar con ella. Juntos hasta el final. Continuó quitándole la ropa lentamente. Le sacó el vestido mientras la apoyaba sobre la cama y pasaba sus manos por su abdomen, subiendo hasta su pecho y desabrochando su corpiño, dejando al aire sus senos. Ella tenía los ojos entreabiertos y en sus anteojos se observaba su reflejo, él entre sus piernas desnudas, acostado sobre ella mientras iba sacándole la ropa interior y dejando al descubierto su intimidad. Ella estaba muy excitada y nerviosa en ese momento, sin saber que hacer, era su primera vez. Y todas las veces fueron como su primera vez, fue una repetición de lo mismo, la misma secuencia, la misma película. Él la desnudaba, la excitaba un poco, jugueteaban y luego la penetraba.
En una de esas él quería probar algo. Quería que ella le realizara una felación pero ella se negó. Su rostro se puso colorado. Estaba con mucha vergüenza. Él no dijo nada, hizo parecer que estaba bien pero, en el fondo, estaba decepcionado, triste. Ella se sintió culpable al rato por no haber accedido y le pidió disculpas y le dijo que era porque no se sentía lista. Esa situación se repetía en los cumpleaños y a veces cambiaban para renovar la pasión cuando ella iba todos los días a esperarlo al colegio y caminaban por las calles hasta llegar a la casa de uno de los dos.
Llevarlo a su casa no era fácil, tenía que asegurarse de que no hubiera nadie y tener una estrategia rápida por si alguien se atrevía a llegar o a abrir la puerta sin permiso.
Ellos hacían el amor medio vestidos en su casa y lo hacían rápido con tal de llegar a un orgasmo sin que nadie los viera o escuchara. Les daba vergüenza que algún vecino los escuchara.
Recordaba ella todo eso que había vivido, el amor, la pasión… todo parecía haberse resumido a un día en el que se saludaban, él se iba y luego tenían sexo a la noche. Era todo muy cíclico, muy mecánico y al pensar en todo esto su rostro no mostraba ni felicidad ni tristeza, solo indiferencia.
No era alguien que mostrara lo que sintiera al menos que sea algo muy fuerte. Algo que la chocara y le hiciera pensar o darse cuenta de algo que le doliera realmente. Y ella ya había llorado demasiado por él. Ya estaba aburrida de llorarlo, de extrañarlo y de esperar a que viniera a casa y que alguna vez le dijera “Sabes amor, hoy vamos a comer como en los viejos tiempos, afuera. ¿Qué te parece?”
Porque nada era como antes, ella se sentía encerrada entre cuatro paredes y la única manera de desahogarse era hablar con su amiga o discutir con su novio. Él no hacía nada por reavivar el amor ya. Nunca una carta, un poema, un “hoy suspendo todo por ti”. él estaba demasiado metido en el trabajo. A veces, cuando llegaba tarde a la noche -o no llegaba-, ella se quedaba tirada en la cama mirando aquel techo blanco agrietado. Veía en esas grietas su vida. En sus ausencias, pensaba que quizás tenga a otra en su vida y que ella sea su amante, su segundo amor, alguien con quien desquitarse cuando su novia no lo satisface como él quería.
Él era frío últimamente, ya no lloraba como antes, cuando algo le dolía y se lo contaba para luego charlarlo entre ellos y entonces apoyarse como una pareja, como una relación sana.
Cada día era pensar “¿qué pasará hoy?” “¿qué nos espera hoy” “será igual que ayer? O, al final, ¿se le ocurrirá hacer algo nuevo?”
Era como ver el principio del fin. Como ver que se va a terminar todo lo que uno vivió. Ella se sentía atrapada y no sabía como empezar a subir. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonar de su teléfono. Había recibido un mensaje de aquel contacto desconocido.
-”Hola. Buenos Días”
Le responde secamente con un “Hola”
-”Estás pensando ¿no?
-”¿Por?”
-”Porque se que estás pensando en lo que te dije”
-”Si, es verdad”
-”Hacés bien cariño”
<<Cariño? Ni me conoce y ya me dece cariño. Atrevido como ningún otro>> -pensó pero no quiso contestarle mal y le puso “Eso creo. No se...”
-”Está bien lo que hacés. Es sano replantearse las cosas que no funcionan”
-”¿Que cosas?….” -contesto ella un poco enojada
-”Tranquila, no es para que te enojes” -contestó el casi como sabiendo cada movimiento, cada pensamiento que ella tenía.
Ella dejó el teléfono al lado. Era demasiado para una mañana. El teléfono sonó dos veces, lo ignoró porque se quedó de nuevo pensando. Volvió a sonar y lo apagó porque no tenía ganas de seguir discutiendo. No tenía ganas de recibir nada. Ni siquiera de sus amigas. Solo quizas lo prenda para contestarle a su mejor amiga. Pero nada más.
Al rato despertó el y dejó ver esos ojos claros llenos de luz por el sol que le chocaba.

-Buen día amor
-Buen día -respondió ella secamente pero sonriendo para que no se notara su preocupación-
-Ayer soñé contigo -dijo él-
-¿Enserio? ¿Que soñaste?
-Fue un sueño muy lindo, soñé que estabamos de viaje y nos hospedábamos en un hotel y nos quedábamos en la cama, comiendo, abrazados, mirando una película.
-¡Que lindo! -sonrio levemente mirando sus ojos-

Ese día fue muy rutinario, ellos se despertaban, desayunaban y cada uno seguía por su lado, el al trabajo y ella a estudiar.
Al finalizar las clases, ella se fue con su amiga a su casa para pasar una tarde juntas como hacían desde que se conocieron en la primaria. Una vez allí se fueron a la habitación con comida y una película para ver. La película trataba de una chica que rompía de golpe con su novio y la sumergía en una depresión. Pero no se vencía y trataba de volver con él aun cuando le dolía. La separación no significó que ella hubiera dejado de amarlo. Ella iba siempre a los lugares que solían frecuentar cuando las cosas iban bien, cuando estaban juntos. Iba a la puerta de su colegio, de su casa, de su gimnasio, a esperarlo. Se sentaba en la plaza a llorar, a esperar que él pasara y le dijera “Amor, perdon por lo que hice, no va a pasar más” Pero ni eso, ni una disculpa recibía. Se sentía mal, muy mal. Iba a la puerta de su casa a rogar que volviera con ella, pero se quedaba llorando arrodillada sobre la puerta con la cara contra la puerta de madera, con el pelo cayendo sobre su cuerpo, llorando a sollozos, a mas no poder. Sus lágrimas caían grandes sobre el suelo y su llanto resonaba en la calle. Él estaba del otro lado de la puerta cayéndose. Estaba de pie pero se derrumbó contra la puerta de madera y terminó arrodillado mientras una lágrima le caía por el rostro. La depresión duró años y ella nunca lo olvidó. Porque fue un amor que la marcó.
Esa película le llegó al corazón. Como si, en ella, viera su futuro. Ese futuro temido que no desea que suceda. Quiere detener el tiempo con tal de que eso no pase.
Termina la película y se queda sentada sobre la pared con cara de nada. Con la boca cerrada y los ojos mirando fijos hacia el televisor.
Su amiga se acerca y le pide disculpas, que si hubiera sabido que le iba a hacer mal hubiera elegido algo más alegre.

-Está bien flor, se que no fue tu intención hacerme sentir mal. Pasa que me quedó en la cabeza lo que me dijiste y lo que me habló ese contacto
-Así que hablaron… -dice flor mirándola picaramente-
-No… No es eso… -dice Rocío avergonzada- yo no lo conozco, no me interesa, no siento nada por él.
-Deberías, hasta el momento fue el único que se dio cuenta, además de yo, que te sentías mal
-Pero yo no sé quien es. Me da miedo que sepa tanto de mí sin que yo lo conozca. ¿Cómo es que sabe tanto de mí? ¿Cómo sabe cuando estoy pensando en algo?
-Quizás sea alguien que ve tu interior como es realmente y no cae en la careta que intentás mostrar a todo el mundo.
-Pero… OK, no quiero hablar más -Rocío se pone seria pero no por enojo sino por cansancio-
-Ro, no era ni para que te enojaras ni para que te cierres. Estás mal y no querés tomar las riendas.
-No estoy mal. Solo que estoy pensativa. Es todo. No te preocupes. Sigamos con otra cosa.

-Suena el teléfono-

-¿Vas a atender? -dice Flor-
-No tengo ganas de hablar con nadie.
-¿Quien es?
-Es el mismo que hablamos recién pero no tengo ganas de hablar con nadie. No es que esté enojada con el. Simplemente me desperté mal hoy y estoy cansada.
-Ro, ¿querés un te o algo para comer?
-No gracias. Tampoco tengo hambre
-… está bien. Te dejo sola un rato en la habitación y vuelvo en unos minutos. Sentite como en tu casa. Si querés llorar, hacelo. Hace bien llorar te ayuda a desahogarte de las penas. Si querés romper algo, rompelo. Yo entiendo como estás y no me importa nada más que ayudarte.
Salió de la habitación y la cerró despacio.
Ro saltó de la cama corriendo y golpeó la puerta para luego tirarse a llorar sobre el suelo sentada contra la puerta.
Florencia la escuchaba y se sentía mal por no poder hablarle pero sentía que la tenía que dejar en su momento para que pueda sacar todo ese dolor.
Ro pensaba…
“¿Que hago ahora?” “Dios. ¿Que hago?” “No quiero perderlo y no quiero sufrir” “Pasé mucho con él” “Tantos te quieros, tantas caricias… Tanto amor...” “¿No significa nada?” “¿Por qué me siento así ahora? eh...” “Respondeme hijo de puta!!!” -gritó esto último con tantas fuerzas que el corazón de flor casi se sale por el estruendo-

Amor secreto [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora