Capítulo 3

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Los hombres se sobresaltaron al ver aparecer al elfo de cabellos dorados y todos lo miraron con asombro.

"¿Un elfo?"

Los seres humanos no veían elfos casi nunca, ¡y este era magnífico! ¿Pero por qué protege a esa bestia? Se preguntaron.

"¡Apártate, maestro elfo! –ordenó el líder de los cazadores, sujetando su arco con fuerza-. ¡Estás en nuestro camino!"

Tigre había abandonado su cacería y miraba hacia su amo. Legolas acarició la cabeza del tigre y miró a los hombres con los ojos entrecerrados.

"¡Os he dicho que no! ¡No le hagáis daño!"

"¡La bestia debe morir! ¡Ha matado a nuestros amigos! ¡Si lo dejamos vivo, muchos más morirán!"

"¡Pero él no es al que buscáis! –gritó Legolas, desenfundando una de sus dagas. Se maldijo en silencio por no traer su arco y sus flechas-. Lo habéis confundido con otra criatura salvaje. Este es mi amigo y nunca le haría daño a un ser humano... a menos que lo provoquen."

Los cazadores seguían mirando a Tigre con miradas depredadoras. El animal notó la tensión en el ambiente y gruñó, mostrando sus dientes.

"Silencio, Tigre. Mantén la calma –ordenó Legolas. El príncipe no apartaba los ojos de los hombres, que seguían con intenciones de matar a su mascota-. Os lo vuelvo a pedir. ¡Dejadlo! Y marchaos de este bosque. Este tigre no mató a vuestros amigos, lo juro."

"¡Tus palabras no son de fiar, elfo! ¡Tú y tu especie sois unos orgullosos que nos menosprecian! –espetó el líder-. ¡Puede que sea un plan para divertiros a costa de nuestras muertes!"

"¡Eso no tiene fundamento! –Legolas suspiró, exasperado-. Te estás pasando, humano. Quiero que os marchéis. Ahora."

El hombre sonrió.

"¡No nos iremos hasta que matemos al tigre!"

Disparó una flecha sin previo aviso, pero Legolas lo estaba esperando. Levantó el brazo a la velocidad del rayo y desvió el proyectil con su espada. La flecha golpeó un árbol y, gruñendo de ira, el hombre saltó hacia adelante y se abalanzó sobre Legolas.

El elfo se apartó y evadió el puño que iba hacia él. El cazador perdió el equilibrio y Legolas lo golpeó en la nuca. El hombre cayó al suelo y sus amigos se precipitaron hacia ellos, atacando a Legolas desde todas direcciones, pero el elfo era demasiado rápido para ellos. Armado solo con una de sus espadas, Legolas seguía siendo más letal que cualquier humano.

Casi todos estaban tendidos en el suelo en menos de un minuto, gimiendo y quejándose de dolor. Legolas les había golpeado en lugares clave, dejándolos indefensos, pero no usó su espada ni una vez al no verlo necesario. Tigre miraba la escena, tenso, pero a sabiendas de que su maestro podía cuidarse solo.

Legolas miró a los hombres tirados a sus pies con disgusto, antes de dirigir su mirada a los que seguían apuntando a Tigre con sus flechas.

"¡Salid del bosque! ¡Y no volváis!"

Los que quedaban se apresuraron a ayudar a sus compañeros caídos. Éstos se pusieron en pie dolorosamente, bajo la severa mirada de Legolas. Entonces se alejaron a regañadientes, sin dejar de observar al elfo y el tigre.

Legolas estaba a punto de irse cuando vio que el jefe se daba la vuelta, sacaba el arco y apuntaba a Tigre otra vez, así que hizo lo único que pudo. Más rápido que la vista, lanzó su espada con mortal precisión y el hombre abrió mucho los ojos cuando ésta se le clavó en el pecho. Se le aflojaron los dedos y se le cayó el arco y luego se desplomó, exhalando su último aliento.

Tigre, TigreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora