Capítulo 8

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"¿Qué haces aquí con todos estos hombres, Darco? ¿Te sientes tan inseguro en el bosque que tienes que traer guardaespaldas?" –Hasmon estaba delante de todos ellos, impidiendo que entraran a la casa.

Darco sonrió de forma siniestra.

"Sabes a lo que venimos, Hasmon. ¡Enséñanoslo!"

"No sé de qué me hablas."

"Oh, claro que lo sabes. El elfo, Hasmon. ¡Llámalo para que salga o entraremos nosotros mismos a por él!"

"¡Ni se te ocurra! ¡Tendrás que pasar encima de mí! –Hasmon se alarmó al saber por qué habían venido. ¿Cómo se enteraron de que Legolas estaba aquí?-. ¡Déjalo, Darco! ¡No te ha hecho nada!"

"Te equivocas. ¡Ese elfo es un asesino! ¡Mató a Brutus, el hermano de Bregus! ¡Y debe ser castigado por ello!"

Legolas se quedó atónito. ¿Un asesino? ¿Soy un asesino? ¿De verdad he matado a un hombre? Se miró los elegantes dedos. ¿Son éstas las manos de un asesino?

Entonces levantó la cabeza, asustado, cuando Darco y sus hombres empezaron a golpear a Hasmon para entrar en la casa a la fuerza. Hasmon balanceó lo puños intentando mantenerlos a raya. Gertha gritó de miedo cuando vio caer a su marido debido a un golpe en la cabeza y se le acercó corriendo. Lo apoyó en su regazo, sollozando.

"¡Por favor, no lo hagáis! ¡Dejadlo! ¡Marchaos, por favor!"

Legolas cogió lo que tenía más cerca, que resultó ser una barra de hierro y la balanceó, golpeando a los intrusos para defenderse. Pero los hombres eran demasiados y él todavía estaba recuperándose. Seguía débil después de haber caído al río, y los hombres lo atacaban con garrotes y sus puños con la intención de someterlo.

Finalmente, Legolas cayó al suelo tras un golpe en la cabeza. Lo habían golpeado con una de las botellas vacías de Gertha. Allí se quedó, repentinamente sin fuerzas, mientras le ataban las manos al frente y lo ponían en pie de un tirón.

Los hombres lo sacaron al exterior, tirando con rudeza de la cuerda que le inutilizaba las manos. Al pasar al lado de Gertha y su esposo, ella lo miró, aterrorizada.

"¿A dónde lo lleváis? ¡Por favor, no le hagáis daño! ¡Legolas! ¡Legolas!"

Legolas miró a la mujer con un nudo en la garganta. A pesar de la sangre que goteaba de la herida en su cabeza y que le emborronaba la visión, pudo distinguir el cuerpo inconsciente de Hasmon en los brazos de Gertha. Esperaba que no estuviera gravemente herido.

Permaneció de pie en silencio mientras ataban el otro extremo de la cuerda a la silla del caballo de Darco. El elfo sabía perfectamente qué iba a pasar; le harían correr detrás de los caballos hasta llegar al pueblo. Estaba preocupado porque ni siquiera llevaba zapatos, pero no dejaría que esos hombres notaran su miedo, así que levantó la barbilla y clavó sus ojos plateados en Darco.

El hombre no le hizo caso, le dio la espalda, se montó en su caballo y dio la señal para volver a la aldea. Sus hombres lo siguieron, riéndose e insultando al elfo que casi no podía mantener el ritmo de los caballos.

Todavía se podían oír los sollozos de Gertha, mezclándose con el sonido de los árboles que se mecían al viento...

Todavía se podían oír los sollozos de Gertha, mezclándose con el sonido de los árboles que se mecían al viento

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