Capítulo 3

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Sabía que Draco tomaría represalias después de los crucios que le lancé hace apenas una semana. Los días transcurrieron tranquilos. Demasiado tranquilos. Nadie parecía haberse enterado de lo ocurrido en los pasillos aquella noche. Hermione y yo no volvimos a dirigirnos la palabra desde entonces, ni si quiera para pelearnos como solíamos hacer. Draco me esquivó todos estos días, no se atrevía a mirarme a la cara. Pero ahora había decidido tomarse la justicia por su cuenta. Utilizando la ayuda de su mano de obra barata, Crabe y Goyle, comenzamos una batalla campal cerca del bosque prohibido. Tres contra una. Yo soy buena en las peleas. Bastante buena, teniendo en cuenta que soy hija de quien soy. A veces pienso que si ella estuviera aquí para enseñarme a luchar mejor sería más invencible aún de lo que ya soy. A pesar de mi habilidad con la varita acaban por desarmarme y los tres me apuntan con una sonrisa triunfante.

-¿Quién te crees que eres para ir lanzando maldiciones imperdonables, primita?

-Eso te pasa por tratar así a las mujeres, alguien te tenía que dar un escarmiento.

-¿Ahora eres abogada defensora de la sangre sucia?

-Ni en sus mejores sueños. Solo defiendo a la mujer de chicos como tú, así de simple.

-No me hagas reír. ¿Acaso me meto yo en lo que haces o dejas de hacer? Siempre estás pendiente de lo que hago, siempre diciéndome qué cosas hago mal. Para ti nada está nunca bien. No sabes cuánto te odio y cuántas veces he deseado tenerte como te tengo ahora, desarmada y a mi merced.

-Draco, no te engañes, eres un cobarde, no eres capaz ni de matar a una mosca. Eres como tu padre, sois carroña los dos.

-¡Cállate!

Draco avanza hacia mi con agresividad mientras con un gesto indica a sus amigos que corran a por mi. Me agarran de los brazos y aunque trato de soltarme de ellos me aprietan tan fuerte que me es imposible hacerlo.

-Vamos a ver que tal aguantas tú los crucios.

-No serás capaz.

-¿No?

Draco sonríe con vehemencia. Alza su varita frente a mi y justo cuando voy a oírle decir la maldición alguien grita un Expeliarmus que le arrebata la varita. Busco de inmediato la voz que ha pronunciado ese hechizo y me sorprendo de ver a Granger. ¿Tiene que estar metida en todos lados? Crabe y Goyle me sueltan para enfrentarse a ella que los vence con bastante facilidad. Mientras, yo corro hacia mi varita para recuperarla. Entonces veo a Draco recogiendo la suya del suelo. Mi instinto de supervivencia me hace lanzarle un sectum sembra segundos antes de que él vuelva a atacarme. Le dejo tendido en el suelo desangrándose, y por un momento me entra miedo. Miro a Hermione que, a la vez, me devuelve la mirada horrorizada.

-¿Qué has hecho? -habla atónita.

-N-no lo sé, solo me he defendido.

-¡Vamos a llamar al profesor Snape! -gritó Goyle que salió corriendo de allí seguido de Crabe.

-Me expulsarán si se enteran -digo angustiada de verdad.

-Tiene que curarlo, no podemos dejarlo así.

Draco no deja de sollozar por las heridas causadas por el hechizo y yo no puedo dejar de pensar en las consecuencias que tendré por haber hecho esto.

En seguida llega el profesor y al verlo se pone manos a la obra utilizando un contrahechizo que le cura las heridas.

-¿Te das cuenta de lo que has hecho? -murmura Snape sin dejar de curar a Draco.

-Ha sido en defensa propia -se adelanta Hermione a dar las explicaciones.

-Usted no tiene que meterse, señorita Granger.

-Me han tendido una emboscada -replico.

-Eran tres contra una, solo se ha defendido, como vosotros nos enseñáis -continúa ella.

Snape la mira con el ceño fruncido. No entiendo por qué me está defendiendo de esta manera, no se lo he pedido.

-Ya hablaré con usted, señorita Lestrange -Black, soy Black-. Y usted, debería aprender a no meter las narices donde no le llaman -señala a Hermione.

Tras decir esto, carga con Draco hasta enfermería donde terminará por recuperarse. Cuando les pierdo de vista, y tras un rato de silencio entre nosotras, me encaro con ella.

-¿Por qué me has ayudado? -mi tono es una réplica total.

-Porque tú lo hiciste hace unos días.

-Dijimos que nada de salvarnos -le recuerdo.

-¿Qué hubiera pasado si no te salvo?

-Lo mismo te digo.

-Pues ya estamos en paz.

-Pues vale.

-Pues adiós

En un gesto idéntico nos cruzamos de brazos y nos marchamos hacia nuestras habitaciones habiendo zanjado ya el tema.

Me encierro en mi habitación con un nudo en el estómago, entre el crucio del otro día y lo de hoy estoy pisando la fina línea de la peligrosidad. Y una conversación con Snape nunca es nada agradable. Estoy temiendo tener que enfrentarme a su sermón.

Con la sangre no se juegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora