Capítulo 5

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Muy a mi pesar, lo que hice hace varias noches no se puede borrar. Y también, muy a mi pesar, ni Granger ni yo hemos podido evitar lanzarnos miradas furtivas cada vez que nos encontramos por el castillo, sobre todo cuando me toca limpiar la biblioteca, donde ella pasa la mayor parte del tiempo. Miradas llenas de vergüenza y timidez, e incluso de arrepentimiento por mi parte. Arrepentimiento de haberla besado sin saber aún la razón, y arrepentimiento cada vez que lo recuerdo y algo se me mueve por dentro sintiendo ganas de volver a hacerlo. Me siento sucia. Siento como si hubiera traicionado a los míos besando a una sangre sucia.

Entro al comedor e inconscientemente busco la mirada de Hermione. Me sorprende descubrir como ella también me mira, aunque en seguida baja la mirada hacia su desayuno. Sigo caminando con la vista al frente, la barbilla en alto y contoneándome como solo yo sé hacer en este colegio. Normalmente acaparo las miradas de todos, pero esta vez es Longbottom el que acapara mi atención, al pasar por las mesas de los gryffindor le oigo decir algo en voz alta que me pone en alerta.

-Bellatrix Lestrange, fugada de Azkaban.

Al escuchar esa frase me paro justo detrás de él. Sus compañeros Seamus y Dean Thomas me miran con escepticismo. Neville no se ha percatado de mi presencia ya que sigue leyendo el periódico ensimismado. Aprovecho su descuido para arrancárselo de las manos sin que él pueda oponerse. En seguida se gira enfadado, pero al verme prefiere callarse y volver a centrarse en la comida.

Leo con desesperación la portada del profeta donde se ve a mi madre gritando con vehemencia sujetando el cartel con su número de presa. Como había leído Longbottom, mi madre está fuera de Azkaban. Está fuera. Es libre. Por fin.

Al levantar la vista del periódico vuelvo a encontrarme con los ojos de Hermione que me contempla sorprendida. Salgo del comedor sin soltar el periódico y corro hasta la torre de astronomía. Necesito estar sola, y aquel lugar me encanta, es un buen sitio para pensar con tranquilidad.

Me siento en los escalones y vuelvo a fijarme en el periódico. En concreto, en la foto de mi madre. Se la ve desmejorada, con canas en la cabellera negra. Los dientes sucios y arrugas alrededor de los ojos y la boca. Paso la yema de mis dedos sobre la foto y las lágrimas comienzan a descender en picado sin yo poder remediarlo.

De pronto oigo a Granger a mi espalda. Ya me aburre hasta enfadarme por seguirme a todos lados.

-¿No te cansas de molestar? -pregunto con desgana.

-Te recuerdo que fuiste tú la que me besaste -responde con cierto tono de reproche.

-Y ¿te has enamorado por eso? No estaba en mis cabales esa noche.

-Lo sé. Sé que no estabas en tus cabales. Pero eso no significa que no haya sido real.

-Acabo de descubrir que mi realidad comienza ahora -le digo mostrando un tono demasiado melancólico para mi gusto.

-Vas a cumplir tu sueño. Vas a conocer a tu madre -desvía el tema.

Sonrío levemente de solo pensarlo. Hermione se sienta a mi lado y, sinceramente, no me desagrada su cercanía. No quito la vista de la foto de mi madre. Después de 15 años podré verla, quizá abrazarla si ella me lo permite. Podré escuchar su voz. Podré llamarla mamá, y a lo mejor ella me llama hija. ¿Me habrá echado de menos tanto como yo a ella? ¿Me querrá tanto como yo la quiero a ella? Siendo sincera conmigo misma, tengo miedo de encontrarme a una mujer fría que no le interesa lo más mínimo tener una hija. Quizá rehuye de mi nada más verme. Quizá ni venga a buscarme.

-Te pareces mucho a ella.

El comentario de Hermione me saca de mis pensamientos negativos. Tiene razón. Tengo sus mismos ojos grises, su misma mandíbula fuerte y bien marcada y su pelo negro y rizado. Como siempre me ha dicho mi tía Cissy, soy la viva imagen de mi madre, y eso me hace sonreír a la vez que otra lágrima cae hasta chocar en la mano de Hermione que hasta entonces no me había dado cuenta que se había posado en mi brazo. Me sorprende este pequeño contacto físico por su parte. Me giro a mirarla y me encuentro con su cara a muy pocos centímetros de la mía. Rápidamente bajo la vista hasta sus labios, recordando el beso que nos dimos. Instintivamente me muerdo el labio y un pequeño pellizco sorprende a mi estómago. Me debato interiormente entre besarla otra vez o no, aunque no me da tiempo ni a tomar una decisión. Esta vez es ella la que toma la iniciativa, se acerca con lentitud pasando sus ojos desde los míos hasta mis labios y viceversa, hasta chocar la punta de su nariz con la mía. Entonces inclino ligeramente la cabeza dándole permiso para que me bese. Este beso es distinto al que yo le di. Es un beso lento, dulce, como si quisiera ir descubriendo poco a poco los secretos que esconden mis labios con sabor a lágrimas derramadas. El beso se prolonga unos segundos, hasta que nuestros pulmones nos piden oxígeno. Cuando nos separamos, suspiro.

-No te convengo -le digo cerrando los ojos con fuerza, tratando de borrar de mi mente lo que acaba de pasar-. Y tú no me convienes a mi. Es una traición por parte de ambas.

-Lo sé, pero... -suspira ella- Cállate y bésame.

Sus manos atrapan mi cara con rapidez y me acercan hasta sus labios. Vuelve a besarme, esta vez con más pasión que antes, con el camino ya descubierto, con las ganas de recorrerlo otra vez.

Con la sangre no se juegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora