Capítulo 5

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*Druella*

Hace apenas una hora que la batalla ha dado comienzo. Todo Hogwarts se ha volcado en hacer una barrera protectora, pero el Señor Tenebroso y todos los mortífagos hemos acabado con ella en pocos minutos. Hacía tiempo que había perdido de vista a mi madre y yo no dejaba de luchar contra todos aquellos traidores de sangre que se interponían en mi camino. Debía encontrar a Potter y entregárselo al Señor Tenebroso, pero realmente estaba más pendiente de buscar a Hermione, me frustraba no verla. Antes de atacar a nadie miraba por si era ella. La buscaba por todos los lados, pero es como si se la hubiera tragado la tierra. Interiormente rezaba porque mi madre no la encontrara porque sé que sería capaz de matarla para terminar lo que empezó en la Mansión Malfoy.

De pronto, un Ravenclaw me ataca por la espalda. Logro bloquear el hechizo en el último momento y le asesto rápidamente un expulso que lo lanza por los aires, estampándose contra un muro. Por el rabillo del ojo veo a una chica luchando por lo que, me giro al mismo tiempo que ella. Nuestras varitas se cruzan y ambas nos quedamos quietas, esperando a que la polvareda de la guerra se extinga lo suficiente para reconocer si es amigo o enemigo. Cuando eso ocurre, bajamos las varitas lentamente, como si no creyéramos lo que ven nuestros ojos. Hermione sonríe de oreja a oreja y yo corro hacia ella, estrechándola entre mis brazos. Hermione me besa toda la cara con desesperación y a la vez yo busco sus labios, esa fuente de la juventud que me hace revivir cada vez que los pruebo. Durante un par de minutos no nos separamos, no dejamos de besarnos, de mirarnos, de sonreírnos. En esos minutos nos olvidamos por completo de que estamos en mitad de una guerra y que podrían matarnos en ese preciso instante si quisieran. Sin embargo, la gente pelea a nuestro alrededor sin reparar en nosotras, como si nuestro reencuentro hubiera creado una burbuja que nos hace invisible a los demás.

-Lo siento. Siento todo lo que pasó ese día -le digo sin ser capaz de alejarme de ella unos centímetros.

Hermione niega con la cabeza y me besa de nuevo.

-No tendrías que haberlo hecho, pusiste tu vida en peligro -me regaña sin ninguna autoridad ni énfasis.

-Por ti la pondría en peligro todos los días -respondo.

Ambas reímos igual que dos locos que no tienen ni idea de los peligros que corren por estar enamorados.

-Quiero estar contigo -le digo agarrándome a la cintura de su chaqueta vaquera-. Para siempre -recalco.

-Y lo vamos a estar -me confirma-. No nos vamos a volver a separar nunca.

Volvemos a darnos otro abrazo, tan fuerte que casi nos quedamos sin aire. Por Merlín, cuánto necesitaba volver a abrazarla, aún no me lo creo.

Hermione agarra mi mano y me mira decidida.

-Hay que seguir con esto.

-Lo sé.

-Tú tu camino.

-Y tú  el tuyo -termino entre risas.

Ambas volvemos a la batalla, luchando por separado, pero agarradas de la mano. Cada una por su bando, pero soñando con un final en el que podamos estar juntas. Nuestros rivales nos miran extrañados, asombrados, confundidos, enfadados. Estos últimos pensando que no nos estamos tomando en serio esta guerra. En un momento, un mortífago intenta atacar a Hermione por la espalda y, sin dudarlo un momento, me pongo delante para evitarlo y le lanzo un expeliarmus. Hermione me tacha de loca, pero bendita locura, pienso yo.

Fuera del castillo todo comienza a complicarse y a ser peligroso por lo que, agarro a Hermione y salimos de allí con mi poder volatorio hasta llegar al gran salón, donde las cosas tampoco pintan muy bien. De repente, veo al fondo a mi madre luchar contra Molly Weasley. Me enfada muchísimo ver como mi madre se lo toma a risa, burlándose de ella y sin prestar atención a los ataques que la pelirroja le lanza. Corro hacia ella para ayudarla, pero llego tardo. Mi madre no se espera un ataque de Molly y queda petrificada. Comienzo a gritar cuando le lanza un reducto y veo a mi madre convertirse en ceniza. No. No, no, no. Me arrodillo en el lugar, cogiendo entre mis manos un montoncito de polvo. Me rompo por dentro en mil pedazos. Mi madre. Vuelvo a perderla, esta vez para siempre.
Esto no puede estar pasando.
Estaba aquí hace un momento.
No puede ser...

Con la sangre no se juegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora