Prólogo .

529 13 0
                                    

Recojo las últimas maletas qué quedan en el recibidor. No pesan mucho, menos mal, mi fuerza es casi nula. Emprendo el camino al coche. Pero, a pocos metros de éste me encuentro con mi última pesadilla reencarnada. Mi corazón sé dispara como loco y no consigo coger oxigeno ¿Qué hace aquí?, ¿por qué me mira con ese semblante de perversión? Le odio.

Mi madre se percata de mi aparición y me ánima a que me acerque con un movimiento de mano. A duras prensas recogió aire y oxígeno y me acerco a mis padres y a sus amigos junto a su odioso hijo, el qué me arruino la vida un tiempo. Todos charlan alegres de nuestra marcha. La mudanza a España.

El muchacho de pelo rubio se acerca a mí. Doy un paso hacia atrás. Todo se dan cuenta de mi reacción. Mi madre coloca una mano sobre mi espalda. Ojalá lo hiciera para darme fuerzas.

- Tenéis tiempo. Despediros- dice mi madre empujando me hacia él, qué sonríe sintiéndose triunfador.

El me guía detrás de mi casa. Cuando se detiene lo hace en seco. Con brusquedad me estampa contra la pared. Pone distancia entre nosotros pero me mantiene sujeta con presión por los hombros.

Mis nervios se intensifican más que antes y respiro con dificultad.

- No sabes las ganas que tengo de que te vayas... Eres la peor mujer del mundo, ¿lo entiendes? Nadie te quiere ni si quiera tus amigas, que como ves no han venido a despedirse de ti- dice con rabia mientras me aprieta más.

Me horrorizo por sus palabras pero las anoto cada una de ellas. Tiene toda la razón en todo.

- No sé como pude acercarme a ti- hace una parada para tomar aire y examinar mi cuerpo-. Eh, no te pienses que ahí, en España, te van a querer o a tener amigos. Tú eres un patética ¿vale?- chilla con odio.

Asiento con miedo. Hacia mucho qué no le veía. Incluso creía qué jamás nos íbamos a ver, pero después de un tiempo e incluso con más edad me sigue atormentando y yo continuo creyendo sus palabras e interiorizando.

Su madre grita su nombre. Antes de irse me agita hasta qué diga to misma qué soy una patética. Sin mínima dignidad lo digo. Y antes de marcharme me estampa un besos frío y largo en los labios. Sin respuesta por mi parte. Él desaparece. Y rezo para que sea para siempre. P

El pasado de sus ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora