«1ra herida»
POV. Daniel.
Luego de que le entregué la carta a Caín, él no me volvió a mirar, o molestar... Realmente sentía la necesidad de ser escuchado, él era nuevo, de seguro no conocía a nadie todavía... así que tenía la seguridad de que no le contaría a alguien uno de mis grandes secretos.
Esperé a que la profesora se sentase en su escritorio para reposar mi cabeza en mis brazos y cerrar los ojos, temía que cuando durmiera nuevamente tuviera otra pesadilla. Solo me limité a cerrar los ojos.
Sentí un mareo muy grande... Y el dolor de cabeza que tenía desde esta mañana comenzó a aumentar poco a poco, volviéndose insoportable. ¿Porque simplemente no puedo dormir bien?, Siempre es la misma pesadilla. Me repetí.
Mi hombro comenzó a moverse contra mi voluntad suavemente, mientras una gran mano lo sacudía.
— ¿Ya? – La voz de Caín.
Realmente no me había dado cuenta de que el fin de las clases había llegado, y ya era hora de retirarnos, alcé mi cabeza y vi a Caín dándome la espalda.
— ¿Ya? – Preguntó nuevamente.
— Sí. – Dije levantándome de mi asiento y sacando mi mochila del respaldo de esta, tomé los libros de texto que estaban bajo mi banco y los introduje en mi bolso, miré de reojo a Caín. ¿Me estaré demorando demasiado? Pensé viendo que mis movimientos eran muy lentos y él golpeaba con su dedo índice repetidas veces la mesa. Tomé mi mochila y me la colgué en uno de mis dos hombros.
— ¿Ya? – dijo Caín por tercera vez. Que impaciente. Pensé.
El alivio que poco a poco llegaba a mi mente era escaso. Estaba nervioso, al pensar en que le contaría un poco de mi vida personal a alguien que causaba un revoltijo en mi estómago.
Ojalá que cuando hable con él y le diga cada dulce historia que he vivido y está plasmada en mi cuerpo, en mis muñecas él pueda aconsejarme... Más que eso... Escucharme. Pensé.
Ambos caminamos por los pasillos del segundo piso, pues allí estaba nuestro salón, bajamos las escaleras y caminamos por el largo pasillo lleno de panfletos, de talleres, concursos, información, etc., que nos llevaría a la salida.
— Iremos a mi casa, ¿te parece? – Dije.
— Está bien. – Respondió él, con un semblante bastante serio.
— Si no quieres, no te obligo a venir. – Dije.
Lo decía por su expresión, quizás incomodaba, y lo comprendía... yo era un completo extraño, era el primer día de clases y ya se había metido en un aprieto, ¿lo hará por compasión?... Quizás, quizás al ver mis heridas sintió pena y quiso escucharme... pero si no se lo contaba hoy... Si no era escuchado hoy... Quizás mañana ni siquiera vendría a la escuela y no en el mejor sentido.
— Oye princesa, ¿soy un hombre o no?, Nunca retrocedería a mi palabra. – Rio sin ningún sentido aparente.
¿Le hizo gracia? Dije para mí.
Ambos salimos de la escuela, me despedí del portero que siempre me saludaba en las mañanas cuando llegaba tarde y caminamos a través de la selva de concreto, que era gobernada por hipócritas... Gobernado por leyes inservibles que nadie utiliza o respeta... Lleno de gente que critica a los demás... La selva donde solo sobrevive el que su identidad falsea.
Atravesamos la plaza cerca de mi casa, una plaza extensa donde todos los niños juegan y los adolescentes se sientan en el pasto para fumar a escondidas, una plaza enorme, con miles de arbustos y árboles que proporcionaban sombra a la gente mayor que se sentaba en las bancas a lanzarle migas de pan a los pajarillos que allí llegaban. Caminamos unos minutos más y entre pasaje y pasaje llegamos a nuestro destino. Mi casa.
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«Heridas»
Fiksi RemajaHeridas de guerra; guerras internas. El deseo cegador de ser escuchado. El corazón humillado. Cada herida en tus brazos tiene una larga historia. El sabor de la angustia es amargo. El dolor de ser rechazado. La atención de ser escuchado. El amor nac...