«8va Herida»
POV. Daniel.
Llevaba dos días sin salir de mi habitación, Zenia venía de vez en cuando a tocar la puerta de mi cuarto para ver como estaba. Los toques en la puerta eran leves y desganados.
— Perdón hermano. – Dijo Zenia por milésima vez. — No quería decirte palabras hirientes... Yo... Yo estaba enfadada en ese momento, no es lo que sentía, ¿Por qué no sales de tu habitación y hablábamos?
— Zenia no me mientas... Eso es lo que sentías en el momento... No te juzgo, tú piensas así de mi ¿qué le vamos a hacer? – Solté una pequeña carcajada dolida. — ¿Podrías dejar de disculparte?
— No, por mi culpa estás allí encerrado.
Me levanté y abrí la puerta dejándola pasar, mi cabello estaba despeinado y no me había cambiado de ropa desde la última vez que hablábamos. Al entrar Zenia intento abrazarme, yo me alejé.
Eres un cobarde. Pensé. Jamás has querido abrazar a alguien querido, sabías que tarde o temprano lo tendrías que soltar.
Zenia se acercó nuevamente y me alejé aún más.
— Ahora no, por favor... solo te deje entrar para que vieras que estoy bien, ahora sal de mi habitación por favor. – Dije con una voz ronca y autoritaria.
Zenia asintió con la cabeza y se retiró de mi habitación sin decir palabra alguna.
Me senté nuevamente en mi cama y me recosté, mi habitación no tenía nada en lo que me pudiera entretener, me limité a cerrar los ojos y comenzar a dormir.
"—No....no ¡cuidado! – Grité haciendo que mi garganta ardiese.
Aves negras comenzaban a picotear dolorosamente.
— ¡Scott!"
Desperté. Cerré los ojos al sentir la luz y penetrar las retinas de mis ojos... Lentamente los abrí y me levanté pesadamente de mi cama, caminando para apagar la luz y dirigirme al baño a lavar mi cara, por algunos segundos pensé en vestirme para ir a la escuela, pero la idea desapareció segundos después cuando recordé que hoy era sábado.... Me metí a la ducha y me sumergí en la esencia del agua... Tan tranquilizadora, en ella me sumergía... En ella dejaba todas mis penas... Que se iban con ella por el drenaje.
Salí de la ducha, me vestí y salí de casa sin siquiera fijarme si Zenia se encontraba allí.
Caminé hasta la plaza por la que todos los días cruzaba de regreso a casa, llegué allí y me senté en una banca, el lugar estaba casi vacío, solo habían algunos ancianos dándoles de comer a las palomas, la brisa que corría levemente, pequeñas gotas de agua caían en mi cuerpo, la banca estaba cerca de la fuente principal de la plaza (por que había 2 más).— ¿Puedo sentarme aquí? – Escuche una leve voz y voltee a ver de quién provenía.
— Claro. – Me moví a un lado, y la anciana que estaba parada a mi lado derecho, se sentó.
Comencé a mirar nuevamente el paisaje, escuchaba como la anciana abría una especie de bolsa, miré de reojo y esta me sonrió.
— ¿Quieres? – Pregunto extendiéndome un caramelo.
Negué con la cabeza y esta hizo una especie de mueca triste.
— Al parecer a los jóvenes ya no les gustan los dulces. – Dijo con una voz algo apagada, mientras abría un dulce y se lo introducía en la boca. — Cada vez que mis nietos vienen les ofrezco, pero ya no me los reciben, dicen que son tontos.
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«Heridas»
Genç KurguHeridas de guerra; guerras internas. El deseo cegador de ser escuchado. El corazón humillado. Cada herida en tus brazos tiene una larga historia. El sabor de la angustia es amargo. El dolor de ser rechazado. La atención de ser escuchado. El amor nac...