VIII

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Era lunes de nuevo. Me alisté para ir al colegio. Todo pasó de lo más normal.

Tenía literatura a primera hora entonces llegué con una gran sonrisa. Al entrar a la clase solo vi a unos cuantos de mis compañeros, a los diez minutos ya estaba toda la clase, menos Amy. A los quince minutos llegó una encargada a decirnos que ella estaría ausente. Los chicos de mi clase gritaron de alegría y corrieron al patio, yo en cambio, carcomida por la decepción salí despacio mientras le mandaba un mensaje.

Sabrina: ¿Estás bien?

Me senté en la grama y leí por lo que quedaba de la hora. Al sonar la campana fui a mi clase, al igual que el resto del día.

Saliendo del colegio revisé el teléfono y no tenía respuesta, lo había leído, me había dejado en visto. Insistí.

Sabrina:¿Cariño?

Fui a mi casa e intenté concentrarme en tareas, en lectura, dibujo, no podía hacer nada más que pensar en ella.

Ella, a cada pestañeo que daba su rostro aparecía. Ella, a cada silencio su risa oía. Ella, la que me había hecho soñar más de una vez, en más de una formas. Ella, la mujer de mi vida. Ella, la que me ignoraba repentinamente.

Me llegó un mensaje:

Amy: ¡Basta!

Eso me tomó por sorpresa, me había imaginado miles de cosas con ella, había imaginado sus abrazos, sus besos, sus caricias, sus cambios de humor, sus chistes malos, lo había imaginado y aceptado todo de ella, pero jamás su rechazo.

Lloré, lloré hasta caer en un sueño profundo.

El martes la alarma me despertó, mi rutina siguió igual. Fui a clase de literatura a la segunda hora, y para mi mala suerte ella tampoco llegaría. Necesitaba hablar con ella, urgentemente.

Pasé el día sin ánimo, o en todo caso con el ánimo por los suelos.

El miércoles todo pasó igual, y yo ya no tenía ningún tipo de esperanzas.

Para mi sorpresa ella si llegó a clases, para mi desgracia no fue más que eso, una clase, no me saludó, no me volteó a ver en toda la hora, no me preguntó nada. Al terminar la hora esperé a que todos se fueran y me atreví a hacer lo que esperaba desde el lunes. Me acerqué a ella de pronto y la besé, fue un beso muy corto porque ella me alejó

-¿Qué pasa?-Me ignoró-Tenemos que hablar.
-No tengo tiempo.-Dijo dirigiéndose a su puerta haciéndome señas para que saliera.

El jueves, no me habló. No me vio.

El viernes, no me habló. No me vio.

El sábado fui a la montaña, a donde la había llevado en nuestra "primera cita", al acercarme ahí oí unos llantos, me escondí en un arbusto. Era ella. Amy lloraba. Amy lloraba en mi lugar especial.

No supe si acercarme a ella y consolarla o irme. Opté por lo segundo, estaba claro que me quería lejos, pero además no sabía si podría perdonarle aquello que me hizo.

Me fui muy sigilosamente, no quería que notara mi presencia, hasta que una rama se rompió con un mal paso haciendo un ruido que en ese momento sonó estruendoso. Me quedé parada un instante e intenté seguir caminando pero su voz me lo impidió.

-¿Sabrina?

Amy. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora