XV

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-Sabrina quédate un segundo. Necesito hablar contigo.-Me llamó Amy al final de su clase. Me dirigí hacia ella y quedé en silencio parada frente su escritorio.-¿Segura que quieres que vaya? Puedo decir que no me siento bien, o algo.
-De querer no quiero, ya lo dejé claro, pero parece que a nadie le importa así que te veo luego Amy.-Se quedó en silencio, con los ojos tristes viendo cómo me iba.

-Sabrina, ven por favor.-Me llamó Anna al verme entrar a su clase. Fui hacia ella con los ánimos por el suelo.-¿Quieres que vaya con vestido o casual?-Preguntó en tono de burla.
-Como a ti más te guste.-Respondí esquivando la broma, me fui a sentar y me distraje durante toda su clase.

-Sabrina ven por favor.-Gritó mi madre al oírme entrar a casa. Estaba en la cocina.-¿Te apetece una lasaña para la cena?¿O prefieres otra cosa?
-Lo que más te guste mamá.-Respondí dirigiéndome a mi cuarto.

Las tres mujeres más presentes en mi vida, por bien o por mal, me han atormentado todo el día con preguntas, preguntas acerca de algo en lo que nunca estuve de acuerdo, nunca nadie se dignó en preguntarme qué tal lo estaba llevando todo, ni qué tal me sentía, a nadie le importaba.

-Sabrina ven.- Llamó mi padre a las 7:30. Bajé al salón.-Están por llegar.

Me senté junto a él. Estábamos ambos leyendo. Mi padre y yo no nos llevamos, pero hay una cosa que tenemos en común, y esa es el amor por las letras, así que cuando leemos juntos, es el único momento en el que siento algo de afecto de su parte.

Unos golpes en la puerta nos sacaron de la silenciosa lectura. Santiago y Sebastián corrieron a la puerta a abrirla, cuál los gemelos torpes que eran. Tropezándose con todo. Ambos quedaron boquiabiertos al ver a nuestra compañía. Quienes no venían ni casuales ni elegantes, venían perfectas, guapísimas, obviamente Amy resaltaba, Amy brillaba, me recordó porque la amé desde el instante en que la vi. Mi madre las saludó, seguido de mi padre, quien no pudo apartar la vista de aquellos llamativos escotes. Luego les saludé yo. Nos sentamos en la sala a platicar y a tomar. Hirvieron muchas risas, pero el ambiente seguía frío.

Pasamos a comer, y la mesa seguía llena de anécdotas cómicas.

-¿Y ustedes son pareja?-Preguntó mi padre al primer silencio que hubo. Rezaba porque dijeran que no, mi padre no lo aceptaría. Amy me vio, se negaba a responder. Anna estaba a punto de hablar cuando...
-Sabrina dice que eso es perfectamente normal, que uno no elige a quien amar, que puede ser mujer con mujer u hombre con hombre...
-Como tampoco importa si es grande o pequeño, si es blanco o si es negro.-Cortaron Sebastián y luego Santiago. Mis padres me voltearon a ver sorprendidos, Amy me vio con un sonrisa, y Anna estaba roja de furia. El resto de la cena fue un poco más silenciosa. Después de el postre empezaron con las copas.

-Sabrina vienes un segundo por favor.-Me pidió Amy de golpe entre copa y copa. Salimos de casa hacia su auto.
-Quiero que leas esto en el avión. No antes, no después.-La miré sin expresión, me había vuelto una experta en eso. Iba a volver a entrar a casa, pero ella me jaló del brazo.
-¿Cómo estás?
-Estoy bien.
-Sabrina Fisher ¿Cómo estás?-Me dijo con una mezcla de tristeza, enojo y preocupación en el rostro. Una lagrima cayó de mi rostro, intenté soltarme de su agarre pero ella no lo permitió.

Amy. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora