Un hermoso gesto.

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Cuando Regina extendió el brazo hacia su compañera, se encontró a una Emma agitada y ya despierta, que parecía frotarse la muñeca frenéticamente. Cerró y abrió los ojos para descubrir a su rubia mirándose fijamente el brazo.

«¿Hay algo que te preocupa?» preguntó ella, jugando con los mechones rubios entre sus dedos, mientras que Emma la miraba sonriendo dulcemente

«Sí» respondió esta sin ambages.

«Te escucho, ya sabes, me has dicho que debíamos "co-mu-ni-car-nos", así que hagámoslo, ¿quieres?...» dijo la morena sonriendo, pero ligeramente inquieta por su compañera.

«Bueno, no quiero herirte, en fin...Es curiosa esta historia del tatuaje, quiero decir...en fin, ahora tengo un dichoso león en el brazo, no comprendo cómo ha podido pasar...» dijo Emma mirando su muñeca.

«Te gustaría tener una respuesta, Emma, pero no la tengo, yo tampoco lo entiendo, creo que la magia lleva a cabo extraños arreglos, en fin, yo no me quejo...»

«Ya, pero sin esto...Yo...Bueno...Quizás tú no me...habrías...»

«Stop, Emma. No, estaría igualmente contigo con o sin esta "cosa" tatuada en tu muñeca, no necesito de esto para saber que te amo. Aunque no hubiera aparecido, nuestro beso ha demostrado que yo no necesitaba esta "señal" que el destino podía haber forzado. ¡Forzado!...Porque yo te he amado desde hace mucho tiempo, lo que me faltaba era el valor...el valor de reconocer que las cosas eran más...complicadas y que te amo como nunca he amado a nadie...»

«¿Cómo?» preguntó al rubia, bastante emocionada por las palabras de Regina

«Como...Nunca amé a Robin ni a Daniel, Emma...Me siento totalmente sobrepasada por mis sentimientos...No puedo controlarlos y...no intento hacerlo»

Emma nunca habría podido creer que escucharía palabras tan claras sobre lo que la mujer que tenía delante sentía en ese momento. Era evidente que ella misma no había sabido hacer frente a parecidos sentimientos, poderosos y devastadores a la vez. La pasión había sido el miedo compartido, abandonarse a la otra, ser más vulnerable que nunca, eso había sido impensable para ambas...No habían tenido tiempo de medir cuánto se habían amado y se amarían todavía...Incluso después de siete años. Emma se sintió conmocionada por las palabras de la mujer que delante de ella se contenía para no llorar, quizás lágrimas de alegría, de temor o de reconocimiento. Agarró el brazo de Regina y la atrajo hacia ella, la morena se dejó hacer. Emma la besó con mucha pasión. Regina suspiró y rompió el beso.

«Sé quién podría decirnos la razón...en fin, ¿cómo ha sido posible?»

Emma miró con curiosidad a su compañera.

«Azul...Ella debe saber lo que ha pasado o al menos tener una pista...»

«OK...Pero ¿y si acabamos lo que habíamos empezado?» replicó la rubia con expresión traviesa.

«Emma...»

«¡Shhh!»

La rubia empujó a Regina hacia ella y se pasaron la mañana ente besos y caricias que despertaron de nuevo sus sentidos. La sensualidad del toque de Emma sobre el cuerpo de la morena acabó por hacer que se doblegara ante las dulces caricias de la otra mujer.


Más tarde, avanzada la mañana, las dos mujeres explicaron a su hijo que iban a ver a Azul. Él hizo una mueca, un poco desencantado.

«¿Por qué buscar explicaciones todavía? Estáis juntas, os habéis confesado vuestros sentimientos, ¿por qué complicar las cosas? Aún más...» suspiró él

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