Capítulo 3

1.4K 94 1
                                    

Al abrir los ojos todo estaba oscuro y aun me encontraba un poco desorientada. Cuando me di cuenta de donde estaba me dio un pequeño vuelco al corazón. Él no estaba a mi lado. Me incorporé rápidamente en busca de algún indicio de que no se había ido. No estaban sus zapatos. Mierda. A punto de salir por la puerta de la habitación ese indicio que estaba buscando prácticamente me golpeó en la cara. Le escuchaba. Estaba hablando por teléfono en la planta de abajo.

Tomé aire intentando tranquilizarme y en vez de bajar me metí en el cuarto de baño a ducharme. Había dormido con ropa y estaba bastante incómoda. Además, no quería escuchar su conversación, ya no por su privacidad, sino por mi integridad emocional. Sabía de sobra con quien y sobre qué estaría hablando y para mi no iba a ser plato de buen gusto en esa situación escuchar nada.

Abrí el grifo y el agua corriendo me sirvió de barrera contra su voz procedente de la planta baja. Ese sonido sería lo suficientemente alto para que él se diera cuenta de que ya estaba despierta pero no tanto como para que la persona al otro lado de la linea lo escuchara e hiciera preguntas de más. Con cuidado cerré la puerta y puse el pestillo. Lo último que quería es que entrara estando yo en la ducha.

Me quité los vaqueros y la camiseta sintiendo alivio después de todas las horas que los llevaba puestos. Antes de que el espejo se empañara del todo por el agua caliente que corría tras de mi, me miré, casi sin reconocer al reflejo que me devolvía la mirada. "¿Qué estás haciendo, Alice?" me pregunté a mi misma mientras analizaba la linea recta que formaba mi boca y los ojos azules pero sin vida que adornaban mi cara. "¿En qué momento comenzó todo a irse a pique?". Sacudí la cabeza intentando desechar esos pensamientos de mi cabeza y me metí bajo el chorro de agua. Dejé que la corriente se llevara consigo la tensión que me llevaba acompañando toda esta semana, desde que sabía que vendría a aquí. "Ahora ya está hecho".

Bebí un sorbo de mi café mientras escuchaba sonriente la historia del ligue de fin de semana de Stephanie, sin duda sus historias eran de las pocas cosas que me animaban un lunes de trabajo.

-¿Sabes que no te creo, verdad? -Dije entre risas.

-Tu problema es, si vinieras algún día conmigo te demostraría que es más fácil de lo que crees.

-Creo que deberíamos dejarlo para otro fin de semana eh -Contesté sacudiendo ligeramente la cabeza. Esta mujer no tenía remedio. -¿Como vas con el artículo de la mujer alemana de 104 años?

-Mejor de lo que pensaba, la verdad. Me parece que me voy a tener que poner a ello o me vas a adelantar otra vez.

-Pues mueve el culo, yo ya tengo lo mio casi acabado. -Le saqué la lengua juguetonamente, sin duda yo era más eficiente que ella, pero ambas eramos bastante profesionales cuando tocaba ponerse serias.

Volví la cabeza hacia mi ordenador dejando mi taza al lado del teclado. Tenía que redactar la entrevista que le hicimos la semana pasada a la modelo de turno y no me habían llegado las plantillas de este mes aun. Divagué un poco releyéndola y buscando algún fallo ortográfico hasta que por fin mi correo emitió un tímido "bip" y la bandeja de entrada indicaba que tenía un correo nuevo. "Por fin", pensé mientras hacía click en la pestaña de outlook.

-No... -Dije en voz alta sin darme cuenta.

-¿Que pasa? -Preguntó Steph desde su sitio.

-Nada, nada, es que se me ha descolocado una cosa. -Contesté atropellada y nerviosamente. No podía estar pasando otra vez...

"Necesito hablar contigo", rezaba el mensaje. Me tapé la cara con las manos apoyando los codos en la mesa. Cerré los ojos con fuerza deseando que cuando retirase las manos ese mensaje hubiera desaparecido, pero las desplace de mis ojos al pelo para despejar mi campo de visión y cuando volví a mirar, sin duda, seguía ahí.

Mientras reflexionaba, apretaba con fuerza el cinturón de mi albornoz. Se me había olvidado meterme ropa limpia al baño. Con delicadeza e intentando no hacer mucho ruido retiré el pestillo y abrí la puerta. No había nadie en el pasillo. "¿Quien más iba a haber?". Por suerte mi habitación quedaba frente al baño y no estuve mucho tiempo "desprotegida" antes de entrar y cerrar la puerta para cambiarme. Me agaché y saqué algo que ponerme de la maleta.

Una vez cambiada y reunido todo el coraje que necesitaba, me decidí a bajar las escaleras. Con tan solo descender un par de escalones le vi sentado en el sofá.

-¿Hace mucho que te has despertado? -Pregunté desde arriba. Él giró la cabeza al escuchar mi voz.

-No, poco antes de que te metieras a la ducha, ¿como estás?

-Despejada. -Le dediqué una sonrisa débil al poner el pie en la plata baja. No sabía muy bien a donde dirigirme.

-Anda, ven aquí. -Obedecí en seguida, incapaz de pensar otra cosa que hacer. Realmente no quería hacer otra cosa.

Abrió los brazos y me acurruqué a su lado. Agarró mis piernas con una mano y las colocó sobre las suyas, dándome un beso en la frente para acabar de acomodarnos.

-¿Como vas en la revista? Tu último artículo me encantó.

-Bastante contenta la verdad, espero que poco a poco me den más cosas para hacer.

-Seguro que sí, ya verás. El otro día pasé por delante de la redacción. Pensé en pasarme a saludar pero... bueno, supuse que no era del todo adecuado, ¿lo entiendes, verdad?

-Sí, no te preocupes, mejor que no. ¿Que hacías por allí?

-Nada, un par de recados, vivir en las afueras es bastante incomodo para ciertas cosas -Me dio una pequeña punzada en el corazón que nombrara su casa, pero me obligué a mi misma a mantener la sonrisa. -A veces me da mucha envidia tu pequeño apartamento, me encantaría vivir allí contigo. -Dijo mientras me apretaba más fuertemente contra él.

-No digas esas cosas. -Le reprendí.

-¿Por qué?

-Porque sabes que nunca se van a cumplir. -Susurré avergonzada.

-Si tu quieres, pueden hacerlo. Solo di que sí.

-No, no se trata de mi o de lo que yo quiera. Lo sabes, en serio. No quiero hablar de esto, ¿vale?

-No, no seas tonta. Sabes lo que te he dicho antes, ¿estamos aquí, no? Eso es por algo.

-Supongo...

-Eres muy especial, Alice, de verdad. -Comenzó a inclinarse hacía mi y mi respiración y probablemente todas las funciones vitales se paralizaron.

Iba a pasar, lo iba a hacer. Podía notar su nariz rozando la mía mientras presionaba mi cintura. Me dio tiempo a curvar mis labios en una sonrisa antes de que los juntara con los suyos suavemente. Dios, me sentía tan feliz y tan mal al mismo tiempo. Sentía que hacía lo correcto, lo que yo quería, pero que eso no era lo que debería estar haciendo, pero ahora ya, qué más daba. Con nuestros labios juntos, y moviéndose ritmicamente, buscándose con la urgencia que trae consigo dos meses separados, todo me daba igual. En ese momento no existía la casa, no existía el tiempo, no existía el sofá en el que estábamos sentados. Existíamos él y yo. Y nuestras ganas de estar juntos. Nuestro deseo de acercarnos más y la sensación de que incluso los cuerpos estorbaban. No podíamos acercarnos más, no podíamos estar más el uno con el otro, por más que pusiéramos los brazos a nuestro al rededor y apretáramos el abrazo, por más que mis manos buscaran acariciar su pelo y las suyas agarrar mi cintura... por más que estuviéramos juntos, bueno... acabaríamos separándonos.

Morning (Louis Tomlinson) // Actualizaciones lentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora