Capítulo 4

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Continuamos con nuestro apasionado beso en el sofá, moviéndonos de vez en cuando por la incomodidad de la postura. Allí nada ni nadie nos iba a interrumpir. Habíamos aprendido la lección después de varios encuentros indeseados y comprometidos hacia años. Aproveché una pequeña bajada del ritmo para separarme unos centímetros de él.  

-Louis...

-Dime -Contestó mientras acariciaba suavemente mi nariz con la suya.

-Confío en ti -Le confesé sin rodeos. Lo único que quería con esa declaración era comprometerlo. Esta vez no quería sufrir, no estaba dispuesta a ser de nuevo el juguete del que se aburre. Era más una advertencia que una dulce frase de amor.

-Y yo en ti, ¿cual es el problema?

-Lo sabes de sobra.

-Y tu sabes que yo también tengo razones para no confiar en ti, ¿verdad?

-De eso hace mucho tiempo...

-¿Y qué me garantiza que has cambiado?

-¿No te lo he demostrado ya?

-Sí, y por eso quiero demostrártelo ahora yo a ti. Déjame intentarlo, ¿vale?

-Está bien...  

Tras esto, me sonrió dulcemente y volvió a juntar nuestros labios. Era tan adictivo, quería estar así toda mi vida. El sabor de su lengua abriéndose espacio por mi boca y jugueteando con la mía era el complemento perfecto para el dulce olor que desprendía su cuerpo. Siempre igual, no importaba los años que pasaran o que cambiase de colonia, lo que yo percibía era el aroma de su propio cuerpo, totalmente indescriptible con palabras. La adrenalina corría por mi cuerpo, el simple hecho de estar con él ya provocaba unos efectos fuera de este mundo, pero pasar la mano por su nuca y su pelo rizado, enredando los dedos en el mientras la otra acariciaba su espalda a la vez que él me reclinaba en el sofá para quedar encima de mi, me volvía loca.

Noté como poco a poco el peso de su cuerpo se cernía sobre mi, y de lo único que tenia ganas era de acercarle más y más. Sus manos viajaban de mi mejilla al lateral de mi cuerpo, agarrándome la cadera y jugueteando con el borde de mi camiseta. Rozaba el espacio de piel que quedaba al descubierto con las yemas de los dedos, haciéndome estremecer, y poco a poco iba levantando un poco más, buscando acariciar toda mi cintura.  

Los efectos de su tacto, su beso y su olor me dejaban tan ida y fuera de combate que cuando me quise dar cuenta, sus dedos rozaban el aro de mi sujetador. Riendo entre besos retiré mi mano de su pelo y aparté la suya de ese punto comprometido. Él soltó un pequeño gruñido en forma de queja y volvió a intentar colar la mano bajo mi camiseta, sin éxito ya que le paré.  

-Acabas de decir que confías en mi.

-Y lo hago, pero...

-No hay peros, vamos a aprovechar el tiempo perdido. -Contestó sin vacilación.  

Tras esto, volvió a besarme rápidamente y pasó a poner la mano en mi pecho sin dudar ni un instante. Ahogué un pequeño gemido en su boca ante el toque y él río entre dientes, haciendo que su pecho vibrara.

Disfrutaba de la idea de que él disfrutara tocándome. Lo único que quería era que el fuera feliz y estaba dispuesta a darlo todo por ese propósito.

Yo también quería tener su piel bajo mis manos y en un rápido movimiento que le pilló por sorpresa retiré su camiseta. Le dediqué una sonrisa doblada antes de que hundiera su cabeza en mi cuello, besándolo, mordiéndolo y chupándolo a partes iguales. Una de las cosas buenas de que nuestra "relación" se hubiera alargado tanto, era que él sabia exactamente lo que tenía que hacer. El tiempo separados no había borrado de su memoria que mi perdición sin duda alguna, era el cuello. Tras dedicarle el tiempo que requería se ayudó de sus brazos, colocados a ambos lados de mi cabeza, para elevarse ligeramente por encima de mi. Levante yo los míos y entrelacé los dedos en su nuca.  

-Espero que no te hayas pasado, no quiero volver con un chupetón a Londres. -Le dije coquetamente, tampoco pasaría gran cosa si fuera así. El problema sin duda, sería si fuera al contrario.

-Espero haberme pasado y que todos vean que eres mía.

Negué ligeramente con la cabeza mientras sonreía y le atraje hacia mi para volver a besarle. Era sorprendente como en unos minutos pasaba de no querer verle a no querer soltarle. Su existencia era mi droga. Muchas ocasiones deseaba no haberle conocido nunca, pero en aquellos momentos mi dependencia era tan fuerte que me moría si sabía que no formaba parte de mi vida. Por eso accedía a cualquier cosa que me pedía, porque lo único que deseaba es que él fuera feliz, y estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta para conseguir ese propósito. Estaba dispuesta a dedicar mi vida entera a él, en aquellos momentos estaba cancelada como persona, mi destino era únicamente ser suya.  Sus manos retiraron mi camiseta dejándome únicamente con el sujetador. Cuando su cuerpo volvió a bajar y a apoyarse junto al mio el contacto de nuestra piel caliente y suave me hizo estremecer. ¿Podía ser más íntima la intimidad? Agarré su labio inferior entre mis dientes juguetonamente y como respuesta él pasó los brazos por mi espalda, agarrándome y haciendo que me incorporara, para sentarme a horcajadas encima de él en el sofá. Reíamos entre besos y así es como me hubiera gustado que estuviéramos siempre. Comenzaba a acabarse la tarde y la luz teñida del rojo del atardecer se colaba por las ventanas.

  Se incorporó sin previo aviso conmigo encima de él, levantándome y haciendo que me agarrase a su espalda con las piernas. Deje salir de mi garganta un quejido por la sorpresa, pero seguí sin despegar mis labios de los suyos. Con un poco de torpeza nos llevo hasta las escaleras y cuando fue a poner el pie en el primer escalón me comencé a mover para que me dejara bajar.  

-No vas a poder -Susurré entre risas alejándome ligeramente de él.  

-Ya no soy el niño tirillas que conociste hace años. -Respondió con una sonrisa de superioridad.

Odiaba cuando hacía esas referencias al pasado, pero esa la pasé por alto. Pellizque su brazo ligeramente para que me soltara las piernas y pudiera subir por mi propio pie. Mi estrategia funciono a la perfección cuando el agudo dolor le hizo quitar las manos de golpe. Una vez en tierra le guiñé un ojo y eché a correr escaleras arriba riendo como si estuviera loca. Supongo que en aquel momento esa locura se podría llamar felicidad. Él, tras unos segundos, salió corriendo detrás de mi.  En cuanto pasé el umbral de la puerta de mi habitación ya me había alcanzado y me giré para encararle. En el mismo momento en el que yo hice ese movimiento, él fue a cogerme, con tanta intensidad que caímos en la cama. Con él encima de mi, le saqué la lengua para picarle y mostrar que pensaba de que me hubiera pillado.  

-Cuidado con esa lengua, señorita, o tendremos que ver que es lo que puede hacer. -Tras esto volvió a besarme.

Morning (Louis Tomlinson) // Actualizaciones lentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora