III.- Mikaela, el viajero.

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Mikaela llegó hasta un aeropuerto en Brasil, mentalizado en que aún habría una siguiente parada para arribar al destino deseado.

Se sorprendió de la cantidad de personas que allí se encontraban, asombrándose incluso más con la cantidad de turistas que andaban por allí en esas fechas.

Desde franceses con la piel algo quemada, hasta japoneses, como él, que se encontraban algo confundidos con el idioma que allí se hablaba. Les ayudaría, pero estaba agobiado con el viaje que ya le había tomado casi medio día. Sus ojos apenas podían mantenerse abiertos, aunado al hecho de que estuvo sentado con una persona que, si bien no lo molestó con su comportamiento, ocupaba tanto espacio entre sus asientos que el abogado no pudo estar cómodo en todo el viaje.

El siguiente vuelo no saldría sino hasta en una hora más, por lo que trataría de descansar un poco antes de que esto sucediera.

O, bueno, eso hubiera deseado de no ser por la insistente tonada de su teléfono que indicaba que estaba recibiendo una llamada.

—Diga —habló de mala gana cuando contestó.

Ah, hola, Mikaela. ¿En dónde estás? No te vi hoy en la oficina —dijo despreocupadamente la persona al otro lado de la línea.

—Makoto, dejé un comunicado en el bufete que decía claramente que me iría de vacaciones por un tiempo indefinido —respondió hastiado el ojiazul—. ¿Para qué me necesitas? Tú no sueles preocuparte mucho por mí que digamos.

Me ofendes —habló actuando indignación—. Y uno que solo llamaba para saber cómo te encontrabas —sollozaba la persona a través del teléfono.

—Voy a cortar...

Está bien. Está bien. Eres muy malo conmigo, Tepes-kun —decía socarronamente—. ¿Te acuerdas de Sebas-chan?

—¿Tu... perro? —preguntaba confundido.

¡Así es! Bueno, lo que sucede es que un día estaba celebrando, y llorando, el final de Yaoi!!! on Ice* con unos amigos y un póster de mi Vicencio colgado en la pared —mencionó recordando aquel día—. Luego, llegó Kageyama y trajo un pastel de yogur para celebrar, y pues...

—¿Qué sucedió? —cuestionó agrio Mikaela, que ya sabía hacia dónde se dirigía aquella conversación.

Ocurre que Sebas-chan me miró con ojitos de perro del Gato con Botas y no me resistí...

—A ver, primero que todo, un perro no te puede mirar con otros ojos que no sean los de un perro; y es una contradicción el que me digas que te vio con ojos de gato. —El rubio tenía una póker face estampada—. Segundo... ¡¡¡¿¿¿le diste pastel de yogur a un perro???!!! ¿Eres idiota o qué?

¡No soy un idiota! ¡Mi mamá me dice que solo soy una persona especial! —exclamó—. ¿Y ahora qué hago? Sebas-chan tiene diarrea, Mikaela. ¡¡¡Hizo dibujos en mis paredes con su caca!!! —dijo exasperado—. ¡Mi sobrinito se lo llevó a la boca pensando que era Nutella!

—Eres completamente asqueroso, Makoto —soltó, dando un suspiro—. ¿Lo llevaste ya al veterinario?

El de cabellos café se quedó en silencio.

¡Qué buena idea, Mikaela! ¡Sabía que no era una mala decisión llamarte! —le dijo alegre.

—En verdad eres un idiota. Adiós. —Cortó, dando por finalizada la llamada.

El blondo se preguntaba cómo aquella persona había logrado formar parte de tal prestigioso lugar como lo era el bufete de abogados en el que trabajaba.

¡Las cosas no son tan simples! [MikaYuu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora