VII.- Mikaela, la momia.

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—¡Shinya! —exclamó en los brazos del mayor.

—Yuu, tranquilo —reía el de ojos azules.

—Te extrañé. —Un puchero adornaba su rostro.

Mientras tanto, Mikaela observaba la escena con expresión indescifrable. Shinya se percató de esto, y observó al pelinegro.

—Oh, Yuu. No me dijiste que tenías invitados —dijo con una sonrisa.

—Ah, sí, es cierto. Éste de aquí es Mika, llegó hoy al pueblo —presentó.

—Mikaela Tepes, un gusto. —Apenas y se le entendía; al parecer, por las vendas que cubrían su inflamado rostro.

El de grises cabellos le dirigió una mirada amable.

—Shinya Hīragi, el placer es mío —decía mientras esbozaba una brillante sonrisa.

Yūichirō veía todo con mucho interés.

—Sé que te pareces a Tutankamon, pero no es necesario que de hecho actúes como momia, Mika —habló burlonamente.

—¡Do de budez! Du buide ed que be vedó ededo [¡No te burles! Tú fuiste el que me vendó entero].

Yuu rio como desquiciado.

—Creo que se te durmió la lengua. Recuérdame anotar ésta como una de las peores alergias del universo —dijo mientras se secaba una lagrimilla que salía de la esquina de su ojo.

Mikaela lo miró con odio mal disimulado. Bueno, lo poco que se podía apreciar su mirada, pues sus ojos parecían un par de patatas.

Shinya soltó una pequeña risa que intentó cubrir con la palma de su mano.

—Yuu, no seas así con tu invitado —intentó regañarlo, cosa nada creíble ante los ojos del rubio.

El ojiverde se quedó quieto por algunos segundos, como esperando algo.

—Sí, lo siento, Mika. No estuvo bien burlarme de ti —se disculpó, sincero—. Te traeré un té que ayudará con eso, aguarda aquí. También traeré las hamburguesas que te gustan de aperitivo, Shinya —le guiñó el ojo, divertido.

El abogado se sentía un poco incómodo ante aquella muestra que hizo el ojiesmeralda.

—Claro, sabes que me encanta la manera en que cocinas.

—No seas adulador y pasa a sentarte, no me demoro nada —habló sonriente y con un leve sonrojo.

Yuu dejó el lugar para dirigirse a la cocina, y la sala de estar se llenó con un incómodo silencio. Claro, Mikaela no podía hablar, pero el silencio era por un motivo mayor a una lengua inactiva.

El mayor, ante tal tensión, se decidió a hablar.

—Entonces... ¿Te gusta el pan? —Nadie dijo que sería algo productivo.

El rubio lo miró y no pudo hacer otra cosa más que asentir.

Estuvieron sin decir nada por más de tres minutos, hasta que llegó Yūichirō con una tetera y dos tazas.

—Mika, aquí tienes, este té ayuda a que tu sistema neurológico funcione mejor, por lo que tendrías que estar recuperado en unos minutos más —le dijo amablemente, mientras acariciaba los nudillos de su mano con extremo cariño.

El blondo se ruborizó, aunque, afortunadamente, no pudo notarse; ya que su cara de por sí estaba totalmente roja —como un globo—, y las vendas cubrían gran parte de ella.

—Hey, Yuu. Yo igual quiero un poco, no le des toda tu atención a Mikaela —reía el peligris.

—Es cierto —decía sonriente y con un lindo sonrojo—. ¿Por qué no viniste a verme en todo este tiempo? —cuestionó, mientras se alejaba del rubio para ver de frente al otro hombre.

¡Las cosas no son tan simples! [MikaYuu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora