VIII.- Mikaela, mojado.

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Prácticamente enterrado en las sábanas, se encontraba el rubio la mañana del día siguiente.

Después de la escena que vivió junto a Yūichirō, terminó completamente agotado, por lo que no lo dudó y se fue a dormir temprano.

Seguía algo afectado por toda la discusión vivida. Su corazón latía lastimosamente en su pecho al ver al ojiesmeralda destrozado de esa manera.

Recordaba cómo aquellas orbes, siempre tan vívidas y brillantes, lo miraban con tristeza y desesperación; cómo le dolía en lo más hondo de su interior el que las cosas fueran de esa forma.

Estaba hecho un desastre en la habitación que le facilitó Yuu. Tenía sus ojos hinchados —ya no por la alergia—, bolsas oscuras se realzaban sobre su pálida piel, y le dolía mucho su corazón. Era eso lo que más le afectaba.

Se quedó reflexionando la noche entera sobre sus decisiones hasta ahora. Y, sobre todo, qué haría para arreglar las cosas con el pelinegro. Porque él no quería estar en conflicto con Yuu. Eso lo mataba lentamente.

Se levantó con todo el poco ánimo que tenía, y se decidió a arreglar las cosas con el menor.

Sacó energías de quién sabe dónde, y fue hasta la cocina a preparar el desayuno.

Casi se muere cuando vio al ojiverde con una sartén en mano, preparando lo que parecían ser panqueques.

—Oh, hola, Mika —saludó con una sonrisa—. Toma asiento, ya está casi todo listo.

El blondo avanzó lentamente hasta la silla, como si tuviera miedo de caer en alguna trampa mortal.

Cuando logró llegar, se sentó y quedó observando con curiosidad el cuerpo del moreno que se encontraba de espaldas a él.

Al parecer, Yuu lo percibió.

—¿Ocurre algo? —cuestionó con interés.

Mikaela lo observó y tragó duro.

—¿Te sientes bien? —preguntó con vergüenza.

El pelinegro lo observó y le sonrió.

—Tranquilo, ya estoy mejor. No te preocupes por esas cosas.

—¿Estás seguro? —reiteró el rubio.

—Claro que sí. Así que solo encárgate de desayunar por ahora. —Mikaela no entendía cómo aquel chico podía sonreír tanto y tan hermosamente.

Yuu dejó los últimos panqueques encima de la mesa, y se sentó junto al abogado. Sobre el mueble había todo lo orgánico que pudieras imaginar. Desde mermeladas naturales, hasta jarabes artesanales de la zona.

Definitivamente, el menor se esforzó en cocinar esto para él.

—¿Estás mejor de tu alergia? —le cuestionó preocupado.

—Como ves, quedaron algunas marcas por la irritación, pero ya está mucho más deshinchado, así que no necesito usar los vendajes —explicó.

—Me alivia bastante escuchar eso. Aunque aún debes de tener cuidado, eso sí —dijo con una brillante mirada hacia él.

Mikaela le sonrió con cariño, y se dispuso a comer el desayuno que le había sido preparado.

Shinya tenía razón cuando decía que Yuu cocinaba excelentemente.

Estuvieron observándose durante toda la comida, pero no fue incómodo para ninguno.

Al terminar el desayuno, entre ambos lavaron la loza y limpiaron todo.

¡Las cosas no son tan simples! [MikaYuu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora