IX.- Mikaela, en San Valentín.

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Semanas pasaron tras aquel vergonzoso incidente.

Mikaela se sentía cohibido con solo ver a Yuu, y este último no entendía qué era lo que ocurría con el mayor. Se estaba preocupando.

Aún así, ambos no se separaron ni un momento durante este lapso. El rubio se sentía en extremo avergonzado, mas la necesidad de sentir al ojiverde era todavía mayor.

Yūichirō trataba siempre de averiguar lo que estaba ocurriendo dentro de la mente del ojizafiro.

Y, al parecer, ahí radicaba el problema:

Él escudriñaba en su mente, no en su corazón.

—Mika, ¿qué ocurre? Has estado raro estos días —le habló al blondo.

Éste no quiso mirarlo al rostro.

—Yuu-chan, ¿qué fue lo que sentiste durante ese momento en el baño? —interrogó, ignorando la pregunta hecha por el ojiesmeralda.

El más joven sintió cómo la temperatura de su cuerpo se arremolinaba en su cara.

—Fue... algo nuevo para mí. Se sentía como hormiguitas que recorrían todo mi estómago, y se divertían jugando por cada parte de mi cuerpo. —Mikaela sintió una especie de flechazo ante la ternura del menor.

No pudo resistirlo, y lo envolvió entre sus brazos, acariciando con sus manos el cabello y la espalda del más bajo.

Se deleitó con el aroma angelical que desprendía Yuu, inhalando profundamente en la hendidura que se hallaba entre su cuello y su hombro.

El más joven sentía la respiración del otro en su cuello, mientras que un sentimiento de tranquilidad y calidez se esparcía en su interior.

Ése era el efecto que tenían el uno con el otro.

Sus corazones retumbaban energéticamente en sus respectivas cajas torácicas, y sus cuerpos se aferraban con más fuerza al contrario. Así estuvieron por varios minutos, hasta que el azabache habló.

—Mika, necesito de tu ayuda el día de hoy. —El otro asintió aún pegado a su cuerpo—. Tenemos que ir a hacer las compras.

—Yo te acompaño —dijo, mientras se separaba de él para dedicarle una sonrisa.

El más joven la correspondió sin dudarlo.

Yūichirō le explicó que ellos llevaban su propia bolsa de tela cuando compraban, y que no acostumbraba a acompañar a su tío. El abogado le preguntó la razón de esto, y el otro solo le dijo que no le gustaba estar en espacios donde habían muchas personas.

Se fueron caminando hasta el pueblo, ya que, según Yuu, Urd se había llevado la camioneta a su viaje.

Mikaela decidió que sería un buen momento para preguntar eso que le acongojaba.

—¿Urd está de viaje?

—Sí —respondió el pelinegro—. Sigue dentro del país, pero me dijo que fue a solucionar otros temas más al norte.

—¿No te dio más detalles acerca de ello? —Trató de utilizar un tono no agresivo en su voz.

—La verdad es que no. Él no acostumbra a hablarme mucho sobre su vida privada —dijo con una sonrisa.

El Tepes lo vio con una expresión difícil de descifrar.

—¿Cómo confías tanto en él? —cuestionó.

Yuu se detuvo un instante, vio hacia la naturaleza, y habló.

—Cuando un ave empieza a volar, ¿crees que él le tiene confianza al aire que lo acoge? ¿O al piso que lo recibirá si llega a caer? —preguntó, viéndolo a los ojos—. El ave tenía confianza en sí mismo, confianza en que lo lograría. Cuando uno dice confiar en alguien, de hecho está confiando en sí mismo, y le muestra a esa persona aquello —le dijo—. La traición viene cuando ese ser no merecía saber de ti. Tu confianza va de saber observar a las personas desde adentro —explicó.

¡Las cosas no son tan simples! [MikaYuu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora